The City | Taekook Kookv

Capítulo 29

¡Qué familiar! Es como si la piel de su rostro reconociera la calidad de la tela y el embriagante aroma a madera, mar y... tabaco. Por un momento, aquella sensación parecía ser muy lejana, ¿cómo es que la alcanzó? ¿cómo es que estaba allí? Bajo sus ojos cerrados, pasaron imágenes de unos brazos fuertes, con vellos rubios y pequeñas pecas alrededor, sujetándolo y apretujadolo con fuerza. Evocó la sensación de la camisa, blanca en su mayoría, pero también azules en otras, bajo su nariz junto a esa característica fragancia.

El olor se incentivó, como si estuviera a su lado. ¿Jungkook estaba fumando de nuevo? Abrió sus ojos lentamente, pestañeando con lentitud en busca de disipar el sueño y poder aclarar su vista. El techo lucía diferente; mucho más alto, sin manchas de moho ni grietas, tampoco parecía como si fuese a caer en cualquier minuto. Al contrario, estaba completamente liso y pulcro. A cierta distancia, el sonido de una tos ronca y profunda se hizo retumbar entre las paredes blancas.

Abrió sus ojos de golpe. Giró su cabeza y lo vio, sentado en el sillón paralelo, observandolo. Las luces de la ciudad a su espalda y el de la lámpara a su lado, hacía un contraste con su piel pálida y su cabello rubio. Unas ligeras ondas reposaban sobre su frente. Estaba sentado con las piernas cruzadas. Sobre el  reposabrazos yacía su brazo; entre sus dedos el cigarro desprendía un humo oscilante y sus nudillos estaban rojos e irritados, con capas de sangre seca, pero sus uñas estaban limpias.

Su mirada, gélida y distante, no se apartó de él en ningún segundo. No sonreía. Sus ojos entrecerrados parecían buscar una pronta reacción, con sesgos incluso de diversión.

Taehyung se incorporó, retrocediendo con sus pies y manos, hasta chocar con el respaldo del sofá de forma curva. Los separaba una mesa de vidrio con un cenicero lleno de cenizas y un vaso con whisky con hielo a medio derretir.

—Hola, Kitty —saludó Anthony.

¿Kitty? Retumbó en sus oídos, como si fuese un eco. Hacía tiempo que no escuchaba ese apodo.

"Su piel es tan suave y sus ojos grandes. Incluso alza el culo como si buscara que mi pene esté dentro de él. Parece una gata en celo". Rememoró los labios moviéndose de forma burlesca, mostrando en el acto los dientes torcidos. La barba se la había rasurado hacía unos días por lo que pequeños puntitos oscuros decoraban el contorno mandibular. "Sabes que eres adictivo, Kitty" le dijo a continuación en frente de todo el equipo de grabación y fotografía cuando tenía dieciséis años. Desde entonces, aquel apelativo con tono jocoso fue empleado por más de uno para referirse a Taehyung.

Los latidos de su corazón se agitaron, al igual que su respiración. No podía apartar su mirada de la de Anthony. Por un segundo, lo único que podía observar eran esos ojos azules despiadados, al igual que hace años atrás; buscando vehemente que su mirada se posara sobre él y únicamente sobre él, pues transmitía aparente seguridad y amor. Sin embargo, la situación había cambiado por completo. Ya no era acogedor en absoluto. Su cuerpo temblaba, cuan ciervo frente a un león.

Trago saliva con dificultad, dado a que sentía la garganta muy seca. Como si temiera cualquier movimiento del hombre, dubitativamente y lentamente recorrió con la vista el espacio en el que habita. Estaban en su oficina. A unos pasos estaba su escritorio oscuro, de madera de roble, del que se posaban carpetas y papeles perfectamente alineados. Detrás de este, yacía la biblioteca. Retornó sus ojos al segundo.

—¿Cómo... —habló con dificultad— llegué aquí?

Observó la ciudad iluminada por la luz artificial de los edificios y de las calles: era de noche. Y no recordaba nada. El último atisbo de cruda realidad fue ver el cuerpo de Maddy, la pelea contra Joseph completamente drogado y él acostándose en el sofá de su apartamento mientras ingería unas cuantas pastillas. ¿Qué pasó? Su respiración se agitó e inevitablemente, recorrió su cuerpo, procurando que toda su ropa estuviera intacta y lo estaba.