Luivin - Te soñé

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—Quizás en otra vida sí podremos estar juntos y haremos todo lo que no pudimos hacer ahora.

—Te prometo que te buscaré todo el tiempo que sea necesario hasta volver a encontrarte —fue lo último que dijo Kevin antes de que Gerardo cerrara sus ojos para siempre.

Cuando el chico dejó el mundo terrenal, y con el paso de los días, la marca que los unía como almas gemelas desapareció gradualmente de del antebrazo de Kevin sin dejar ningún rastro de su existencia.

Desde tener la inicial de la persona en alguna parte del cuerpo, hasta poder oír su voz de vez en cuando durante diez segundos, existían muchas maneras con las que las personas podían apoyarse para identificar a su alma gemela. Una de las tantas formas de saber sobre esa persona era a través de los sueños, los cuales se empezaban a manifestar una vez que ambas personas habían cumplido la mayoría de edad.

Luego de más de un siglo sin tener ningún tipo de marca que le indicara algo sobre su alma gemela, un día empezó a tener sueños en los que convivía con una persona a la que no conocía y tampoco podía verle la cara, pero extrañamente sentía una gran sensación de felicidad. Eran escasas las veces que tenía esos sueños, y lo que más odiaba era la horrible sensación de tristeza y soledad cada que despertaba, como si se hubiera alejado para siempre de un conocido de toda la vida.

Kevin miró la fecha en la pantalla de su celular, 15 de enero, y suspiró.

«Feliz cumpleaños, supongo»

Había perdido la cuenta de los siglos que llevaba existiendo y cada cumpleaños le importaba menos

💠

Todo estaba oscuro y no podía orientarse en aquel lugar desconocido por más que se esforzara. No había nadie más que él, tampoco era la primera vez que se encontraba ahí, así que con más tranquilidad empezó a caminar. Repentinamente ahora encontraba en un bote sobre un tranquilo océano que reflejaba un hermoso cielo estrellado, lo cual daba la ilusión de que tanto el océano como el cielo eran uno mismo.

El bote lo llevó hasta la orilla de una playa, Kevin bajó lentamente y ahora el nivel del agua era tan bajo que apenas llegaba por debajo de sus rodillas. A él no le gustaba éste tipo de sueños, y no es que fueran recurrentes o malos, pero simplemente no podía controlarlos y se sentía perdido, sin contar que la peor sensación se la llevaba al despertar.

No tenía caso quedarse parado y esperar a ver qué pasaba, a estas alturas ya sabía que el sueño solamente continuaba sólo si Kevin decidía moverse. Ya lo había intentado varias veces; no importaba cuánto tiempo estuviera parado en un mismo lugar, sí él no se movía, no pasaba nada.

Alguna vez pensó: «Tal vez, si espero lo suficiente, pasará algo y luego me despertaré», pero ahí donde estaba el tiempo no pasaba, siempre se veía igual. Comenzó a caminar con calma para salir del agua y, una vez fuera del mar, caminó sin dirección sobre la inmensa playa que tenía por delante. No había ningún ruido, tampoco animales, el mar no producía ruidosas olas, y aún con la incertidumbre siguió caminando hasta que logró divisar a lo lejos la misma silueta de siempre.

Conforme se acercaba, la silueta se hacía cada vez más legible. Se trataba de un joven, aproximadamente de unos veintitantos años, estaba vestido con un short rojo y una camiseta verde. El joven, que se había mantenido de espaldas a Kevin, tenía la mirada perdida en el interminable horizonte y pareció sentir la presencia de alguien más ya que se giró para que quedaran frente a frente.

Kevin quedó fascinado con aquellos ojos cafés que lo miraban fijamente, y una gran sensación de alegría empezó a recorrer su cuerpo. A juzgar por la leve expresión en su rostro, el otro chico parecía sorprendido, pero no impresionado.

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