— Necesitas calmarte un poco, amigo, todo va a estar bien.
Kunigami tiene el pelo echado hacia atrás en un innecesario intento de arreglarse las marañas naranja de diario y se le desarregla un poquito cuando se pasa las manos por el pelo.
— ¿Cómo sabes que va a aceptar? — pregunta por tercera vez en lo que va de la mañana. Ruedo los ojos con diversión, sintiéndome totalmente un casamentero por unir a dos de mis muy buenos amigos.
— Lo sé — le paso las manos por el pelo que se le ha levantado un poco —. ¿Quieres dejar de tocarte el pelo? Piensas que lo arreglas pero no es así.
Bufa.
— ¿Por qué estás peinado? — sisea Bachira, que llega chupando una paleta —. ¿Crees que le vas a gustar más así? ¡Te ha visto despeinado durante toda la vida!
— Es lo que le he dicho — murmuro —. No es como si Chigiri no sepa cómo se ve normalmente.
— ¿Yo qué? — pregunta la inconfundible voz del pelirosa y es nuestra señal para salir de ahí y dejarlos solos y hacer lo que sea que vayan a hacer después de que Kunigami se le declare, porque así de cursi es mi amigo, la reputación de fuckboy que tiene es solo una fachada para esconder al romántico empedernido que lleva.
— ¿Una apuesta? — pregunta Bachira cuando estamos lo suficientemente lejos de nuestros amigos.
Lo miro con los ojos entrecerrados.
— No estamos apostando sobre la relación de nuestros amigos — le reprendo.Pone los ojos en blanco, agitando la mano para restarle peso a mis palabras.
— Ok, señor aguafiestas. Y hablando de señor — murmura y mira al frente, sigo su mirada y me encuentro a Itoshi viniendo hacia nosotros.
Me quedo paralizado por un segundo hasta que pasa por nuestro lado y dice alto y claro: —. Señor Isagi, acompáñeme por favor.
Y es todo lo que necesito para desprenderme de Bachira e ir detrás de él en cuanto me da la espalda, estoy consciente de cómo debe verse esto; un alumno yendo a ser reprendido por un profesor, una reunión de advertencia sobre buen comportamiento o esas cosas, y para ser exactos, eso es lo que pienso que pasará, un Itoshi Rin enojado porque no he estado en clase, regañándome porque no me estoy tomando las cosas con la seriedad necesaria y estoy preparado para echarle la culpa a la gripe y jurar que no volverá a pasar, que cuando entramos a un salón vacío y cierra la puerta detrás de mi, arrinconándome contra ella, me paralizo.
Por segunda vez en el día me paralizo.
Itoshi está con ambas manos en mis hombros, su pierna se abre paso entre las mías y estoy demasiado embriagado por su loción como para protestar. Sus ojos esmeralda están fijos en los míos, se moja los labios con la lengua y su pecho subiendo y bajando ligeramente más rápido demuestra que no soy el único perturbado aquí.
Me aclaro la garganta aunque no sé aún qué voy a decir, pero no tengo que pensar mucho porque me besa. Acorta la distancia entre nosotros, nuestras bocas chocan, su lengua se abre paso y busca la mía, enredándola en un fuerte y muy, muy caliente beso, suelto un jadeo, derritiéndome entre él y la puerta, me agarro con firmeza a su traje perfectamente puesto, su pecho se siente firme contra mis manos.
No tengo que preocuparme demasiado por no ser el mejor besador del mundo porque él guía el beso, él manda en esto. Me agarra con firmeza el pelo, echándome la cabeza hacia atrás y profundiza el beso, suspiro y luego otro jadeo, que no es mío, es de él, se aparta y me encuentro buscando su contacto nuevamente, como un cachorrito que quiere atención aunque no consigo nada más.
Abro los ojos, él me mira la boca, como si estuviera luchando contra sus impulsos para no echarse encima de mi otra vez y besarme.
Yo quiero que sus impulsos ganen.
— Hmm — balbuceo, sin saber qué decir.
— Eso es un buen primer beso — rompe el silencio, el fuego en sus ojos ha desaparecido y ahora ha vuelto a ser el mismo Itoshi Rin de siempre —. ¿No?
— ¿Me está preguntando? — chasqueo la lengua —. Eso es un poco injusto, no es como si tuviera manera de compararlo con otros.
Gruñe.
Ladeo la cabeza, ¿acaba de gruñir?
— No puede — me dice, suena como una orden.
— ¿No puedo qué, profesor? — No tengo tiempo de sorprenderme por mi tono, que, de hecho, es demasiado coqueto y desafiante para mí porque vuelve a acercarse a mí y me sujeta del cabello con fuerza, me obliga a mirarlo a los ojos.
— No puede compararlo con nadie más.
Ah, bueno.
— Y ahí van mis ganas de salir y besar a media universidad — bromeo.
Pero en serio, ¿qué en el mundo está mal conmigo? ¿Lo estoy desafiando?
— ¿Está jodiendo conmigo? — pregunta, el filo en su voz.
Alzo la ceja —. ¿No? Aún.
Entonces, ¿Itoshi me besa y ya soy un boca floja con él? Al parecer si.
— Isagi...
Puedo verle los músculos tensos a través de su traje, sonrio.
— ¿Está marcando su territorio aquí, profesor? — pincho —. De modo que si quiero besar a alguien, ¿puedo venir y besarlo a usted?
Espero que se retracte, que enloquezca y diga que no puede volver a pasar, que me haga a un lado y salga, fingiendo que nada pasó, pero la negación no llega y él sigue aquí, firme.
— Si eso es lo que quiere.
Alzo las cejas, entrelazo mis manos detrás de su cuello y choco nuestras bocas, es un beso corto pero no me retiro porque tiene sus manos en mi cintura.
— ¿Y está bien con eso? — inquiero.
— Totalmente.
— ¿Pero? — pregunto al oír la vacilación en su voz —. Por supuesto que hay un pero.
— Nadie puede saberlo — dice al fin —. Ni sus amigos ni...
— No es como que vaya a publicarlo en el periódico escolar — me burlo —. Puede estar tranquilo.
— ¿Por qué sonríe? — pregunta, ladea la cabeza como un pajarito.
— ¿Lo hago? No me había dado cuenta — Me saboreo el beso con la lengua —. Es solo que no creo que esto esté pasando.