Soy un buen perdedor

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Después de llevar a Laia arrastrada a la premiación, no la solté ni un segundo. Sus ojos brillaban con intensidad cuando recibió el trofeo y el premio a la deportista destacada. Era una imagen que quedó grabada en mi memoria, mil veces más radiante que cuando me declaré.

Sin embargo, después de la premiación, Laia cambió su actitud hacia mí. Aún sostenía su trofeo mientras me miraba con una expresión juguetona.

- Eres un idiota, Noon.

- ¿Pero qué te hice?

- Esperar demasiado para decirme tus sentimientos, idiota.

- Tienes razón, pero ya te expliqué por qué lo hice.

- Bla bla bla.

- Ven y nos tomamos fotos, jones.

- Adiós - dijo Laia mientras empezaba a correr riéndose.

- ¡LAIA, VEN AQUÍ!


Aunque Laia se quejó, su risa resonaba en el ambiente. Me apresuré a seguirla, persiguiéndola entre risas y bromas.

Nos detuvimos en una zona del Minneapolis Convention Center, donde la iluminación era perfecta para fotos. Laia sostuvo su trofeo y comenzamos a tomar fotos juntos, haciendo caras graciosas y gestos divertidos. Cada imagen capturaba la alegría del momento y sellaba la victoria de nuestro equipo.

Después de la sesión de fotos, Laia y yo nos sentamos en un rincón tranquilo del centro, compartiendo risas y recuerdos. Aunque el cansancio comenzaba a hacerse presente, la emoción del triunfo y la conexión entre nosotros mantenían la energía viva.

- Sabes, eres un buen perdedor - comentó Laia, mirándome con complicidad.

- ¿Un buen perdedor? ¿Y eso por qué? - pregunté, fingiendo indignación.

- Porque a pesar de perder en la final masculina, has ganado algo mejor - dijo ella, señalándose a sí misma de manera juguetona.

- ¿Y qué he ganado de tan especial? - repliqué, sonriendo.

- A mí, idiota - respondió Laia con una sonrisa coqueta.

El ambiente se llenó de risas nuevamente, y continuamos disfrutando del momento. A medida que la noche avanzaba, la celebración se trasladó a un restaurante cercano, donde compartimos una cena con todo el equipo.

En el restaurante, el equipo se unió para brindar y celebrar juntos, compartiendo anécdotas y expresando gratitud por el esfuerzo de cada uno. Laia y yo seguíamos coqueteando y riendo, disfrutando de la victoria y de la conexión que se había fortalecido entre nosotros.

- Bueno, Noon, parece que a pesar de ser un "buen perdedor", has ganado a la mejor compañía para celebrar esta noche.

Sonreí ante sus palabras, agradecido por el giro inesperado que había tomado el día. Laia y yo continuamos coqueteando y compartiendo risas, sabiendo que esta victoria no solo era para el equipo, sino también para nosotros.

La noche continuó con risas, historias compartidas y un ambiente de camaradería que solo se experimenta después de una victoria tan significativa.

Laia y yo nos encontramos en un rincón más tranquilo del restaurante, lejos del bullicio, donde pudimos seguir disfrutando de nuestra complicidad. Los momentos cómplices se sucedían, y la tensión romántica entre nosotros se mezclaba con la alegría de la victoria.

Después de la cena, decidimos dar un paseo por las calles de Minneapolis, disfrutando de la brisa fresca y del ambiente nocturno de la ciudad. Laia caminaba a mi lado, su trofeo en una mano y la otra entrelazada con la mía. Había una conexión especial entre nosotros, y la complicidad se manifestaba en cada gesto y mirada compartida.

- Sabes, Noon, no puedo creer que hayamos ganado. Esta noche es increíble, ¿verdad? - dijo Laia, mirándome con ojos brillantes.

- Sí, es asombroso. Y no solo por tu victoria en el torneo, sino por todo lo que ha sucedido esta noche - respondí, devolviéndole la mirada.

- Y pensar que al principio del día estaba nerviosa por cómo se desarrollarían los partidos. Pero todo resultó mejor de lo que imaginaba - comentó, sonriendo.

- Bueno, al final, todos dimos lo mejor de nosotros y conseguimos algo grandioso. Y ahora, estoy aquí contigo, disfrutando de esta noche - dije, apretando suavemente su mano.

Caminamos por las calles iluminadas de la ciudad, sumergidos en la atmósfera triunfante y en nuestra propia burbuja de complicidad. Mientras cruzábamos un parque, Laia se detuvo y señaló hacia el cielo estrellado.

- Mira, Noon, las estrellas. Siempre me han fascinado. ¿Sabías que cada estrella tiene su propia historia?

- No lo sabía, pero me encantaría escucharlas. ¿Cuál es la historia de esa estrella allí? - pregunté, señalando una estrella brillante.

Laia comenzó a inventar historias cómicas y fantásticas sobre las estrellas, y nos sumergimos en una conversación ligera y llena de risas. A medida que avanzábamos, la complicidad entre nosotros se intensificaba, y no podíamos dejar de coquetear y compartir momentos cómplices.

La noche llegó a su fin, pero la conexión entre Laia y yo continuaba creciendo. Al llegar al hotel, nos despedimos con una promesa de seguir celebrando y disfrutando de los momentos especiales que la victoria nos había brindado.

Esta noche memorable no solo nos dejó el título nacional, sino también el inicio de una historia que estaba destinada a ser única y llena de emociones.

𝙏𝙝𝙖𝙩 𝙇𝙞𝙗𝙚𝙧𝙤 - 𝘽𝙧𝙖𝙙𝙮 𝙉𝙤𝙤𝙣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora