Nueve 🎄: Bichos raros en Evergreen

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⟩Rud⟨

Era 24 de diciembre. Al día siguiente sería Navidad y luego…él y Riley tendrían que volver a casa. Es algo que sabía desde el principio, algo que había ansiado desde sus primeros días en aquel pueblo. Y ahora la sola idea retorcía algo en su pecho y lo llenaba de una nostalgia abrumadora.

¿Qué tenía ese pueblo para meterse bajo su piel? Tal vez estaba hechizado para lograr que los turistas se fuera deslumbrados con una sonrisa en el rostro. Porque el lugar no era perfecto…«Pero sí acogedor Rud, lo sabes de sobra. Ya déjate de tonterías». El punto es que debía ser algo antinatural porque no podía explicarse que de pronto ya no quisiera irse de vuelta a la cálida Florida. A su casa, en donde no tenía nieve acumulándose en su camino de entrada ni debía preocuparse por mantener la calefacción alta para no congelarse las pelotas.

Tal vez todo era culpa de cierto hombre encantador que de alguna manera lo había hecho desear cosas que no podía, ni debía, querer. Tal vez Evan Scrooge era quien lanzó el hechizo sobre él. Fue su boca, maldita sea. Fueron sus besos, sus sonrisas, esos grandes ojos castaños que a veces estaban llenos de desafío y travesura…

—Estás viendo fijamente a Evan como un ser espeluznante— canturreó Riley acercándose a su lado—. Si tanto quieres acercarte solo hazlo. No me digas que ahora te da miedo hacerlo en público cuando en su casa no le quitas las manos de encima.

—Riley— gruñó devolviendo su atención a los objetos que tenía en la mesa frente a él.

Se estaba sonrojando, podía sentir el calor golpeando su rostro. Y a pesar de tener un saludable "medio" bronceado gracias al sol y su trabajo al aire libre, su piel aún era lo bastante clara para que el rubor se notara con exasperante nitidez. Carajo. La risita de su hermano no ayudaba ni un poco.

La peor parte era que las palabras de su hermano estaban llenas de verdad. Desde que se lo montó con Evan en su cocina la otra noche, no había podido quitarle las manos de encima. Los dos días anteriores fueron bastante… fascinantes. Se suponía que hablarían sobre lo que pasó a la mañana siguiente. Sin embargo, cuando la mañana llegó y se reunieron en la cocina para el desayuno, de alguna manera terminaron colisionando de nuevo, como dos planetas arrastrados por la misma órbita caótica.

Y Riley los había encontrado así, en los brazos del otro, besándose sin control ¿Fue mortificante? Por completo, a muchos niveles. Pero le importó poco cuando tenía a un Evan escondiendo la cara contra su hombro y soltando una encantadora risita nerviosa.

Ahora, sin embargo, cuando existía una distancia considerable entre ellos, es que podía pensar con claridad y darse cuenta en el atolladero en el que estaba metido. Le gustaba el alcalde de Evergreen. Le gustaba tanto que la idea de irse le daba dolor de estómago.

Joder.

—¡Lo estás haciendo mal, novio del alcalde!— se sobresaltó cuando el pequeño demonio, Franklin Mathews se subió al taburete al otro lado de la mesa. Llevaba una galleta en una sus manos—. Los moños no deben estar torcidos, y le falta el cascabel.

Bajó la vista a lo que tenia entre las manos y se dio cuenta de que en efecto, los moños que estaba elaborando estaban toricidos y les faltaba el maldito cascabel en el centro. En su defensa, jamás fue bueno haciendo manualidades. Y solo estaba ahí porque Evan recibió una llamada de su secretaria diciendo que habían tenido unos pequeños inconvenientes con las decoraciones para el desfile de esa misma noche. Y por supuesto, Riley se ofreció a ayudar, arrastrando a Rud con el. Lo gracioso es que esta vez no opuso resistencia, hubiera ido aunque Riley no los hubiera propuesto.

¡No era su culpa estar haciendo un mal trabajo! Y que fuera un niño el que lo señalará era incluso más mortificante.

—Mi nombre es Rud— respondió de manera tardía. La sonrisita del pequeño demonio era exasperante.

El Muérdago No Apesta©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora