Las paredes eran de concreto, con una iluminación tenue pero con la capacidad de iluminar lo suficiente, como para ver con detalle su rostro completamente dañado. El ojo derecho no lo podía abrir siquiera. Ambos pómulos lucían hematomas verdosos y morados. Aún tenía sangre seca alrededor de la boca. Su cabello naranja estaba grasoso. En sí, su apariencia lucía desaliñada. Estaba encorvado, con las manos y pies esposados, sentado en la silla de metal atornillada al piso. Las esposas de los pies eran más largas para permitirle desplazarse y emitían un desagradable sonido a los oídos de la gendarmería. Sentada frente a él, se encontraba la oficial Virginia Adams. Era tercera vez en menos de una semana que intentaban interrogarlo sin su abogado.
—Si no hablas ahora, no podremos ayudarte, Ferrell —expresó la oficial—. Callarte en este minuto es lo peor que puedes hacer. Solo queremos ayudarte. Sabías perfectamente como funciona esto.
El hombre se inclinó sobre la mesa hacia donde yacía la mujer de cabello corto, labios rojos y ojos verdes. La mujer, al captar sus intenciones, se inclinó para poder escucharle. Sin embargo, no dijo nada. No salió ninguna palabra de su boca, sino saliva, la cual impactó contra su rostro.
—Cállate, hija de perra. Esperaré a mi puto abogado. —Lamió su labios percibiendo el sabor de la sangre seca. El sudor corría por su frente al estar en esa pequeña habitación durante más de una hora. Apenas había una pequeña ventana que facultaba leve ventilación, no suficiente para las cuatro personas que estaban dentro: dos guardias, la oficial y él.
—¡Asqueroso de mier...! —Se limpió la saliva con la manga de su blusa.
—Se acabó el tiempo. Levántate —demandó el guardia acercándose e interrumpiendo el clamor de la policía—. No sigan perdiendo el tiempo con él —agregó tajantemente el castaño en dirección a Virginia—. Levántate te dije —Le ordenó a Ferrell. Lo alzó con fuerza del brazo. Sonrió, mostrando su sonrisa, en la que faltaban ciertas piezas dentales, aunque aún así los diamantes brillaron.
—Envíale saludos a Anthony Capponi. Dile que lo estaré esperando —solicitó Ferrell, observándola con los ojos bien abiertos. Soltó una risa que ahondó la habitación y perturbó los nervios de la mujer y el gendarme.
—¡Camina! —gritó el guardia empujándolo. Su compañero abrió la puerta y salieron, dejando a la oficial sola.
La mujer lo siguió con la mirada y con la boca semiabierta. Extrajo del interior de su chaqueta la grabadora. La cinta de cassete dejó de girar en cuanto presionó el botón y resguardó la voz del famoso empresario del bufete de abogados.
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—Buen día, muchachos. Perdón la demora. A un imbécil se le ocurrió robarle a una anciana —se excusó el rubio. Se quitó las gafas. Llevaba su camisa arremangada hasta los codos. La corbata estaba mal anudada. Pero no parecía importarle; se sentó en su asiento: el del jefe—. ¿Llegó algún reporte de las otras unidades?
Sus trabajadores se movieron con velocidad en cuanto oyeron sus pasos, porque los reconocían. En el transcurso de años trabajando junto a Jimin, reconocían sus pasos, su voz, su risa y hasta anticipaban un grito. En los últimos días, Jimin parecía estar irritable, molesto, por un algún motivo que desconocían y que se negaban rotundamente a preguntarle estando lucidos, porque si hubiese alcohol entre medio lo harían, inclusive le preguntarían por su ex pareja.
Lamentablemente no era el momento. La situación era otra, por lo que se limitaron a ordenar el material frente a él. Uno carraspeó, nervioso. Otro se acomodó la corbata.
—Ninguna, jefe. Confirmaron el incremento de las unidades de vigilancia pero ninguna novedad; no desde el arresto de Ferrell —contestó Maurice, un moreno, alto y con muchos lunares en su rostro.
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The City | Taekook Kookv
Fanfiction1996. Nueva York. Mafia. Sangre. Drogas. Prostitución. Pornografía. Violencia. Muerte. En ese lío de situaciones, Taehyung jamás pensó en encontrar el amor en un joven granjero estudiante de medicina. No obstante, lo que no sabía Taehyung es que Ant...