—Los dos sabemos que me has echado de menos.
Yo me limité a asentir. Me costaba concentrarme con esos labios a centímetros de los míos y ese cuerpo inclinado sobre mí. Las manos de Asreyn se deslizaban por mi espalda, expectantes, y yo coloqué las mías en su cuello para acercarle un poco más. Apenas lo sentí cuando me besó, como si fuera ligero como una pluma, pero no me importó demasiado. Era como si aquel momento fuera tan frágil que, si me permitía dudar, desaparecería. Un estremecimiento me recorrió lentamente, una sensación insólita que iba desde las puntas del cabello a los dedos de los pies. Me quejé cuando él se apartó, pero no tardó en acercarse a mi oído y susurró:
—¿Cuánto tiempo has deseado esto?
Aún me estaba acariciando, así que no me sentí capaz de pronunciar una frase coherente, especialmente cuando me rozó con los dientes el lóbulo de la oreja.
—¿Cuándo vas a admitir que pensabas en mí cuando aún estabas con él?
—Yo...
—¿No vas a reconocer que me prefieres antes que a ninguno de ellos?
En lugar de contestar, le hice volver a besarme, una sensación difusa como el humo, y enredé los dedos en su pelo, buscando esas finas hebras doradas que parecían brillar a la luz de las lámparas. Me erguí para presionar los labios contra su cuello tal y como lo había hecho mi reflejo, aún me despertaba por las noches con el rostro ardiendo de vergüenza por aquel recuerdo. Recorrí su columna con los dedos y, de repente, encontré algo que no debería estar allí, algo suave y rugoso que me hacía cosquillas. ¿Podrían ser...?
—¡Está bien, ya es suficiente!
Bruscamente, Asreyn se alejó de mí, y cuando ví quién le estaba arrastrando, me sonrojé más que en toda mi vida.
—No me había...
—Un momento, querida.
Una vez el Hombre de los Sueños consideró que estábamos lo suficientemente separados, chasqueó los dedos. Asreyn se esfumó al instante, y el mundo a nuestro alrededor fue sustituido por un páramo de niebla plateada.
Los dos nos miramos en medio de un silencio incómodo. Iba a decir algo, pero él alzó una mano para interrumpirme y empezó:
—Perse, querida... Sé que estás en una edad en la que... bueno, tratas bastante con los hombres, y sé que tienes tus necesidades...
—Lo siento.
—No, no lo sientas, sé que es algo natural. Pero, por favor, recuerda que yo veo lo que sueñas y que a veces cuesta un poco aparecer. Entiendo que no querrás que tengamos una... charla.
—Por favor, ya he dicho que lo siento.
—Sé que estas cosas deberían formar parte de tu privacidad, pero este es un caso especial. Deberías tener en cuenta en el caso de que haya más... episodios. Pero, en cualquier caso, te aseguro que lo comprenderé.
En parte para acallarlo, y en parte porque le había echado de menos, me levanté y le abracé. Por fin, dejó de hablar y me estrechó contra él con cariño.
—Siento haberme ido.
—Desapareciste durante semanas, ¿dónde has estado?
—Justo aquí. Lo siento mucho, pero necesitaba... recomponerme.
Me separé de él y fruncí el ceño.
—¿Recomponerte? ¿De qué estás hablando?
El Hombre de los Sueños negó con la cabeza con un intento de sonrisa.
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El reflejo de la Reina: Exilio
FantasyUna Reina despiadada Un reino en guerra El último bastión de los rebeldes Y una chica cuyos sueños son distintos a los demás Desde que fue adoptada por el general, la hija de traidores Perse ha vivido en Cavintosh, el único lugar que el poder de Fur...