Cuatro 🎄: El Grinch es un oso y Cindy Lu una traviesa

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⟩Rud⟨

La última cosa que esperaba al aceptar la invitación de Evan Scrooge era terminar tiritando en su sofá, envuelto en mantas, con una taza de chocolate caliente entre las manos y una bola de pelos que estaba prácticamente subida en su regazo. 

Odiaba el clima frío, tanto como la navidad. Por eso vivía en el sur, porque detestaba las nevadas, y ahí estaba, luego de haber  caído sentado en un montón de gélida nieve que empapó sus vaqueros en cuestión de segundos. No ayudaba que Riley siguiera sonriendo como si fuera la cosa más divertida del mundo. Pero eso le pasaba por hacerle caso a su atolondrado hermano. 

Debió donarlo a la caridad cuendo tuvo oportunidad.

—¿Ha entrado en calor?— preguntó el alcalde con su bonito rostro lleno de consternación y culpa—. De verdad lo lamento, no creí que Cindy Lu fuera a atacarlo de esa manera. Es muy amistosa, pero por lo general no suele actuar de manera tan entusiasta.

La susodicha bola de pelos le lanzó esa tonta sonrisa perruna, con su lengua colgando por un costado. Ugh, tampoco le gustaban demasiado los perros, en especial si eran tan peludos. Y Cindy Lu tenía pelos a montones, de una mezcla de rubio con manchas blancas y color chocolate. Era una mestiza, alguno de sus padres tenía un pelaje denso. ¿Y qué rayos con su nombre? ¿Cindy Lu, en serio? 

—Estoy bien— murmuró.

—Es difícil saberlo. No ha dejado de fruncir el ceño desde que entró a mi casa. 

—Oh, no se lo tome personal—por supuesto que Riley no dudó en salir a dar información aunque sabía que no debía hacerlo—. Ese es su estado natural, un enorme gruñón. Todos nuestros conocidos se meten con él por eso. Dicen que un día su frente se quedará arrugada para siempre.

—No es imposible— el alcalde sonrió de medio lado—. Y no veo por qué fruncir tanto el ceño cuando hay una sonrisa perfectamente bonita que mostrar…eh, ignoren que dije eso. Jaja, olvidenlo por completo. ¿Están listos para la cena? Apuesto a que sí. Iré a encender el horno para calentar lo que preparé.

El hombre no pudo hacer huido más rápido. Rud no sabía qué pensar al respecto. ¿Una sonrisa bonita? Nadie había dicho alguna vez que tuviera una sonrisa bonita. Pero entonces, casi nunca sonreía. Y hasta dónde recordaba apenas si había sonreído una vez frente al alcalde, y no fue una sonrisa del todo amable.

—Te dije, está todo sobre ti— susurró Riley antes de ponerse de pie yendo detrás del alcalde como si aquella fuera su casa. Dios, ese mocoso siempre había sido así.

—Riley, no puedes deambulara por una casa que no es tuya. Vuelve a sentarte.

—Aw, vamos, solo quiero conocerlo mejor. Tengo muchas preguntas que hacer— con un mohín en los labios Riley volvió a sentarse, lo hizo junto a Cindy Lu, hundiendo la mano en su denso pelaje con la fascinación escrita en todo su rostro.

Nunca habían tenido una mascota, porque sus padres no eran fanáticos de los animales, decían que era un incordio mantenerlos limpios y evitar que hicieran estropicios. Así que los culpaba a ellos por la parte amarga de su personalidad. 

—Y mira su casa, es encantadora. Hace mucho que no celebrabamos la navidad.

Su estómago se hundió y la culpa lo inundó. Desde que Riley se mudó con él tres años atrás había tenido que adaptarse al hecho de que Rud no celebraba la navidad. No se le pasó por la cabeza que tal vez extrañaba hacerlo, a pesar de que las navidades en casa de sus padres siempre fueron agridulces. Por otro lado, Riley, a diferencia de él, siempre trataba de buscar el lado positivo a las cosas. 

El Muérdago No Apesta©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora