Cuando Michael y yo nos conocimos.

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La primera vez que conocí a Michael fue el primero de Octubre de 2001. Él vino a mi oficina en busca de un médico local que hiciera visitas a domicilio, al parecer me había encontrado a través de la guía telefónica local. Ese día estaba estaba viendo a mis pacientes, como de costumbre, cuando mi enfermera Sue me dijo de un modo muy tranquilo, que el siguiente paciente era Michael Jackson, luego me entregó la ficha con una sonrisa. Al ver su rostro supe que no era necesario preguntar sí acaso existía otra persona con el mismo nombre. Cuando entré a la sala de examinación, Michael estaba sentado en un silla que se encontraba a mi izquierda. Usaba una chaqueta azul que tenía un escudo en su bolsillo izquierdo, una polera de color blanco con cuello en V, lo que al parecer era un pantalón de pijama de seda de color café atado en su cintura, unos calcetines blancos y mocasines. A pesar de que ese día no llovía, Michael llevaba consigo un paraguas que sostenía contra la pared a la izquierda de su silla. Me presenté como el Dr. Van Valin pero le dije que podía llamarme Barney. Michael se levantó de su asiento y dijo: "Hola Doctor Barney, soy Michael". Mientras hablaba, juntó las palmas de sus manos, como si fuera a rezar, y se inclinó un poco hacia mí. Volvió a tomar asiento, y noté que cuando se sentó puso una revista en su regazo.

Dije "Es un gusto conocerte Michael".

Él me agradeció y luego me dijo "¿No te conozco?", luces muy familiar ¿Nos hemos visto antes? 

Le dije "No, no lo creo y estoy muy seguro de que si nos hubiéramos visto antes, lo recordaría. Sin embargo, el año pasado te vi en una tienda de vídeos en Los Olivos, pero nunca hablamos. Mi hija Bianca me dijo que estabas del otro lado de la tienda. Ella quería que me acercara a observar, pero le dije que creía que era mejor dejarte comprar en paz".

Luego de discutir brevemente sobre sus problemas de salud, comenzamos a hablar sobre otros temas y descubrí que teníamos varios  intereses en común. Los dos amábamos las antigüedades, nos gustaba la música de los 60's y 70's, ambos eramos padres de niños muy pequeños y amábamos el pueblo Los Olivos y el valle  Santa Ynez. Comenzamos a hablar de antigüedades y era obvio que él tenia una muy buena colección. Le dije que mis padres tenían su propia tienda de antigüedades y que yo era el principal proveedor de antigüedades desde 1971 hasta 1984 cuando dejé México y comencé mi residencia en Chicago. Él me preguntó "¿Qué tipo de cosas comprabas en México?" Dije "Mis favoritos eran los carruseles, en Mexico les llaman "Tio Vivo" y ni sabía por qué.

Continué diciéndole a Michael que mis favoritos eran los carruseles en miniatura, hechos para niños, como aquel que se encontraba en el zoológico de Santa Barbara. Pensaba que quizá mi entusiasmo sobre el tema estaba aburriendo a Michael, pero él dijo: "¡No recuerdo haber visto nunca uno de esos carruseles en miniatura para niños! ¿Aún lo tienes?" le dije "El último que tenía es cosa del pasado, ni siquiera recuerdo donde se metió". Luego dije "Las tiendas de antigüedades en México son muy distintas a las que hay aquí Michael, estas tiendas no tenían mucha publicidad por lo que tenía que ir a distintas partes del pueblo preguntándole a la gente si había algún lugar donde vendieran antigüedades. Descubrí que mucha gente no conocía la palabra (antigüedad), y los que si la conocían me dijeron que tendría mas suerte si utilizaba la palabra 'Tiliches'. Me dieron la dirección de un lugar que no tenía nada mas que una puerta, y en su pared el número de la dirección, siempre me dijeron que podría encontrar 'Tiliches' en abundancia en ese lugar. Golpeé esta puerta y entré pasando por la cocina y la habitación de alguien hasta llegar a una puerta trasera, era como entrar a el país de las maravillas de un mundo perdido. Realmente era posible encontrar antigüedades de cientos de años, viejas pinturas no solo pintadas sobre lienzo sino también hechas sobre cobre y estaño. Habían maderas talladas de la época colonial, esculturas de santos con ojos de vidrio que pertenecían a viejas catedrales de todo México, una gran variedad de muebles hechos con madera tallada, animales de carrusel, lamparas de gas e ¡incluso cosas que ni siquiera sabían que eran! Nada tenía una etiqueta con el precio, solo tenías que preguntar y podías negociar un poco, pero los precios eran bastante establecidos. Con el tiempo llegué a conocer a cada vendedor y tienda de antigüedades en Guadalajara.

Michael solo permanecía sentado ahí escuchando de manera muy cortés mientras yo hablaba, hasta que finalmente dijo "A mi también me encantan los carruseles, de hecho tengo uno en el Rancho".

Le pregunté "¿Con caballos de madera originales?

El dijo "Si, los compré en Los Alamos". El se refería a un pueblo que se encuentra a 15 min. de su rancho en Los Olivos.

"Realmente me gustaría que lo pudieras ver, te encantaría". 

Puede que te estés preguntando si acaso estaba abrumado o sin habla al estar en la misma habitación que el Rey Del Pop. La verdad, después de la gran sorpresa de mi enfermera diciéndome que Michael Jackson sería mi siguiente paciente, y después de haber hablado con él por un corto tiempo, se sentía como volver a tener contacto con un viejo amigo.

Al final de la visita, Michael me invitó a cenar con él en su Rancho Neverland. Le pregunté si estaba bien si llevaba a mi hijo Mason, quién tenía 9 años en ese entonces. Él respondió "¡Por supuesto! tráelo, se va a divertir muchísimo". Michael se paró para irse, cuando se inclinó un poco y apuntó hacía la revista "People" que estaba en mi escritorio  y dijo "No deberías comprar eso, es una revista terrible". "Esta bien" le dije, y comencé a reír.


"Conversaciones En Neverland Con Michael Jackson"(traducido)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora