Capítulo 24

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─ ¿Pero por qué necesito uno? ─ Rebecca preguntó exasperada, su mano enguantada tomaba la de Freen mientras caminaban por la calle.

Faltaba una semana para el invierno y el frío glacial había llegado con los días lúgubres, haciendo visible su aliento ante ellas al pasar por las cafeterías abarrotadas y la panadería que llenaba el aire con el olor fresco del pan horneado. Las carreteras brillaban por la lluvia esa mañana, pero aún no hacía suficiente frío como para que nevara, lo que significaba que el tiempo no era demasiado insoportable. Al rodear un charco, Freen dejó escapar un suspiro y le dio un rápido apretón a la mano de Rebecca.

─ Necesitas uno porque ya casi es Navidad ─ respondió Freen.

─ Pero para qué necesito un árbol, si ni siquiera puedo verlo ─ protestó Rebecca.

Arrugando levemente la nariz mientras sonreía, Freen levantó sus manos entrelazadas y besó los dedos de Rebecca, pasando un pulgar enguantado por sus nudillos.

─ Bueno, no hace falta que compres adornos, pero los pinos huelen a Navidad. Te encantará, lo prometo.

Refunfuñando, Rebecca dejó que Freen la guiara hasta los puestos instalados en la plaza del pueblo, con árboles de Navidad recién cortados ya alineados y listos para ser llevados a casa. El aire olía a pino, y a Freen le encantaba, sintiéndose reconfortada por el olor húmedo de la ciudad costera mezclado con el olor de la Navidad y la anticipación de las vacaciones, amaba esta época del año. Dejó que Rebecca escogiera el primero que encontraron, sabiendo que no importaba cómo se veía siempre y cuando fuera un pino, y Freen lo pagó, levantando fácilmente el pequeño árbol envuelto y sosteniéndolo bajo un brazo mientras sujetaba a Rebecca con su mano libre.

Las había arrastrado a la ciudad temprano esa mañana, terminando algunas compras de último momento y tomando chocolate caliente en una cafetería, antes de ir al puesto de árboles. Se acercaba la hora del almuerzo cuando terminaron, con algunas bolsas colgando de la mano de Rebecca y sus mejillas sonrosadas por el frío, ambas listas para dar por terminado el día.

De vuelta en casa de Rebecca, Freen instaló entusiasmada el árbol en la esquina de la cocina (habría optado por la sala de estar, pero Rebecca pasaba la mayor parte del tiempo tocando el piano o en la cocina, y no es que fuera comprado para mirarlo), a la débil luz del sol que entraba por las ventanas abiertas. Freen tuvo que convencer a Rebecca para que la dejara abrir todas las contraventanas, lo que parecía dar nueva vida al lugar. Ya no tenía que deambular por una casa oscura, y el simple hecho de dejar entrar un poco de la luz del sol (pudiese verla Rebecca o no) hacía que toda la casa pareciera más acogedora, con las ventanas entreabiertas para dejar entrar un poco de la brisa del mar. Incluso las hierbas aromáticas que luchaban por sobrevivir agradecieron la poca luz del sol que les brindaba el invierno.

Mientras Freen se encargaba del árbol de Navidad, Rebecca preparaba un poco de té, sacó un paquete de galletas de jengibre del armario y encendió la calefacción, inundando la habitación con calidez para ahuyentar los persistentes escalofríos después del frío camino a casa. El fuerte olor a pino llenó la cocina mientras Freen arreglaba cuidadosamente el arbolito en la esquina, sintiéndose orgullosa por encontrar una manera de que Rebecca también sintiera la navidad. Además había comprado unas cuantas velas, por si el pino no era suficiente, y había metido un CD navideño de Mariah Carey en los pocos que le estaba comprando a Rebecca cuando visitaron la tienda de música. Freen sacó una de las velas de una bolsa, la encendió en la estufa y la colocó en el centro de la mesa, agregando el olor a jengibre, vainilla y ponche de huevo al aroma de la habitación. Rebecca parecía un poco confundida por la repentina adición de nuevos olores, hasta que Freen le explicó en voz baja, sentándose a la mesa de la cocina y tomando la taza de té que Rebecca le había preparado. Era de naranja y canela, y le recordó a las fiestas mientras tomaba un pequeño sorbo.

Siempre nos hallamos en el mar  | FreenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora