Pijama

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Laia's version

Olivia y yo nos encontrábamos en una pequeña heladería, disfrutando de nuestros helados mientras charlábamos sobre cualquier cosa que cruzara por nuestras mentes. Sin embargo, sabía que, en algún momento, la conversación giraría hacia el tema que Olivia estaba deseando abordar: Brady.

- ¿Así que cómo va todo con Brady? - preguntó Olivia con una sonrisa maliciosa.

- Liv, ya te dije que no pasa nada. Es solo un compañero de clase que insiste en querer ayudarme con estas muletas.

Olivia me miró fijamente y soltó una risa traviesa.

- Laia, he visto cómo te mira. No puedes negar que hay algo más.

- No sé de qué estás hablando. - respondí, intentando sonar convincente.

- Oh, por favor. Te gusta y lo sabes. - dijo Olivia, saboreando su helado con una expresión divertida.

Fruncí el ceño y le lancé una mirada de incredulidad.

- ¡No me gusta! En serio, Liv, solo estamos siendo amigables. Además, ¿cómo podría gustarme? Es demasiado... él.

Olivia soltó una risa burbujeante.

- Laia, no te engañes a ti misma. Se nota a kilómetros que hay química entre ustedes. Esos roces de manos accidentales, esas miradas cómplices... lo sé todo.

Me encogí de hombros, intentando desviar la conversación.

- Sea como sea, no va a pasar nada entre Brady y yo. No estamos en esa onda.

Olivia me miró con una ceja levantada y una sonrisa socarrona.

- Está bien, Laia. Pero te veo sonrojada cada vez que menciono su nombre.

- No estoy sonrojada, solo hace calor aquí adentro.

Olivia se rió y continuamos disfrutando de nuestros helados, pero en el fondo, una pequeña parte de mí sabía que tal vez Liv tenía razón. Brady no dejaba de sorprenderme con sus gestos amigables y su preocupación genuina. Sin embargo, admitirlo en voz alta era otro asunto.

Al finalizar nuestro helado, nos levantamos para irnos, pero antes de salir de la heladería, Olivia me miró con complicidad.

- Solo te diré una cosa, Laia. No descartes la posibilidad de que algo más esté sucediendo entre tú y Brady. A veces, la realidad es más sorprendente de lo que pensamos.

Mientras caminábamos de regreso a casa, no pude evitar repasar en mi mente todas las interacciones con Brady. ¿Había algo más en esas miradas cómplices y sonrisas compartidas? Aunque quería convencerme de que era solo amistad, una pequeña voz en mi cabeza me decía que Olivia podía tener razón.

Días después en una tarde lluviosa parecía reflejar mi estado de ánimo. Llevaba dos semanas en reposo, y mi pie, a pesar de la aparente mejora, todavía me dolía intensamente en algunos momentos. La frustración crecía en mí, y cada paso que daba con mis muletas era una dolorosa reminiscencia de mi limitación.

Aquel día, mis padres habían salido al supermercado y, por alguna razón, no habían podido regresar a casa. La soledad se había apoderado de mí, y la sensación de dolor se volvía casi insoportable. Necesitaba compañía, y pensé en llamar a Olivia para que viniera a mantenerme compañía, pero ella parecía ocupada. Sin embargo, en un giro inesperado, Olivia me había dicho que no podía venir, pero que enviaría a alguien más para hacerme compañía.

Minutos después, escuché un suave golpe en la puerta. Al abrirla, esperaba ver a Olivia, pero en su lugar, me encontré con Brady de pie bajo la lluvia.

- ¿Brady? ¿Qué estás haciendo aquí? - pregunté, sorprendida.

- Olivia me pidió que viniera a hacerte compañía. Dijo que estabas sola y necesitabas alguien. ¿Puedo entrar?

Asentí, aún procesando la sorpresa de su presencia. Brady entró a mi casa, y cerré la puerta detrás de él.

- Olivia realmente me sorprendió con esto. Pensé que vendría ella.

Brady sonrió, mirándome con esa calidez característica.

- Bueno, aquí estoy yo. ¿Cómo te sientes?

- Mi pie duele más de lo normal hoy. - admití, dejando escapar un suspiro frustrado.

Brady asintió comprensivamente.

- Tal vez deberías descansar. No quiero que te fuerces demasiado.

Levanté la mirada hacia él y agradecí su preocupación genuina.

- Gracias, Brady. ¿Quieres algo de tomar o...?

Antes de que pudiera terminar la frase, mi atención se desvió hacia el charco de agua que se había formado bajo sus pies.

- ¡Oh, Dios mío! ¡Estás todo empapado! - exclamé, sintiendo una mezcla de emoción y preocupación.

Brady se encogió de hombros, intentando parecer despreocupado.

- No es gran cosa. Es solo agua.

- ¡Espera aquí! - le dije mientras cojeaba hacia la cocina en busca de toallas.

Cuando regresé, le ofrecí una toalla y me quedé allí, observando cómo se secaba el pelo. Fue entonces cuando noté la mirada curiosa y sonrojada de Brady.

- ¿Qué pasa? - pregunté, sin entender por completo su expresión.

- No me había dado cuenta de que estabas... en pijama. - admitió, ruborizándose.

Miré hacia abajo y me di cuenta de que, en mi afán de aliviar el dolor de mi pie, me había olvidado de cambiarme de ropa.

- ¡Ay, por Dios! Lo siento, ni siquiera me di cuenta. Debería haberme cambiado antes.

Brady rio suavemente.

- No te preocupes, Laia. No estoy aquí para juzgar tu elección de pijama.

Aunque la situación era inusual, ambos compartimos una risa cómplice. A medida que pasaba el tiempo, la tarde lluviosa se volvió más cálida con la presencia de Brady, y aunque mi pie seguía doliendo, el dolor parecía un poco más soportable con su compañía.

𝙏𝙝𝙖𝙩 𝙇𝙞𝙗𝙚𝙧𝙤 - 𝘽𝙧𝙖𝙙𝙮 𝙉𝙤𝙤𝙣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora