Epílogo

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El verano marcó el final de una etapa y el comienzo de nuevas aventuras. Laia y yo nos sumergimos en un sinfín de recuerdos que atesoraríamos por siempre. Después de la intensidad de la competencia, la graduación y nuestras decisiones sobre la universidad, nos enfrentamos a un periodo de tranquilidad y reflexión.

Laia, con su impresionante aceptación en todas las universidades de la Ivy League, tomó la decisión de embarcarse en un nuevo capítulo en la Universidad de Columbia. Era un paso significativo, pero sabía que mi "libero favorita" estaba destinada a lograr cosas extraordinarias.

Mientras tanto, mis propios caminos universitarios aún estaban en proceso de definición. Con aplicaciones en diversas instituciones, enfrenté la incertidumbre del futuro con un atisbo de emoción y nerviosismo. Mi amor por la actuación y la posibilidad de estudiar en Nueva York eran opciones que sopesaba.

La distancia universitaria no amilanó nuestra relación. Laia y yo, ahora novios consolidados, navegamos por los desafíos de la vida universitaria con llamadas nocturnas, mensajes y visitas ocasionales. Aprendimos a crecer juntos, pero también a apreciar el espacio necesario para nuestras propias experiencias.

El vóley siguió siendo una parte intrínseca de nuestras vidas, aunque nuestras trayectorias académicas nos llevaron por distintos senderos. Los recuerdos de la final nacional y las victorias compartidas forjaron un lazo indeleble, y cada vez que un balón golpeaba el suelo, recordábamos con nostalgia esos momentos cruciales en nuestra juventud.

Columbia se convirtió en el escenario donde Laia desplegó su destreza académica y atlética. Su persistencia y dedicación en el vóley la llevaron a destacarse, mientras que su brillantez académica la posicionaba como una estudiante destacada. Orgulloso, asistía a sus partidos, sintiéndome afortunado por ser parte de su viaje.

A medida que los años avanzaban, nuestras metas y sueños individuales se mezclaron, construyendo un futuro compartido. Decisiones de carrera, proyectos conjuntos y la promesa de seguir creciendo juntos nos guiaron en esta travesía.

En cada hito, Laia demostró ser no solo mi amor, sino también mi apoyo constante y mi compañera en todas las facetas de la vida. Nuestro amor juvenil maduró con el tiempo, convirtiéndose en una base sólida sobre la cual construiríamos nuestro futuro.

La historia que comenzó en un aula de matemáticas y se desplegó en las canchas de vóley ahora se extendía a través de las calles de Nueva York y los pasillos de la Universidad de Columbia. No sabíamos exactamente qué nos deparaba el destino, pero lo enfrentábamos juntos, con amor, risas y la promesa de que, sin importar las vueltas del camino, siempre tendríamos el uno al otro.

Nuestro cuento de amor continuaba, capítulo tras capítulo, trazando la historia de dos almas destinadas a crecer juntas, a enfrentar desafíos, celebrar éxitos y, sobre todo, a amarse con la misma intensidad con la que comenzó todo aquel día en la clase de matemáticas.

𝙏𝙝𝙖𝙩 𝙇𝙞𝙗𝙚𝙧𝙤 - 𝘽𝙧𝙖𝙙𝙮 𝙉𝙤𝙤𝙣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora