MUY LINDO PARA SER VERDAD

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Estaba anocheciendo y el frío me calaba los huesos. Me había escondido entre los árboles del bosque, esperando que nadie me siguiera. Sabía que Maximiliano estaría furioso conmigo por haber huido de la mansión, pero no podía soportar más su maltrato. Quería ser libre, aunque eso significara arriesgar mi vida.

No sabía cuanto tiempo tenía con él en esa mansión. No tenía noticias de mis papás ni de Mati. ¿Qué pensarían ellos de mí? ¿Me habrían dado por muerta? Sin poder contenerme, rompí a llorar de tristeza y desesperación. Realmente los extrañaba con todo mi corazón. Maximiliano me había arruinado la vida y no sabía cómo escapar de su poder.

Estaba tan angustiada que no me percaté del ladrido de los perros. ¿Sería Max el que los había mandado a buscarme? Tenía que seguir avanzando, pero la oscuridad era cada vez más densa. Decidí quedarme en un rincón, esperando que nadie me encontrara. Max debía estar furioso conmigo, y no sabía qué sería capaz de hacerme. Solo le rogaba a Dios que me protegiera y que no me encontraran.
pero no podía soportar más su maltrato. Quería ser libre, aunque eso significara arriesgarme.

Los perros ladraban con fuerza y me parecía que estaban cada vez más cerca. Me quedé inmóvil y contuve la respiración cuando vi a dos hombres con dos perros caminar a pocos metros de mi escondite. Pero mi intento de pasar desapercibida fue en vano. De repente, sentí unas manos que me agarraron por los hombros y me levantaron del suelo. No pude hacer nada para soltarme de su agarre era realmente débil.

Sentía que mi vida se desvanecía entre sus manos, que no había escapatoria posible de ese infierno. Les rogaba con lágrimas en los ojos que me soltaran, que Maximiliano era un monstruo que me había hecho sufrir lo indecible, que no podía soportar ni un minuto más en esa mansión. Quería volver a mi hogar, a mi familia, a mi libertad. Pero mi voz se ahogaba en sollozos y nadie parecía escucharme. Solo veía sus rostros fríos e indiferentes, como si yo fuera una cosa sin valor. Me sentía impotente, angustiada y desesperanzada al darme cuenta de que nada cambiaría, de que estaba atrapada para siempre.

Me sentía tan mal que no podía ni caminar. Uno de los tipos me cargó en sus hombros y me llevó al auto, mientras yo lloraba sin consuelo. No sabía qué iba a pasar cuando llegáramos a la mansión, ni cómo iba a enfrentar a Maximiliano. Estaba seguro de que estaba furioso conmigo, y no le faltaban motivos. Había cometido un grave error, y ahora tenía que pagar las consecuencias.

Después de un largo viaje en coche, finalmente llegamos a la imponente mansión donde me esperaba Maximiliano. Uno de sus hombres me cogió en brazos y me llevó a través de un amplio vestíbulo hasta la sala principal, donde él estaba sentado en un sofá de terciopelo rojo. Su expresión era sombría y sus ojos brillaban con ira. En cuanto me vio, se levantó de un salto y se dirigió hacia mí a grandes zancadas. Me arrancó de los brazos de su subordinado y me arrastró por las escaleras hasta su habitación, sin pronunciar una sola palabra. Yo solo podía balbucear súplicas y disculpas, mientras las lágrimas me corrían por las mejillas.

Me arrastró hasta la habitación y me lanzó sobre la cama con violencia. Sentí un escalofrío al oír su voz, que había cambiado por completo. Era una voz grave, autoritaria y exigente. Me ordenó que me pusiera de rodillas y, aterrorizada, le obedecí.

La siguiente parte estará pronto!

LA JODIDA OBSESIÓN DE UN MAFIOSO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora