—¿Qué quieres decir con que algo no va bien?
—Hace ya más de una semana que envié a Mun a Ethryant con la carta a mi abuelo, y aún no ha vuelto.
—Quizá no sea nada... —murmuré, aunque a mí también me invadió la preocupación.
—Sí, quizá no lo sea... Pero acabo de recibir a un informador que ha venido a avisarme de que hay revuelo en el cuartel del Barrio Occidental. Si me lo ha dicho, es porque es importante.
—¿Un informador? ¿De qué estás hablando?
—Tengo algunos aliados en la isla dispuestos a intercambiar información por daoms, y tengo un mal presentimiento.
Le puse la mano en la mejilla, y él la tomó entre la suya.
—¿Qué vamos a hacer?
—Por el momento, creo que será mejor cambiar de escondite.
—Está bien, y ¿a dónde vamos a ir?
—No... No vamos a ir los dos.
Eso hizo que retirara mi mano.
—¿Cómo que no vamos a ir los dos?
Él negó con la cabeza, con el gesto ensombrecido.
—Ya he encontrado un sitio donde podrías quedarte durante unos días, pero creo que lo más seguro será que vayas sola.
—No lo entiendo, ¿por qué no vas a venir conmigo?
—Una persona llama menos la atención que dos. Odio tener que hacer esto, pero estoy preocupado. Será mejor que te escondas sola por el momento, así tendremos menos probabilidades de atraer sospechas sobre ese escondite.
Seguía sin parecerme del todo buena idea, y él debió notarlo porque me besó en los nudillos.
—Sabes que no lo haría si no estuviese realmente preocupado. Sé que el momento no podría ser peor, pero no podemos arriesgarnos a que te descubran. Nos queda muy poco para conseguirlo.
Acabé por asentir.
—¿Cuándo me voy?
—Lo antes posible. Te he dejado ropa para que te cambies, te he llenado la bañera y te he preparado algo de equipaje.
Me forcé a sonreír, aunque no me salió muy bien.
—¿Cuánto tiempo voy a tener que irme?
—No mucho, te lo prometo. No creo que queden muchos días antes de que vengan a buscarnos, y seguramente las cosas se calmarán antes. No te preocupes, todo saldrá bien.
Apoyé la frente en la suya e inspiré hondo.
—De verdad que es muy mal momento —susurré, con lo que le hice reír.
—Sí, lo és. No era así como planeaba despertarte.
—Supongo que podrás hacerlo la próxima vez.
Cerré los ojos al notar sus labios en mi frente, un roce cálido y tranquilizador. Sí, la próxima vez. Ya me estaba imaginando un futuro en el que él estaría allí, en el que podríamos pasar más noches y mañanas maravillosas. Esa idea fue lo que me animó a levantarme y vestirme con las prendas que me había dejado.
El segundo escondite de Asreyn no era gran cosa en comparación con su casa, pero tenía todo lo necesario. Era una casa pequeña en un barrio pobre cerca de los puertos, una zona que no había visitado antes ya que nunca había tenido que acompañar a Clariess a lugares como ese. Nos reunimos con la casera, una mujer anciana y diminuta con la que Asreyn intercambió unas cuantas palabras en voz baja antes de que me entregara la llave de la que sería mi guarida los próximos días.
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El reflejo de la Reina: Exilio
FantasyUna Reina despiadada Un reino en guerra El último bastión de los rebeldes Y una chica cuyos sueños son distintos a los demás Desde que fue adoptada por el general, la hija de traidores Perse ha vivido en Cavintosh, el único lugar que el poder de Fur...