Capítulo 32

1K 105 26
                                    

Lo primero que percibió fue el pitido. Era irritante y giró la cabeza en su dirección, sintiéndose pesada. Su mente estaba confusa y le costaba recordar. Lo único que tenía claro era que los pitidos y zumbidos de las máquinas la molestaban, y que las mantas ásperas y el delgado colchón no eran suyos. Intentó moverse, dejando escapar un sonido de molestia cuando se dio cuenta de que no podía. Se sentía cansada, aunque no podía sentir su cuerpo en absoluto y estaba demasiado somnolienta para pensar en ello. Todo lo que podía ver era una luz rojiza, con formas parpadeantes y patrones arremolinados, y a medida que su mente lentamente salía de la inconsciencia, más se daba cuenta de que no debería estar allí.

Un susurro llamó su atención y a pesar de la pesadez de sus párpados, los abrió, aguzando los oídos ante el sonido de alguien acercándose a la cama.

─ Eh, shh, no te muevas. Estás bien ─ la tranquilizó una voz suave. En su confusión, no podía identificar el tono tranquilizador, pero sabía que conocía la voz.

Y entonces hizo clic y dejó escapar un suspiro de alivio, con la respiración entrecortada y la voz ronca al hablar.

─ Irin.

─ Soy yo ─ respondió la otra mujer con dulzura, con una mano cálida rozándole la cabeza. Los párpados de plomo se cerraron mientras el vórtice de colores y remolinos continuaba, y tarareó ante la sensación de unos dedos calientes contra su frente. Estaban casi lo suficiente calientes como para quemarle, pero por alguna razón se sentía bien.

─ Les diste un susto a todos. Noey y Nun están aquí. Probablemente regresarán pronto.

Los nombres estaban vagamente registrados en su mente, pero les prestó poca atención. No eran los nombres que quería oír. Había otro nombre al que se aferraba, pero se escapaba por los bordes de su mente.

─ ¿Dónde está ella? ─ balbuceó, su voz ronca sonaba dolorosa incluso para sus propios oídos. Era como si hubiera gritado durante horas y, aunque no podía sentir el dolor, sabía que tenía la garganta seca. Sin embargo, esa era la menor de sus preocupaciones en este momento mientras intentaba recordar ─. Freen ─ dijo por fin Rebecca, el nombre salió de sus labios con una oleada de alivio.

Freen. Su Freen. Debería estar allí, acariciando suavemente su cabello. No es que Rebecca no estuviera feliz con la presencia de su mejor amiga, pero Freen debería estar allí. En su existencia incorpórea, sin visión ni capacidad para mover su pesado cuerpo, lo único que pasaba por la mente de Rebecca era el nombre de Freen. Se repetía como una de las melodías que no podía sacarse de la cabeza. Freen, Freen, Freen. ¿Dónde estaba su Freen? Rebecca tenía la sensación punzante de que algo iba mal. También sentía que debería saberlo. Sus pensamientos estaban todos dispersos y trató de romper la confusión que nublaba su mente buscando respuestas a sus preguntas.

─ Ella está bien ─ la tranquilizó rápidamente Irin, con voz tensa y cautelosa ─. ¿Recuerdas lo que pasó?

─ No ─ suspiró Rebecca.

─ Tuviste un accidente, cariño ─ dijo Irin suavemente.

Rebecca tardó unos instantes en entender las palabras, abriendo y cerrando los párpados mientras absorbía la información, su corazón latía lentamente en su pecho. Las palabras sonaron correctas de alguna manera, pero Rebecca estaba teniendo problemas para ordenar sus pensamientos. No estaba en su propia cama y estaba insensible al dolor, poco a poco llegó a la conclusión de que debía estar en el hospital, con los lentos pitidos de los monitores, el fuerte olor a antiséptico en el aire y el desconocido colchón. Se sentía orgullosa de unir las dos piezas, pero había muchas otras piezas que aún tenía que descubrir. Si hubiera tenido un accidente, ¿no habría estado Freen allí para asegurarse de que estuviera bien?

Siempre nos hallamos en el mar  | FreenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora