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Era un día blanco y pálido, el ambiente se sentía frío dentro de aquel hospital. Las flores comenzaban a crecer y el verde podía observarse brotando de los árboles. Los árboles de cerezo estaban empezando a florecer, pintando el paisaje con tonos rosados y blancos. El invierno estaba llegando a su fin y la primavera estaba a sólo unos días de dar la bienvenida.

En una de las habitaciones, se encontraba Jake, una bolita cubierta por las sábanas y frazadas. Frotaba sus manos para calentarlas, tenía las mejillas y la punta de la nariz enrojecidas por el frío y un leve dolor en el muslo izquierdo. Esperaba pacientemente a que diera la hora del encendido de la televisión.

Una voz llamando a su nombre lo hizo sobresaltarse, sacó levemente la cabeza de debajo de las frazadas, dejando a la vista parte de su frente y sus ojos.

-Jovencito, ¿está despierto?, siéntese. Le he traído algo para que desayuné.

-Muchas gracias, señora -respondió Jake, sentándose en la cama. -No debía molestarse, faltan -hizo una pausa observando el reloj que colgaba en la pared blanca, indicando las 07:14 a.m.

-No te preocupes por eso -dijo la enfermera, acercándose a él y colocando la mesa hospitalaria a la altura de su abdomen. -Dime, jovencito, ¿lograste ver a tu amigo anoche?

-Así es -respondió Jake, observando la taza de té rojizo.- . . . supongo que sí fue mi culpa.

-¿De qué hablas, pequeño? -preguntó la enfermera.

-Jungwon . . . que él esté en ese estado -suspiró Jake. -¿Va a mejorar, verdad?

La enfermera notó que la voz de Jake decaía y que sus puños estaban tensos al costado de sus piernas, tornándose blanquecinos por la fuerza ejercida. Presenció cómo los ojos del menor comenzaban a cristalizarse. Entonces, su instinto le hizo saber que ese joven era un ser puro y sensible, recordándole a su propio hijo.

-Cariño, no digas eso. No fue tu culpa -habló suavemente y acarició su cabello. -Fue un accidente y estoy segura . . . que si Jungwon estuviera aquí con nosotros, él mismo te lo diría. No lleves el peso de todo porque no es tu culpa, ¿sí?

-Y-yo . . .

-Ya no llores, debes verte feliz hoy.

-¿Por qué? -preguntó levantado la mirada.

-No querrás que tus amigos te vean triste hoy, el día de tu regreso a casa.

-Tienes razón . . . espera, ¡¿puedo irme a casa?!

-Así es, ya no necesitas estar aquí. Tu pierna sanará por completo en unos meses, deberás usar muletas pero estarás bien.

-Woah, supongo que eso es bueno, aunque fueron pocos días, creo que voy a extrañar extrañarla bastante -admitió.

Ella solo sonrió y tomó su mano.

-También voy a extrañarte, pequeño. No te metas en problemas, mantente sano. No quiero volver a verte aquí, no si no es por una visita o una simple gripe.

Él rio y asintió con la cabeza.

-No volverá a verme por aquí al menos que sea por una visita. Lo prometo por el dedito -dijo enseñando el dedo meñique.

𝗔𝗥𝗥𝗘𝗚𝗟𝗔𝗥 ʏᴜɴᴋɪDonde viven las historias. Descúbrelo ahora