TU CASTIGO

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- Fui a buscar a Ana para decirle que la cena estaba lista y la vi mirando por la ventana de su habitación.
- Le comenté que la vista era preciosa y ella se sobresaltó al oírme, pero lo disimuló bien.
- Le invité a bajar a comer y ella me siguió. Le ayudé a sentarse y le dije que las empleadas habían preparado su comida favorita.
- Ana no me miraba a los ojos y eso me dolía, porque sus ojos son tan bonitos.
- Mientras comía, le dije que era hermosa y ella levantó la vista sorprendida. Solo me dijo gracias.

- Después de un largo silencio, escuché la voz de Ana preguntándome: ¿Por qué estoy aquí? ¿Qué quieres de mí?
- La miré a los ojos y le confesé: Me enamoré de tu belleza y te quiero para mí. Por eso te traje aquí, desde que te vi en la cafetería no pude olvidarte.
- Sentí algo muy fuerte por ti, algo que nunca había sentido antes por nadie.

- Ella bajó la mirada y se levantó de la silla.
- Yo le dije con autoridad: "¿Adónde crees que vas, niña?"
- Ella se dio la vuelta y me respondió de una manera enojada: "Me voy a la habitación, imbécil".
- Al escuchar la forma en la que me respondió, ella tapó su boca con sus dos manos.
- Yo me quedé atónito y furioso por su falta de respeto.
- Ella corrió hacia la puerta, pero yo la alcancé y la sujeté del brazo.
- Ella forcejeó y me gritó que me soltara, que me odiaba, que no era mi hija.
- Yo le dije que no me importaba lo que dijera, que iba a castigarla por su insolencia.
- Ella se puso a llorar y a suplicar que la dejara en paz, que estaba arrepentida, que solo quería estar sola.
- Yo no le creí y la arrastré hasta su habitación, donde le cerré la puerta con llave.

-Me enoje tanto qué me puse sobre ella, con mis manos tome la de ella y las puse sobre su cabeza. Anna se movía tanto para soltar de mi agarre pero le fue imposible.

comencé a besar su cuello con tanta rapidez qué se me salían pequeños gremios, baje hasta llegar a sus pecho aun ella teniendo su ropa puesta le desprendi su vestido quedando solo con su ropa interior, lo cual me puso muy excitado.

Sentí como mi miembro se ponía duro al verla de esa manera, baje una de mis manos y le comencé a masajear su parte haciendole salir gemidos de placer ella lo disfruto, le quite su ropa interior dejando todo a la vista. Pude ver como en su cara se me veía el miedo.

Lo que sentía por ella era una obsesión que me consumía. No podía sacarla de mi mente ni de mi corazón. Quería hacerla mía, poseerla, dominarla.

-Pero ella me rechazaba, me temía, me evitaba. Su mirada era una barrera que me impedía acercarme a ella. Su miedo era un obstáculo que me frustraba y me enojaba.

¿Por qué no podía entender que yo la amaba más que a nadie? ¿Por qué no podía aceptar que yo era el único que podía hacerla feliz? ¿Por qué no podía dejarse llevar por su deseo y entregarse a mí?

LA JODIDA OBSESIÓN DE UN MAFIOSO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora