11.- Salida.

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—¿Qué pasará cuando tengas que volver a Hogwarts?

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—¿Qué pasará cuando tengas que volver a Hogwarts?

—¿Qué quieres que pase?– pregunto Severus de manera sarcástica.

—¡Sirius no puede quedarse solo!

—Sirius es un hombre adulto, Lupin. Me niego a ser una nueva cárcel para él. Desde luego me preocupa su salud, pero fuera de eso. Él y solo él va a decidir que quiere hacer.

Hubo una pausa tensa.

—Sé que Dumbledore te ha ofrecido el puesto de Defensa Contra las Artes Oscuras.

—No puedo aceptarlo y lo sabes.

—No, no lo sé. Viviste en Hogwarts 7 años sin ningún contratiempo…

—¿Ninguno?

—Aquello fue desafortunado, pero no pasó a mayores.

—Gracias a James…

—No voy a tener está discusión contigo, ya que sabes lo que opinó al respecto.

De nuevo el silencio se hizo pesado, Sirius había despertado en el gran sillón del salón y se encaminó a la cocina de dónde provenían las voces.

Al darse cuenta de que ese par ya no diría nada, entro estirándose y desperezando sus extremidades. Su aspecto aún era terriblemente delgado, pero poco a poco iba mejorando gracias al arduo trabajo de Severus. A la religiosidad de su cuidado y a la disposición de Sirius de mejorar.

—¿Deseas un poco de té?– le pregunto el pocionista al verlo entrar.

—Mi alma te lo agradecería, junto a todas las cosas que ya te agradece.– dijo con su sonrisa ladeada.

Severus rodó los ojos y se aplicó a preparar el té.

Después de entregarle la taza de humeante líquido, le dio una a Lupin.

Cuando estaban los tres Severus había comentado a sentirse incómodo, Sirius estaba ganando fuerza y su gracia natural afloraba tras la prolongada pausa. La fragilidad de su condición estaba dando pasó al hombre que fue, al que debería ser si todo aquel circo no se hubiera orquestado a su alrededor.

Sirius no podía dejar de sentir como el hombre que bajo al infierno por él, comenzaba a cerrarse y alejarse de nuevo a la frialdad y eso lo estaba aterrorizando, pero no sabía cómo explicarlo. No era algo que Severus hiciera de manera consiente. Su cuidado era el mismo, su actitud, su suavidad y su ternura. Pero era como una capa invisible que lo estaba dejando fuera.

Remus puso una caja de pastas y galletas sobre la mesa para el té. Tomó una y la empujó hacia Sirius.

Distraídamente, el ex merodeador tomó la caja, tomó una galleta y le tendió la caja a Severus.

Amar a Morir.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora