𝔻𝕖𝕤𝕧𝕒𝕟𝕖𝕔𝕚𝕕𝕒 ஜ ══

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Me removí en el colchón por el gran frío que sentía

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Me removí en el colchón por el gran frío que sentía. No había logrado dormir absolutamente nada desde que me acosté en la cama. En mis huesos se intercalaba el frío insoportable. Hasta podía sentir mis dientes tiritando.

Me reincorporé para buscar otra sábana, pero un fuerte mareo hizo que mi cabeza cayera de nuevo en la almohada. Restregué mis ojos, ya que estos ardían como si el sol me estuviera dando de frente.

Palmee mi buró para buscar mi celular. —¿Una de la mañana?—murmuré. Finalmente tomé fuerzas de donde no las tenía y me levanté de la cama. Todo a mi alrededor daba vueltas; mis pies descalzos sobre la fría alfombra hacían que los cabellos se me pusieran de punta.

Caminé hasta el baño y encendí la luz. Mire mi reflejo en el espejo y me sorprendí al ver lo rojos que estaban mis ojos. Recogí mi cabello y busqué un termómetro en el botiquín.

Con las manos empezando a temblarme, lo saqué del empaque. No sentía malestar, solo un violento mareo y frío hasta más no poder. Coloqué el termómetro en mi boca y volví a mi cama antes de caer al suelo por el mareo.

Pasaron algunos minutos y finalmente el termómetro soltó un pitido. Treinta y nueve punto dos. Estaba hirviendo. Sin pensarlo dos veces. —¡Mamá! —Grite. Ese nivel de fiebre no podía controlarlo yo sola y no iba a arriesgarme a sufrir una convulsión.


✧・゚: *✧・゚:* *:・゚✧*:・゚✧


—No vayas —volvió a pedir mi madre tocando mi frente por octava vez. Negué. —Mamá, en serio ya me siento bien. —Sorbí mi nariz llena de mocos. Después de llamar a mi madre y que casi le diera un ataque al ver la temperatura tan alta que tenía. Y que casi llamó a una ambulancia por lo roja que tenía la cara.

Me dio una pastilla y comencé a sudar, así duré el resto de la madrugada hasta que la fiebre bajó favorablemente. Al amanecer ya no tenía ni un rastro de fiebre. Solo un muy feo resfriado.

—Promete que vas a llamarme si te vuelve a dar fiebre—. Me extendió su meñique, lo entrelacé con el mío y sonreí. —Pinki, promiss —solté un estornudo.

Volví a sorber mi nariz y me quejé. Tenía la nariz tapada, me ardía la garganta y como veía el panorama, no tardaría en quedarme sin voz. Todo por culpa de Chat Noir; bueno, en realidad era culpa de Manon. Es una niña.

Hawk Moth, todo es culpa de él. ¿A quien se le ocurre akumatizar a una niña? Era obvio que no iba a funcionar y él de nuevo se quedó sin los Miraculos y yo con un resfriado del diablo.

Mi madre quiso besar mi mejilla, pero la detuve. —Gérmenes, señora madre. Me aleje de ella. No quería arriesgarme a contagiarla. —Mi chiquita —me abrazó fuertemente y besó mi cabello múltiples veces.

Si quería ir a la escuela, debía darme prisa en salir de mi casa. Mi madre estaba por amarrame a la pata de la cama para que no fuera. No quería ir, me sentía del asco, no estaba exagerando, me sentía realmente mal, solo iba por química. Esa materia iba a ser mi perdición.

Camine hacia la puerta. —Te amo—Le lance un beso desde la puerta y salí de mi casa. Me dirigí hasta mi auto y me sorprendí al ver a Alix parada justo en frente de este. Tomé otro pañuelo del gran paquete que llevaba en mi mano y sorbí mi nariz. —¿Alix?—. Pronuncié su nombre como el ardor en mi garganta me lo permitió.

Ella se volteó a verme al notar mi presencia. —¿Rodolfo el reno?—. La mire con severidad. Por obvias razones sabia que mi nariz estaba roja. —Tengo espejos en mi casa, ¿sabías?—Me subí al auto y ella al asiento del copiloto.

Sentí un cosquilleo en mi nariz y estornudé otra vez. Sorbí mi nariz con el pañuelo. Rasqué mis ojos al sentirlos llorosos. —¿Estás bien?—

Negué. Mi nariz se quedó pasmada en otro estornudo. —Me moje ayer —. Ella me miró con preocupación y tocó mi frente. —No tienes fiebre, aún —asentí y me puse el cinturón de seguridad.

Antes de arrancar, mire mi reflejo en el espejo; puse en su lugar algunos cabellos rebeldes. Mis ojos estaban rojos, mi nariz no se quejaba atrás, ni los tres kilos de corrector alcanzaban a cubrir las orejas gigantes debajo de mis ojos y mi piel estaba más pálida de lo usual.

—Me voy a morir. Murmuré. Mire de reojo a Alix, quien asentía mientras me extendía un pañuelo. Tome el pañuelo y seque mis ojos. Encendí el auto; tal vez era mala ida conducir con la visión borrosa.

Y también era mala idea conducir con crisis de estornudos cada cinco minutos. —Cámbienme de nariz. —Me quejé volviendo a estornudar. Sentí como alguien me jaló del cabello. No hice reproche al estar apunto de cruzar una calle muy transitada.

Hice el cambio. Me detuve en un semáforo y volvieron a tirarme del cabello. Estaba harta. Mire a Alix y me confundí al verla concentrada hacer una tarea mientras escuchaba música. Toqué su hombro y ella me miró.

Se hizo una señal para que se quitara el audífono. —¿Qué pasa?—. Cuestionó.

—¿Me jalaste del cabello?—Ella negó y volví a colocarse el audífono.

Volví a estornudar. Este día estaba siendo peor que malo. Pero nada que una canción de Taylor Swift no pueda arreglar. Busque en la playlist del auto alguna canción. —Cruel Summer —subí el volumen a la música con la atención de molestar a la enanita que tenía a mi lado.

—¡Quita eso! —se quejó Alix cubriendo sus oídos. Apesar de que tenía audífonos, la bocina del auto era mil veces más potente. —Vamos, Alix, me vas a decir que nunca te gustó Taylor. Ella me miró con molestia.

—Te estaría mintiendo si te digo que siento algo aparte de odio por ella —La miré sorprendida. ¿Quién en su sano juicio podría odiar a Taylor?

—¿Por qué razón?

—Está muy sobrevalorada.



✧・゚: *✧・゚:* *:・゚✧*:・゚✧


Adrien

Baje del auto después de despedirme de mi guardaespaldas. Caminé hacia la entrada de la escuela cuando un par de gafas pasaron volando enfrente de mí, lo que me desconcertó. Por curiosidad intenté agarrarlas y una fuerza sobrenatural me arrastra junto con ellas.

Las retuve con todas mis fuerzas, pero lo que sea que las estuviera sujetando era más fuerte que nada. Todos los que pasaban se me quedaban mirando como si estuviera loco. Pero yo no estaba loco. Había algún fantasma sujetando las gafas.

Finalmente, el agarre se deshizo de la nada, haciendo que cayera al suelo por la fuerza que había hecho. —. Mi caída fue suave y para nada dolorosa.

—. ¿Por qué te acostumbraste a eso? —La voz de la rubia me hizo hacer una mueca. Me levante rápidamente. —¿Estás bien? —Ella se quedó tirada en el suelo mientras miraba hacia la nada. —¿No?—murmuro. Me asusté al ver que sus ojos estaban llorosos. Creo que esta ves sí le rompí algo.

—¿Tienes mis lentes?—Asinti levantando los lentes de sol para que los viera. —Qué bueno—.

Alix apreció de repente y me miró con molestia para después golpearme el brazo. —Auh—. Me quejé frotándome la parte afectada; para ser tan pequeña sí que tenía fuerza. —La rompiste —señaló a la rubia en el suelo con molestia.

Le extendí mi mano y ella se incorporó un poco para tomarla. Al ponerse de pie noté cómo se tambaleó, lo que me llevó a reforzar nuestro agarre.

—¿Estás bien?—Mi voz salió con más preocupación de la que tenía pensado demostrar.

—Obvio, no, le caíste encima, de por sí ya parece que se va a quebrar en dos —Kathleen le dio una mirada fulminante y la pelirosa no hizo más que salir corriendo.

—¡No te persigo nada más! Porque... no me puedo ni mantener de pie —bajo el tono de su voz conforme fue diciendo la oración. Note su nariz enrojecida al igual que sus ojos.

Fruncí el ceño al escuchar cómo estornudaba. —¿Me vas a soltar?—Pregunto señalando mi mano, aprentando fuertemente la suya. —Te devuelvo tu mano.

Volvió a estornudar. La miré fijamente mientras sacaba un pañuelo de una caja gigante. —Ignora que estoy en mis últimos días de vida —Quedé atónito al ver cómo un mechón de sus cabellos levitó en el aire por sí solo.

Lo próximo que escuché fue un gran quejido de su parte al ser este mechón jalado con fuerza. Ella se escondió detrás de mí. Note cómo intentó caminar rápido, pero el lugar solo pudo dar pasos lentos y pausados. —¿Lo ves? Son los espíritus, ya vienen por mi alma—retrocedí lentamente.

Por reflejo tomé su mano. Me gustaba la cesación que dejaba al estar helada. . —Mejor vamos adentro.

Esto era muy extraño, las gafas voladoras, ahora el mechón de cabello. No había duda que sí parecía un fantasma. Pero cómo era posible, los fantasmas no existían o ¿Sí?

Estornudo otra vez lo que me hizo voltear a verla. —¿Te resfriaste? —Ella me miró con un gesto de obviedad. —Para nada —murmuró para después sonarse la nariz.

¿Cómo se había quedado atrapada en su balcón? Las ventanas eran muy gruesas. Lo supe por lo mucho que me costó abrirlas ayer. No era posible que la brisa las cerrara. —¿Cómo te resfriaste?

—Me moje.

Asentí no muy convencido de su respuesta. Aún no me quedaba claro cómo se había quedado encerrada. Entramos al salón y mi mano experimentó una sensación desagradable cuando ella deshizo nuestro agarre. Observe cómo se alejó a su asiento sujetándose de las mesas y bancas. Se tambaleaba tanto que me preocupaba que en cualquier momento cayera al suelo.


Fije mi vista en su nariz y en lo linda que se veía enronjecida... Aún estando enferma no dejaba de verse tan bonita. Sacudí mi cabeza para sacar aquel pensamiento de mi mente. La imagen que tenía de ella había cambiado tanto en tan poco tiempo.


Le había tomado cariño y lo admitía. Me hacía reír, y cuando no se comportaba como una plástica zoquete, disfrutaba de su compañía.



La había dejado de ver cómo una fastidiosa mimada. Bueno, aún creo que es mimada, pero ahora la veo como en realidad es: una chica inteligente, graciosa, valiente y que detrás de esa cara bonita hay una persona verdaderamente valiosa.

—Ya caíste. La voz de Alix me sacó de mi pensamiento. Mi vista desenfocó a la rubia para voltear a ver a la pelirosa. Fruncí el ceño.—¿De qué hablas?

Ella rodó los ojos. —No te preocupes, es el efecto que tiene en los chicos, no te sientas especial—. Palmeó mis hombros. —Ahora haces parte de los —Hizo una pausa para contra con sus dedos. —Otros cincuenta chicos del montón. —Sonrió y se alejó.


¿Qué acababa de decir? ¿Cuál efecto? Me encogí de hombros y tomé asiento. Las clases empezaron. En todo el transcurso de la primera hora, los estornudos de la rubia resonaban en el salón cada cinco minutos.

Con cada estornudo que daba una creciente sensación de incomodidad, no hacía más que aumentar en mi estómago.

—Señorita Edevane, si está enferma lo mejor es que se quedara en casa. Dijo la maestra. Ella levantó la mirada y asintió. —Lo siento.

—Usted no debería hablarle así—. Todos nos quedamos atónitos cuando Alix confrontó a la señorita Mandaleive. La maestra se volteó a verla. —¿Qué quiere decir señorita Kubdel?—Alix se levantó de su asiento para dirigirse hacia la rubia.

—Que se siente mal—murmuró palmeando la frente de la rubia. Pude ver en el rostro de Kathleen una clara expresión de confusión. De esas que haces cuando no sabes ni en qué lugar estás.

—¿Qué no se da cuenta? —La señorita Mandaleive caminó hacia ellas. —Pues si la señorita se sentía tan mal, no debió venir a clases —afirmó con un tono alto de voz.

Pude ser espectador de mí propio enojo cuando el lápiz que tenía en manos se quebró.

—Su clase es importante, señorita —La voz de la rubia se escuchaba tan ronca que apenas se podía entender lo que decía.

—No quiero entrar más en discusión; señorita Kubdel, lleve a su prima a la enfermería. ¡Ahora!—exclamó señalando la puerta del salón. Prácticamente estaba echándolas.

La rubia negó con una expresión de temor. —No es necesario, estoy bien. La maestra colocó la mano sobre su frente e hizo una expresión de preocupación. —Tiene fiebre, valla a la enfermería ahora mismo.

Un grito nos llama la atención a todos. Chloe estaba siendo atacada por su bolso. La estaba golpeando en la cara. Abrí los ojos en par al ver como mi bolígrafo roto se elevó en el aire al igual que todos los de la clase.

Y tal como si fueran filosas espadas, se dirigieron hacia Kathleen. Alix cubrió con su cuerpo a la rubia, sosteniendo la cabeza de esta entre sus brazos.

Esto ya se estaba saliendo del control. La rubia escondió su rostro en el cuerpo de Alix. No pude soportarlo más; ella no estaba bien. Y si mi lógica no fallaba... Había algo persiguiéndola, no estaba seguro que era; podía ser un fantasma o un akuma. Esa era la principal posibilidad.

Me levanto de mi asiento y me dirijo hacia ellas. Me puse en cuclillas y deposité una mano en su hombro. Mi rostro se descompuso al sentir como la temperatura se filtraba a través de su ropa. Estaba verdaderamente caliente.

—Vamos a la enfermería. Sin darle tiempo de hablar. La tome de ambos brazos y la levante del asiento.

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La rubia estaba mirando hacia la nada mientras su madre le daba una sopa. Ladybog y Chloe estaban apunto de agarrase a los golpes.

Me senté sobre el gran sillón que daba vista hacia la ventana. En lo que llevábamos cuidándolas, a ambas de los misteriosos ataques que estaban recibiendo.

—Come—. La voz de la madre de Kathleen llamó mi atención. La rubía apartó su cara de la cuchara, haciendo una mueca de asco. —Mamá, las papás son carbohidratos —murmuró.

—Ay Evangelyn, ¿qué voy a hacer contigo? —La señora Violet se levantó de la cama con el plato de sopa en sus manos y salió de la habitación molesta. La rubia recogió sus piernas y abrazó sus rodillas, aferrándose a la manta que tenía sobre sus hombros.

Me levanté del sillón y me senté en frente de ella. —¿Evangelyn?—

—Es mi segundo nombre; siendo sincera me gusta que el primero—. Su voz se escucha realmente ronca y cansada.

Asentí. Ella desvió su vista hacia Chloe, la cual solo tecleaba su teléfono con un gran gesto de desánimo. ¿Estaban peleadas? Últimamente no las veía juntas.

Hasta hoy no había caído en cuenta de lo bonita que se veía sin maquillaje. Su mirada seguía puesta en la nada; a pesar de haberse duchado, su fiebre no parecía estar bajando en lo absoluto.

Ladybog se acercó a nosotros. —¿Cómo te sientes? —Le preguntó a la rubia poniendo una mano en su hombro. —Te lo diría si sintiera algo. Soltó una risita y miró sus manos al abrirlas y cerrarlas.

—Mi cuerpo homiguea —murmuró con un tono bobo. Acercó sus manos al rostro de la moteada, haciendo que esta las alejara un poco. —Estoy viendo brillitos. Levantó los brazos con fascinación para bajarlos de inmediato al no poder mantenerlos en el aire.

Ay, no, estaba delirando. Me levanté de la cama para tocar su frente, pero Ladybog se me adelantó. —Tiene mucha fiebre —expresó con preocupación.

—¿Está bien?—. La voz de Chloe nos sorprendió a ambos. La rubia volvió a reír y tocó el rostro de Ladybog. —Bonita, eres muy bonita. —Hice una mueca al sentirme celoso. No permitía que nadie le dijera bonita a mi Lady más que yo.

La moteada sonrió con ternura y colocó su mano sobre la que la rubia tenía en su rostro. Kathleen volteó a ver a Chloe y sonrió ampliamente. El tono rosado que tenía en su rostro era preocupante.

Se lanzó a abrazar a la rubia. —Te quiero mucho, mucho. Demasiado—Chloe tembló a sentir todo el peso de Kathleen caer sobre ella. Pero la sonrisa que tenía al escuchar lo que ella estaba diciendo era algo que necesitaba ver antes de morir.

Sonreí al sentir calidez en mi corazón. Se veía tan linda. Continuó abrazando a la rubia hasta que sus cabellos húmedos se elevaron en el aire y con la fuerza de un camión fueron jalados hacia atrás.

—¡Auh!—

Sin pensarlo, dos veces tome la silueta transparente que alcance a ver y la lance al suelo con fuerza. Sujete lo que parecían ser sus muñecas. Ladybog intentó ayudarme a inmovilizarla, pero no pude retenerla así por mucho tiempo.

Me lanzaron fuertemente contra la pared y todas las cosas de la habitación comenzaron a caerse de los estantes. Todos los muebles fueron derribados. Mentiría y dijera que no estaba aterrado porque realmente lo estaba. ¿Qué tipo de akuma se supone que era este?

Voltee a ver a Kathleen al tomarla como prioridad. Necesitaba sacarla de aquí a toda costa. Chloe tenía la cabeza de la rubia recostada sobre sus piernas.

—¡Chat, sácalas de aquí! —No bastó que Ladybog lo dijera dos veces para tomarla en mis brazos y sacarla de la habitación. Su casa era muy grande; debía haber algún sótano de seguridad como en la mía. Busque con mirada algún lugar donde dejarlas. Ladybog necesitaba mi ayuda.

—Detrás del cuadro —murmuró somnolienta la rubía en mis brazos. La observó; estaba preocupado. Esto no parecía ser un simple resfriado. Sus ojos, aunque estaban entrecerrados, se podían ver claramente cansados.

¿Cuál cuadro? Había como veinte en los pasillos gigantescos que eran la mayor parte de la casa—¿Cuál cuadro? —La removí entre mis brazos, esperando su respuesta, pero no la tuve. Me asusté cuando se mantuvo con los ojos cerrados.

—Kathleen—La voz del señor Oliver hizo que me exaltara. Él se acercó a nosotros y tocó el rostro de la rubia. —Está hirviendo —murmuró.

Deje el cuerpo de Kathleen en sus brazos con delicadeza. —Por favor, vallan a un lugar seguro —pedí antes de regresar a la pelea con Ladybog. Con toda mi atención puesta en la rubia, no había dado cuenta que Chloe no estaba conmigo.

—Mierda.

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—Adrien abajo—. Mi padre estaba afuera del auto mirándome de forma juzgarosa. Suspire profundo y abrí la puerta del auto. El jardín de la casa de Kathleen era inmenso. Tuve que caminar mucho del estacionamiento hasta la puerta.

Ella tenía tres días sin ir a la escuela desde la akumatizacion de Sabrina. Según Chloe, estaba bien y solo faltaba porque sus padres insistían en que tomara reposo por más días. La puerta se abrió y entramos a la mansión.

Aún no me acostumbraba a la iluminación tan exagerada que había. Quizá era porque mi casa era muy oscura. Una mujer nos guió hasta la sala de estar donde los señores Edevane nos esperaban.


El señor Oliver se levantó del sofá. —Gabriel, ¿cómo estás?—El señor Oliver era tan rudo como pensé. Sus vibraciones realmente asustaban; parecía un gran león depredador, pero cuando hablaba con mi padre simplemente parecían amigos adolescentes.

Me dio la mano y me jaló hacia él para darme unas palmadas en la espalda. La Sra Violet besó la mejilla de mi padre y luego la mía. —Cariño, si gustas subir, Evangelyn está en su habitación —mire a mi padre y este asintió.

Acate la orden sin rechistar; de todas formas, no me importaba lo que sea que fueran a conversar. —Por aquí, por favor —La mujer me guió hasta la habitación.

Tocó la puerta y volteó a verme. —Por favor, espere aquí, la señorita no tarda en abrir —la mujer se fue dejándome parado frente a la puerta. Tal y como lo dijo, en algunos pocos segundos la puerta se abrió.

Dejando ver a la rubia. Sentí un alivio al recorrer todo mi cuerpo al ver cómo su rostro ya no se veía cansado y demacrado. Había vuelto a su clásico tono rosa en las mejillas, el cual contrastaba con el tono pálido natural de su cara.

Una sonrisa se formó poco a poco en su rostro. —No me morí—. Sonreí. Su sonrisa muy bonita. —¿Vas a pasar? O gustas que te saque una silla. —Como adoraba su sentido del humor.

𝐼𝑙𝑙 𝑤𝑖𝑙𝑙 𝐶ℎ𝑎𝑡 𝑁𝑜𝑖𝑟 / 𝐴𝑑𝑟𝑖𝑒𝑛 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora