03.- Revelación

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La mano delgada se posó en el cuello de Snape, se deslizó suavemente hacía su nuca, juntando sus frentes

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La mano delgada se posó en el cuello de Snape, se deslizó suavemente hacía su nuca, juntando sus frentes.

—Necesito… yo te necesito tanto…

—Me tienes, Sirius… siempre, siempre me has tenido…

—Gracias… gracias por ir… por ir por mí...

—Eres sin duda alguna, la única persona por la cual bajaría al infierno una y mil veces.

—Perdón… por favor… yo…– lágrimas calientes brotaron de los grises ojos atormentados.

—Nunca es necesario que tú te disculpes, no hace falta, no a mí y no conmigo.

—Eres con el único que me disculparía…– busco sus labios, sin desespero, solo con ternura impresa.

—Estamos por encima de ridículas disculpas, Sirius.– Severus sostuvo a Sirius atesorando el delgado cuello entre sus palmas. —Tú no fuiste mi verdugo, fuimos iguales, me hiciste y te hice, vivimos para tratar de destruirnos, pero existimos para sostenernos.

El dolor era capaz de romper el alma, Sirius Black lo sabía perfectamente, pero en la oscuridad de su desesperación, alguien más estaba a su lado, había recuerdos que los dementores no le pudieron arrebatar, recuerdos de las bromas crueles a Severus… esos no eran recuerdos felices, ni de esperanza… eran recuerdos que lo sostuvieron en esa delgada línea para sobrevivir. Entre locura y cordura, entre vida y muerte… Tal vez Severus tenía razón, no había necesidad de pedir perdón… porque esos recuerdos lo mantuvieron con vida y Severus al final, él había ido a sacarlo del infierno.

Severus lo besó de nuevo, arrancándolo de las garras del silencio. Ese hombre… el único hombre capaz de hacer lo imposible.

Amar a Morir.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora