Capítulo 36

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Pasaron un par de semanas y Freen pudo sentir cómo la tensión crecía. Esto no significaba que las cosas estuvieran mal, solo que había muchos momentos en los que ninguna de los dos sabía qué decir. Rebecca aún tenía el yeso puesto y no se lo quitarían hasta dentro de una semana aproximadamente, lo que le impedía tocar el piano y pasaba la mayor parte del tiempo frustrada en la cama. Llegaron tres correos electrónicos de Lana Lang, pero Freen ni siquiera se molestó en abrirlos, concentrándose en cuidar a Rebecca para que recuperara la salud. Intentaba no ser demasiado autoritaria, incluso cuando Rebecca se frustraba por su incapacidad de hacer cosas por sí misma, pero siempre estaba allí, doblando silenciosamente toallas recién lavadas o aspirando rincones de difícil acceso. Le daba espacio, generalmente retirándose a otra habitación, a menos que Rebecca necesitara algo o estuviera de buen humor como para permitirle que se metiera en la cama junto a ella y le susurrara historias en la oscuridad.

Las únicas veces que Rebecca salía de casa era para el programa de rehabilitación en el que estaba inscrita. No quería hacerlo, lo dejó muy claro, pero después de una semana sin mejoría en su mano derecha (la que estaba libre del yeso), cedió y dejó que Freen organizara las sesiones. Hasta ahora, había asistido a cuatro citas con un terapeuta ocupacional, un logopeda, un fisioterapeuta y un psicólogo. En casa, Freen la ayudaba a practicar lo que había aprendido. Aun así, su mano temblaba cuando intentaba llevarse un tenedor o una taza a los labios, había palabras que no podía recordar, dejando espacios en sus oraciones, y sus pasos eran vacilantes, lo que dejaba su piel pálida cubierta de hematomas. Les aseguraron que era normal que su cerebro tardara en sanar y que esto no significaba que la falta de oxígeno hubiera causado un daño permanente, pero Freen podía ver la ira acumulándose dentro de Rebecca.

Pasaba horas recostada en una pila de almohadas, ya fuera en la cama o en el sofá, cubierta con mantas para mantenerse caliente, mirando al frente con los labios apretados en una fina línea, los hombros ligeramente encorvados y las palabras encerradas dentro de ella. Freen no sabía lo que pensaba, lo que la ponía más nerviosa que cualquier otra cosa. Los sentimientos de Rebecca siempre habían estado cerca de la superficie, listos para fluir de sus dedos sobre las teclas del piano o de sus labios al expresar lo que sentía. Freen había encontrado consuelo en la apertura y honestidad de Rebecca, pero ahora, ella se había cerrado, aislando muchos de sus pensamientos. La mitad del tiempo era como vivir con alguien ausente, ajena a todo. Otras veces era como vivir con una bomba de tiempo, con la sensación de que en cualquier momento todo podría estallar.

A pesar de todo, Freen hacía lo posible por mantener la normalidad. Mientras llevaba dos tazas de té, una medio llena para evitar que se derramara con los movimientos temblorosos, le sonrió a Rebecca y las dejó sobre la mesita de noche, sentándose en el borde de la cama. Si Rebecca la había oído entrar, no lo demostró, hasta que Freen presionó ligeramente el colchón.

—Acabo de hablar por teléfono con Irin —le dijo Freen—. Estaba pensando en venir este fin de semana.

—Claro —murmuró Rebecca.

—Noey viene también, pensé en preparar la cena para las cuatro. Estoy segura de que Nun cuidará de Andy un par de horas. ¿Te parece bien?

—Sí.

Su tono era plano, desinteresado, como si no le importara lo que hicieran, y Freen se tragó el nudo en la garganta mientras se acercaba. Miró el yeso, con la letra grande y descuidada de una niña de doce años que había insistido en firmarlo, junto al nombre de Freen, escrito con elegancia, seguido de un pequeño corazón. Freen rozó los dedos expuestos de Rebecca, esperando reconfortarla. No se atrevía a mirarla, luchando por encontrar las palabras.

—Rebecca —comenzó, dejando escapar un profundo suspiro—, todo estará bien. El médico dijo que tomará tiempo. Sé que es difícil, pero lo superarás.

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⏰ Última actualización: Oct 17 ⏰

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Siempre nos hallamos en el mar  | FreenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora