Capítulo 28

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─ Ah, sí, gracias, simplemente... leeré esto ─ dijo Rebecca sarcásticamente, sosteniendo el menú plastificado que la camarera le dio mientras miraba fijamente más allá de Freen.

─ Dos panqueques con tocino y dos cafés negros, por favor ─ le dijo Freen a la camarera, cogiendo el menú de las manos de Rebecca y entregándoselo con una sonrisa forzada.

Se quedaron en silencio tan pronto como la camarera se fue, el zumbido de la música en el restaurante se mezcló con los sonidos de las voces y el ocasional tintineo de una campana cada vez que había un pedido. Freen pasó los dedos por las grietas de los asientos de vinilo rojo y evitó mirar a Rebecca. El sonido de las tazas la sacó de su ensimismamiento y Freen le sonrió a la camarera mientras le acercaba una taza y la otra a Rebecca. Con la seguridad de que la comida no tardaría en estar lista, la camarera se fue y Freen dirigió su atención a la calle fuera de la ventana. Hoy no llovía, pero el clima sombrío parecía quitarle el color a todo, o tal vez era solo el estado de ánimo abatido de Freen. En el interior del restaurante estaba sofocante y no sentían el viento que arrastraba las hojas por la calle y volteaba algún que otro paraguas mientras Freen observaba a la gente apresurarse. El olor a tocino pareció revitalizar a Freen un momento después, cuando colocaron frente a ella un plato repleto de comida.

─ Bueno, tiene buena pinta ─ dijo finalmente Rebecca, con una mirada fría en su rostro mientras arqueaba una ceja hacia Freen. Sus silencios normalmente era tan cómodos que no necesitaban llenarlo con charlas innecesarias, pero la tensión era tan espesa esa mañana y Rebecca lo odió, dejando escapar un suspiro mientras dejaba los cubiertos nuevamente ─. Vamos, Freen, no puedes seguir enojada conmigo. Lo siento.

─ Está bien.

─ No digas simplemente que está bien cuando claramente no es así ─ dijo Rebecca, con el ceño fruncido mientras alcanzaba su café, sus dedos buscando mientras movía lentamente su mano sobre la mesa. Freen puso suavemente la taza en su mano ─. Si no vas a aceptar mis disculpas, entonces dime qué quieres que te diga para puedas perdonarme.

Freen tomó sus cubiertos, cortó un trozo de tocino mientras reflexionaba. Le dolía la cabeza por el champán que habían estado bebiendo la noche anterior y sentía un poco avergonzada de sí misma.

─ No lo sé.

Farfullando, Rebecca le hizo un gesto de impotencia, con las manos extendidas ante ella para dar énfasis. Sin embargo, hizo demasiado énfasis, derribando el salero, y Freen rió, barriendo los diminutos granos cristalinos con su mano y alcanzando la de Rebecca. Puso la sal en la palma de la mano izquierda y luego le dedicó una pequeña sonrisa.

─ Sobre el hombro izquierdo ─ le dijo Freen ─ se supone ciega al diablo.

─ ¿Qué? ─ Rebecca soltó una carcajada, sus cejas se alzaron mientras la miraba con diversión, arrojando obedientemente la sal sobre su hombro de todos modos para cumplir con las extrañas supersticiones de Freen.

─ Judas. Ya sabes, de la Biblia. Derramar sal ahora simboliza traición, así que...arrojas un poco sobre tu hombro izquierdo para deshacerlo ─ explicó Freen sin convicción.

Asintiendo lentamente como si tuviera sentido, Rebecca se sacudió el polvo de las palmas y cogió los cubiertos. Se quedaron en silencio nuevamente, desayunando mientras luchaban contra el impulso de decir algo. No era el momento ni el lugar para entrar en detalles, y ambas sabían que era mejor esperar que empeorar las cosas innecesariamente.

Aquella mañana después de despertar empacaron sus cosas, duchándose juntas a pesar del comportamiento frío entre ellas, antes de ir a casa de Noey para despedirse. Irin también vino con Andy, por lo que no tuvieron que hacer otra parada antes de marcharse, y ninguna de las dos pareció adivinar que había algo malo entre la pareja. Su presencia alivió la tensión, y ambas fueron honestas acerca de lo mucho que disfrutaron el concierto la noche interior y les resultó fácil guardarse sus asuntos privados. Puede que siempre hayan sido honestas, pero eso no significaba que estuvieran de acuerdo con expresar sus problemas en público, incluso si fuera con Noey e Irin. Sin embargo, despues de eso su situación no había cambiado, porque estaban igual de silenciosos cuando caminaron hacia el restaurante para desayunar. Ninguna dijo nada mientras comían, y Freen estuvo casi tentada de preguntarle si le gustaban los panqueques (Freen personalmente pensaba que eran los mejores de la zona), pero sabía que sería un error decirlo.

Siempre nos hallamos en el mar  | FreenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora