﹒⌗﹒ 🌊﹒ᥣ᥆᥎ᥱ𝑟 | 𝑷𝒆𝒓𝒄𝒚 𝑱𝒂𝒄𝒌𝒔𝒐𝒏 ᡣ𐭩

⋆.˚ 026 𐙚Temple Of Athena꒱ ᯓ★

Temple Of Athena

Los cuatro bajaron del tren corriendo y se detuvieron estando algo lejos de este.

—¿Por que no nos persigue? —cuestionó Percy.

—Edquina dijo que lo que había en ese maleta era un cachorro, no se separara mucho de su madre. —respondió Annabeth. —Le enseña a cazar. Y creo que la cacería ya comenzó.

•••

Los cuatro chicos caminaban por las calles de St Luis.

—No estaremos al frente todo el tiempo. —dijo Grover.

—No dudaremos mucho, necesitamos un lugar. —habló Annabeth.

—Un refugio.

—Y agua. —agregó la rubia, quien venía a nada de desmayarse.

—¿Alguna idea de donde puede haber uno?

—Hay uno. —respondió Annabeth. —Un santuario, dedicado a Atena. Hecho por uno de sus hijos hace mucho tiempo.

—¿Hay un templo a Atenea ocultó a plena vista en el centro de St Luis? —cuestionó Grover.

—Si. Pero no creo que esté tan oculto.

•••

—Mide 192 metros de algo y 192 se ancho, ni mas ni menos centímetros. No tiene soporte interno, cada lado es sostenido a la perfección por el otro. —decía Annebeth mientras caminaban hacia el templo. —El arco se sostiene por simetría, puras matemáticas. Y resiste los terremotos, así que Poseidon no puede arruinarlo.

—Bien. —dijo Percy mientras llegaban a un lugar con pura gente.

—Con permiso. —habló Annabeth mientras se hacían camino por entre la gente. Así es como le demuestras a Atenea tu amor, un monumento construido a la perfección.

—También abarca otras cosas. —dijo Grover al ver algunas mesas con diferentes cosas en exposición.

—Te refieres a lo que otros humanos quieren que signifique, yo me refiero a lo que en realidad es.

—Como sea, aquí estamos a salvo. ¿No?

—Los monstruos no entran. Ni siquiera Edquina. —aseguró Annabeth. —Es seguro.

—Eso. —Grover suspiro. —Bueno, ya que el tren exploto, iré a ver si hay otro en el que podamos seguir. No podemos quedarnos para siempre. —volteó a ver una pintura. —Que seas una presa no significa que no hay esperanza.

—No le gusta que se metan con los animales. —dijo Percy mientras caminaba.

—Si. Ya sé. —habló Annabeth. —No tenía que enojarme, es que... —suspiró. —Ya sé.

—Bueno, es el hogar de tu mamá, ¿estará cerca? —cuestionó Percy.

Annabeth no respondió, Winfred dejo de recergarse en el hombro de Percy y se acercó a ver las exposiciones.

—Vuelvo en seguida, tengo que ir al baño. —dijo Percy con una voz diferente provocando la leve risa de Winfred y que Annabeth lo mirara.

—Lindo.

—Tengo un don. —aseguró Percy. —Creo que tenías razón. Necesitamos un refugio y tu mamá tenía uno. Que suerte que estuviéramos en la ciudad indicada.

—¿Suerte o destino? —cuestionó Winfred apareciendo detrás de la progenitora de Atenea.

Ninguno de los dos respondió, miraron hacia al frente. Annabeth suspiró y comenzó a dar unos pasos.

—Sé que creen que todo está en mi mente. Que me digo que a mi madre le interesa porque es más fácil así.

—Nunca dije eso.

—Yo no dije eso. —Annabeth los miro. —Mira, he sido un semidiós desde hace unos días. Tu eres la que sabe.

—Esto fue hecho para mi madre, pero un templo es un templo. —miro a Percy. —Podrías ir a saludar a tu padre, o a tú madre. —miro a su amiga.

—No gracias.

—¿Que te quita?

—Lo tuyo con tu madre es diferente, funciona, pero lo mío con mi padre. —respondió. —No quiero nada que venga de él, tuvo su oportunidad, enserio tú has hecho más por mi en los últimos días de lo que mi padre ha hecho por mi en toda mi vida. Si voy a quedarme con alguien... —se cayó y miro a Winfred en busca de ayuda, sin embargo la rubia solo señaló a Annabeth. No quería meterse en lo suyo.

—Cuidado, creo que ibas a decir que soy tu amiga —dijo Annabeth. —El oráculo podría reírse de nosotros, pero...

Annabeth no continuó, el chico frente suyo perdió el equilibro casi cayendo al suelo, sin embargo ambas chicas reaccionaron rápido y lo sostuvieron. El rubio se detuvo en el suelo.

—¡Percy! —gritó Annabeth.

A los segundos la rubia perdió el equilibrio también cayendo al suelo, aunque Annabeth trato de ayudarla.

Grover llego corriendo.

—Oigan, ¿qué pasó?

—Creo que esos aguijones eran venenosos. —respondió Percy.

—Tengo una idea, ayúdame. —le dijo Annabeth a Grover.

Annabeth agarro al rubio y Grover a la rubia. Los llevaron a una fuente fuera del templo, primero comenzaron a mojar a Percy, y tras discutir con Winfred comenzaron a mojarla igual.

—El agua lo curó en el campamento, debería funcionar con el veneno, ¿no?

—Creo que si, está funcionando.

—¿Saben que no soy hija de Poseidon? —cuestionó Winfred.

—No podemos hacer otra cosa. —dijo Annabeth.

—Pues no creo que haya efecto de sanacion. —habló de manera indignada mientras sentía el agua caer por ella.

—¿Que se supone que hagamos con la hija de Afrodita? —cuestionó Annabeth irónicamente.

—¿Demostrarle amor? —cuestionó Percy aún de manera ida mientras Grover lo mojaba.

—Si, ¿como?

—Fue una buena decisión. —dijo Percy mientras Grover dejaba de mojarlo. Se intentó parar pero cayó al instante. —Creo que no.

—Tal vez deba ser agua en movimiento para que Poseidon pueda hacer algo. —dijo Annabeth sin dejar de mojar a la rubia.

Se escucharon algunos golpes provocando que dejaran de mojar a los semidioses, Annabeth miro hacia atrás; un coche blanco salió volando.

—Creo qué hay que volver a dentro. —dijo.

—No, hay que seguir intentando. —interfirió Grover.

—No está funcionando, y ya viene.
—miraron hacia atrás. Edquina caminaba hacia ellos. —Okey, mira. Volvamos adentro y los llevamos al altar.

—¿Altar? ¿En donde hay un altar? —cuestionó Grover. Él y Annabeth estaban parados mientras los dos rubios los observaban.

—El punto más alto, la mejor vista.

—Okey, pero ¿eso de que va a servirnos? —preguntó Grover.

—Llegamos al altar y le pedimos ayuda a mi mamá. —respondió Annabeth.

—Creí que no había que pedirla. —dijo Percy levantando la vista.

Annabeth lo miro y luego miro hacia Edquina.

—Rápido, hay que llevarlos.

Los sacaron del agua y comenzaron a meterlos al templo, sin embargo Annabeth se quedó parada por unos momentos.

—Oigan, ¿oyeron eso?

Percy y Grover, quienes iban adelante la miraron.

—¿Que cosa? —cuestionó Percy.

—No importa, caminen.