Capítulo 1

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— ¿Crees que tenga fetiches raros?

Frunzo el ceño mientras la voz del profesor Itoshi se apaga y la de Bachira entra en mi cabeza, lo miro como si se estuviera volviendo loco y niego lentamente.

— ¿En qué estás pensando? — pregunto.

Bachira se encoge de hombros.

— El nuevo profesor es caliente y eso incluso tú lo sabes.

— No estoy pensando precisamente en lo caliente que es. — murmuro.

Mi mejor amigo me alza una ceja y regreso la mirada al frente. Mi cara enrojeció de un rojo brillante y el calor comenzó a embargarme todo el cuerpo.

Maldita sea. Lo que menos quería es justo lo que está pasando.

Llamar la atención del nuevo profesor.

Ya he tenido suficiente con el viejo Ego, ambos nos hicimos sufrir al punto de llevar nuestra rivalidad fuera de la universidad y ahora que se ha jubilado, me he propuesto ser el alumno ejemplar, cero peleas, cero faltas de respeto y esas cosas, quiero pasar mi último año desapercibido, no bajo el escrutinio público.

— ¿Algo que nos quiera compartir, Isagi?

Su voz es ronca, me mira debajo de esos anteojos cuadrados de profesor recto y gruñón, sus ojos verdes esmeralda esperan una respuesta y es hasta que se moja los labios con la lengua que reacciono, dándome cuenta de la dirección de mis pensamientos: Bachira no miente, Itoshi jodidamente es demasiado guapo y caliente, joder, ¿no pudieron poner un profesor más viejo y menos guapo?

— Lo siento, no estaba prestando atención — acepto.

— Claro que no lo hacía . — dice, se ajusta las gafas con el dedo medio y vuelve su atención a la pizarra.

Suspiro porque es todo, no ha llevado a más, aparto la mirada y aprovecho para darle un codazo a Bachira, que se queja y estoy con la mirada en mis notas como para saber si Itoshi está viéndonos de nuevo.

Cuando la clase termina, estamos levantándonos de nuestros asientos, paso a un lado del escritorio del profesor e inmediatamente siento el escalofrío de problemas recorrerme la espalda, yo lo llamo mi sentido arácnido.

— Isagi, necesito que se quede un segundo. — la voz del profesor me detiene, Bachira pasa por mi lado palmeándome el hombro y me abandona tan rápido como puede, el profesor espera a que no haya nadie para volver a hablar —. Siéntese, no muerdo.

Me pasa su silla que más bien es un sillón demasiado cómodo, me siento y él se apoya en la esquina del escritorio.

— ¿Necesita algo? —pregunto.

Toma una carpeta del escritorio que deja sobre sus muslos y la palmea.

— Su expediente dice demasiado de usted — afirma —. Pero soy de las personas que prefieren conocer antes que dejarse llevar por lo que le dicen... o por lo menos por lo que está escrito aquí. —hace una pausa —. No me decepcione.

¿Y? ¿Es todo?

— No lo haré... supongo — siseo —. Quiero decir, es mi último año.

Él me mira, esperando que le diga algo más aunque no tenga nada más que decirle, el silencio se hace incómodo hasta que trago saliva y puedo jurar que se escucha.

— ¿Puedo irme?

El profesor suspira, se pone de pie y deja mi expediente sobre su escritorio.

— Me gustaría que se tomara en serio mi clase, Isagi. Lo digo de verdad, está a una de suspender la materia, —me mira y señala la salida —. Lo que necesite, aquí estoy. Puede irse.

No me lo dice dos veces, me pongo de pie, mis cosas en brazos y salgo de ahí pitando, siento que respiro hasta que llego a mi casillero y guardo los libros. ¿Qué fue eso?

Maldita sea si eso no fue demasiado raro. ¿Algún profesor incluso se toma la molestia de aconsejar a sus alumnos? A los míos en toda mi vida escolar les ha importado muy poco lo que pueda hacer en sus materias.

— ¿Y?

Bachira aparece de la nada, su sonrisa cómplice me hace poner los ojos en blanco.

— Todo esto es tu culpa — acuso —. Me tiene en la mira sin siquiera haber hecho algo.

— Él no te tiene en la mira — se defiende.

— Lo hace totalmente, tiene mi expediente en su escritorio, lo está estudiando hoja por hoja.

Bachira suspira.

— Te tiene en la mira — acepta sarcástico —. Pero no es el fin del mundo, amigo.

— El mío si — mi móvil suena y veo la pantalla iluminarse con el nombre de mi madre, —. Y no voy a responder esto.

Es todo lo que necesita mi señora madre para aparecerse en la universidad media hora después con cara de pocos amigos, Bachira me deja en cuanto la ve llegar como el mal amigo que es y yo no tengo a donde irme porque ella va a encontrarme de todas formas.

— No grites demasiado — pido cuando llega a mi y está abriendo la boca para reclamarme.

— ¡Estás vivo! — grita, ignorando mi petición —. Gracias a Dios que vine para saber que estás bien, ¿podrías responder mis llamadas?

Cierro los ojos, como si eso fuera a esconderme de todas las miradas que está atrayendo.

— Estaba en clase.

— Cariño — me abraza y vuelve a ser la madre más amorosa del mundo —. Me hubieras dicho.

Me da un beso en la mejilla y estoy seguro de su labial rojo manchándome.

— No podía — miento —. No tenías que venir hasta aquí.

— Si tenía — regaña —. Vámonos.

— Mamá, tengo una última clase. —me quejo.

— La cancelas, no es como si fuera la primer clase a la que faltas.

Ruedo los ojos mientras se engancha a mi brazo y me empuja con ella fuera de la escuela, Bachira se despide de mí a lo lejos y le enseño el dedo de en medio por lo mal amigo que ha sido en todo el día.

Incorrecto [Rinsagi+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora