Capítulo 29

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Las dos semanas siguientes transcurrieron sin mucho alboroto, todo igual que antes de su viaje a Londres, con sus paseos por los acantilados, las tardes acurrucadas junto al fuego mientras Freen trabajaba en su libro o le contaba historias a Rebecca, y las horas que pasaba escuchando a Rebecca componer música, su frustración a veces apoderándose de ella, hasta que salían a dar otro paseo para que ella pudiera aclarar su mente con el sonido de las olas.

Así paso el tiempo hasta que llegó el cumpleaños de Freen. Aquella mañana se despertó con unos suaves golpes en la puerta de su dormitorio, que la sobresaltaron mientras intentaba encontrarle sentido a dónde estaba, sacudiéndose los restos del sueño que había tenido.

─ Feliz cumpleaños ─ dijo Nun suavemente asomando la cabeza dentro, con una sonrisa en su rostro mientras miraba la figura somnolienta que se movía debajo de las mantas.

La cabeza de Freen emergió en una salvaje maraña de rizos, estirándose y gruñendo mientras parpadeaba para alejar los últimos vestigios del sueño, captando la luz que se filtraba entre los huecos de las cortinas. Debía ser temprano si Nun todavía estaba en casa, y Freen se estremeció levemente cuando sus pies descalzos tocaron las frías tablas del piso.

─ Gracias ─ murmuró Freen, poniéndose de pie y caminando hacia la puerta.

Dejó que Nun la abrazara antes de sacar una bata de detrás de la puerta y ponérsela sobre el pijama, metió los pies en un par de pantuflas mullidas y salió al pasillo. Nun ya estaba vestida para ir a trabajar y sonrió cuando le dijo a Freen que bajara mientras iba a buscar sus regalos. Emocionada al pensar en los regalos, Freen bajó las escaleras y vio el resplandor amarillo de la luz procedente de la cocina, junto con el leve olor a café recién hecho. Caminando por el pasillo oscuro, atravesó la puerta abierta y se detuvo en el umbral, sorprendida.

─ ¿Rebecca? ─ dijo Freen, reprimiendo un bostezo mientras fruncía el ceño ante la chica de cabello castaño que cortaba fresas con cuidado.

Al girarse en dirección de donde procedía la voz de Freen, Rebecca esbozó una amplia sonrisa y dejó el cuchillo en la tabla de cortar, alcanzando a tientas el paño de cocina para limpiarse las manos.

─ Feliz cumpleaños ─ dijo Rebecca en voz baja, dando un paso cauteloso en su dirección.

Freen caminó hacia ella, arrastrando sus pantuflas por el piso de madera y le dio un beso.

─ Gracias. ¿Qué haces aquí tan temprano?

─ Nun me está ayudando a prepararte panqueques ─ dijo Rebecca, sus manos subieron hasta los hombros de Freen y la hicieron girar ─. Ahora, siéntate. Te traeré café.

Sorprendida por las órdenes, dejó que Rebecca la empujara en dirección a la mesa y rápidamente se dejó caer en una silla, estirando el cuello para ver a Rebecca pasar tentativamente sus manos por los gabinetes de la cocina, abriéndolos hasta que encontró el que tenía las tazas. Freen sonrió mientras la observaba, sabiendo que Rebecca encontraría más satisfacción en poder orientarse sola en la cocina, que si Freen le diera instrucciones desde el otro lado de la habitación, y unos minutos más tarde una taza de café con azúcar y una generosa dosis de leche era colocada a su izquierda. Le agradeció a Rebecca y sostuvo la taza entre sus frías manos mientras escuchaba los pasos de Nun bajando las escaleras.

Unos cuantos regalos envueltos en papel de colores fueron depositados frente a ella y Freen le sonrió a su madre mientras alcanzaba uno de ellos. Uno por uno fue rompiendo el papel, sus ojos se iluminaron al ver el regalo develado y le agradeció a Nun, quien se había colocado frente a la estufa y cocinaba rápidamente panqueques, llenando la cocina con su tentador olor. Para cuando terminó de desenvolverlos, tenía una pila de libros, ropa nueva y algunas tarjetas de regalo para sus tiendas favoritas, y Nun había colocado una humeante montaña de panqueques dorados frente a ella. Freen se levantó a medias de su asiento para darle otro abrazo y un beso en la mejilla, agradeciéndole los regalos, antes observar a Nun guiar suavemente a Rebecca en dirección a la silla más cercana. Llevaba un plato de fresas picadas y plátano, y lo dejó con cuidado sobre la mesa, antes de sentarse.

Siempre nos hallamos en el mar  | FreenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora