SU MIRADA

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Al día siguiente me desperté con ganas de darme un buen baño. Me metí en la bañera y usé mi champú favorito de coco, que huele delicioso.

Me masajeé el cabello para crear mucha espuma y luego busqué el jabón para limpiar mi cuerpo. Me enjuagué el champú de mi pelo largo y rizado y también el jabón de mi piel.

Salí de la tina y me sequé con una toalla. Rápidamente me fui al armario y elegí unos pantalones ajustados, un top blanco y una camisa de cuadros de manga larga.

Me miré al espejo y me sentí muy sexy. Me maquillé de forma sutil y salí hacia el trabajo. Al llegar, Mati ya estaba allí y me preguntó si había desayunado. Le dije que no y él me dijo que me prepararía algo rico.

Le agradecí con una sonrisa y esperé a que me trajera el desayuno. Lo devoré en poco tiempo y me puse a abrir la cafetería.

Los clientes empezaron a llegar como siempre y yo iba de un lado a otro atendiéndolos. En un momento, me paré a charlar con Mati y nos reímos de unas anécdotas. De repente, sentí una mirada clavada en mí. Me giré para ver quién era y lo vi a él, el tipo tatuado, Mi corazón se aceleró cuando vi su mirada fija en mí.

No sabía qué quería de mí, pero sentía un escalofrío recorrer mi espalda. Me acerqué a él y le pregunté si quería algo de tomar o comer.

Él me miró de arriba a abajo con una expresión de deseo y me dijo con una voz ronca: - Sí, quiero un café con crema y pan.

Me apresuré a pedirle a Mati que le preparara el desayuno y se lo llevé con nerviosismo. Él lo tomó sin apartar sus ojos de mí.

Me alejé y esperé a que se fuera. El día fue muy aburrido, hasta que por fin él se levantó, dejó el dinero en la mesa y salió. Me sentí aliviada de que ya no estuviera, sus miradas me intimidaban y me asustaban.

Pasaron las horas y llegó el momento de cerrar el café. Mati se ofreció a acompañarme a casa y yo acepté. Durante el camino, hablamos de cosas triviales, pero noté que sus comentarios eran un poco inapropiados.

Al llegar a casa, le di las gracias y entré. Decidí llamar a mi madre y contarle con alegría que ya tenía el dinero para mandarles. Mi mamá me respondió con cariño: - Hija mía, qué feliz de escucharte. ¿Cómo has estado? ¿Ya comiste? Oh, cariño, no es necesario que nos des tu dinero. Le dije que sí había comido, que el dinero era extra y que era mejor así. Le dije que la amaba y colgué.

LA JODIDA OBSESIÓN DE UN MAFIOSO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora