Cuando vi que los ojos de mi bella Anna se abrían, le sonreí y le dije: "Por fin despiertas, bella durmiente". Ella me miró confundida y asustada, y se alejó de mí en la cama. Me preguntó quién era yo y qué hacía ella aquí.
Le respondí que mi nombre era Maximiliano, que era el jefe de la mafia más poderosa de Italia, y que ella era mi invitada especial.
Ella me suplicaba que la dejara ir, pero yo sabía que eso sería un error. Con una sonrisa maliciosa, le advertí que si intentaba algo tonto, se arrepentiría.
Ella asintió con la cabeza y yo le quité las cuerdas que la ataban. La observé correr hacia la puerta, pero la alcancé en un instante y la tiré al suelo.
La tome de los hombros y la sujete de su garganta y dije:Cariño, tienes que hacer lo que te digo. Si no, las cosas se pondrán muy feas para ti y para tu familia.
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Estaba consciente de que mis palabras y mis acciones la habían aterrorizado, pero no podía dejarla ir. Era una obsesión enfermiza que me consumía por dentro. Sabía que estaba mal, que la estaba lastimando, que la estaba privando de su libertad y su felicidad, pero no podía controlarme. Era como una droga de la que no podía desengancharme. La necesitaba a mi lado, aunque fuera a la fuerza, aunque fuera a costa de su bienestar y el mío.Con un tono amable, le expliqué que esa era la habitación donde se iba a quedar y que en poco tiempo tendríamos la cena lista. Le invité a que bajara cuando yo le avisara y le comenté que había mucha ropa en los armarios por si necesitaba algo. Sin embargo, también le advertí con firmeza que no se le ocurriera hacer ninguna tontería, porque eso tendría graves consecuencias.
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Y así Me dirigí a mi despacho después de estar con ella. Me puse a revisando unos informes cuando mi teléfono sonó. Era Marcos, mi socio y amigo.- Señor, tenemos un comprador -me dijo con voz nerviosa-. Quiere mercancía. ¿Dónde lo verás?
- ¿Qué tipo de mercancía? -pregunté, sorprendido.
- Ya sabes, la que nos trajo el camión ayer. La que está en el almacén.
- ¿Cómo ha sabido de ella? ¿Quién es?
- No lo sé, señor. Me llamó hace unos minutos. Dijo que tenía información y que estaba dispuesto a pagar un buen precio.
- ¿Y qué le has dicho?
- Que te consultaría, por supuesto. No quiero meter la pata.
- Bien hecho, Marcos. Dame el número y yo me encargo.
- Aquí lo tienes: 555-1234.
- Gracias, Marcos. Te llamo en cuanto sepa algo.
Colgué el teléfono y me quedé pensando. ¿Quién sería ese comprador misterioso? ¿Cómo habría conseguido nuestro número? ¿Qué quería con nuestra mercancía? ¿Sería una trampa?
Decidí llamarlo y averiguarlo.
Tomé el teléfono y decidí llamar al número que Marcos me dio. No sabía qué esperar, pero tenía curiosidad por saber quién era el misterioso contacto que quería mi mercancía.
Marqué y esperé a que contestara alguien al otro lado de la línea. Después de unos segundos, oí una voz ronca y distorsionada que me dijo: "¿Quién habla?" Yo respondí con un tono de voz gruesa, tratando de disimular mi identidad: "Tú quién eres, ¿qué mercancía querías?" Hubo un silencio incómodo y luego la voz me dijo: "Creo que te has equivocado de número, amigo. Aquí no nadie quiere mercancía." Y colgó. Me quedé con el teléfono en la mano, confundido y frustrado. ¿Qué había pasado? ¿Me había engañado Marcos? ¿O había marcado mal el número? Decidí volver a intentarlo, pero esta vez con más cuidado.
Me puse en contacto otra vez con el número que me había colgado antes y me respondió una voz diferente. Me dijo que se llamaba Óscar y que era novato en este tipo de negocios. Me pidió disculpas por lo que había pasado y me aseguró que estaba interesado en mi mercancía. Me ofreció pagarme lo que fuera necesario para cerrar el trato.
No podía confiar en él. Algo en mi me decía que este Óscar era un infiltrado de alguien que me odiaba. Quizás era un policía, o un rival, o un traidor. No quería arriesgarme a que me traicionara o me delatara. Por eso decidí cortar la llamada y mandar a mis hombres por él. Tenía que eliminarlo antes de que fuera demasiado tarde. No iba a dejar que nadie se interpusiera en mi camino. Era el jefe, y nadie me iba a desafiar.
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LA JODIDA OBSESIÓN DE UN MAFIOSO
Teen FictionElla siempre había soñado con salir de su pequeña ciudad, pero nunca tuvo la oportunidad. Sus padres eran humildes y trabajadores, y ella los ayudaba en lo que podía. Su única distracción era leer novelas románticas, donde se imaginaba viviendo aven...