Pablo, Sara, Héctor y Mariela son cuatro amigos que tienen sus vidas adultas resueltas o eso es lo que aparentar tener. Con el inicio de un divorcio entre Pablo y Sara y el casi matrimonio de Mariela, ellos comenzaran a reflexionar si sus decisiones...
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Cuando malgastamos nuestro tiempo pensando en lo que pudo ser y no fue, sentimos nuestra vida diaria, abrumadora y agobiante, el tiempo corre con más lentitud y no dejamos de cuestionar nuestra existencia, pero que ocurre cuando por un segundo tratamos de imaginar el futuro y vivimos solo el presente, ¿Lograremos alcanzar eso que deseábamos en nuestro interior?
Quizás sí, podemos intentarlo.
—Franco escribe la fecha del día hoy en la pizarra—Un chico de cabello claro, típico galancito del salón, se colocó de pie desde los asientos posteriores y luego remover su cabello en un mal intento de parecer atractivo, pasa por mi asiento y me palmea el hombro. —Ya, señoritas, compórtense—Muchas chicas ríen, mientras que Franco solo ríe ante sus gestos.
—Veinticinco de julio del dos mil cinco—Leemos todos en unísono y suspiro con pesadez.
Ya era casi medio año, no recordaba que este año se sentía así de agobiante.
Regreso mi vista a mis apuntes, pero siento que alguien me observa de forma inquisitiva y temeroso me giro observando a mi alrededor, pero trago saliva al ver que Sara me observa entrecerrando los ojos y no puedo evitar recordar lo que ocurrió la noche anterior.
—¿En serio no lo dirás? —Evito su mirada, nervioso, pero ella cruza los brazos—¡Bien, solo deja de seguirme entonces! —grita y me empuja, mientras corre a pesar de la lluvia, mi mente lucha por seguirla, pero al final, solo la observo en silencio.
No pablo, así está bien.
Oculto mi rostro en mis apuntes ante ese recuerdo y solo desordeno mi cabello abrumado.
—Porque me estoy comportando así, parezco un mocoso de menos de veinte años—susurro dándome golpecitos en el pupitre.
—En teoría tenemos menos de veinte años. —Alzo la mirada, molesto ante esa intervención, pero Héctor me sonríe y lo observo con un semblante triste. —¿Quieres ir por un libro a la biblioteca? —pregunta dándome palmadas en el hombro.
Asiento y él ríe ante mi expresión.
—Vamos entonces—Ladea la cabeza y es cuando observo que la profesora se coloca de pie delante de su escritorio y se despide de la clase finalizándola.
Mis compañeros de aula comienzan el bullicio al encontrarnos solos y Héctor me sonríe, nos colocamos de pie y salimos del aula en silencio.
—Bien, ¿Encontraste algo sobre lo que nos ocurrió? —pregunta de la nada y niego con la cabeza, él se recuesta sobre unos libros que están a nuestro alrededor y yo imito su gesto—Quiero, bueno, siento que debo disculparme—Susurra observando el techo de la biblioteca.
Cierro los ojos y estiro mis brazos.
—Perdón—responde y yo solo asiento, comienza a zarandear mi brazo al no escucharme y yo solo rio sin observarlo.