— ¿Tiene usted algo que ver con Kunigami?
Es lunes, tengo la última clase con Itoshi y soy el primero en entrar a la sala de conferencias, lo que me parece apabullante y frustrante, no quiero estar solo en un lugar con el profesor, principalmente porque he descubierto lo mucho que me atrae, no soy capaz de apartar mi mirada de él, ni siquiera cuando me está preguntando por Kunigami.
— Es un buen amigo — acepto —. ¿Por qué?
Se acomoda las gafas desde su lugar.
— Es un chico problema —responde —. Me temo que ese tipo de compañías no le vienen bien a estas alturas del curso.— ¿Ahora es mi cuidador? — respondo con los brazos cruzados —. Solo es mi amigo, no vamos a drogarnos ni a tener sexo por ahí.
Ok, lo del sexo estuvo de más, lo acepto.
— Soy su profesor y como tal debo...
— Si si, su prioridad somos todos sus alumnos — hago una pausa —. Ayer no llevaba gafas. ¿No las necesita en realidad?
Se ajusta las gafas con el dedo medio y asiente.
— Solamente cuando necesito revisar proyectos, la vista se cansa.
— Lo sé —mascullo —. Me gusta de las dos formas.
Abro mucho los ojos de golpe, incluso Itoshi parece sorprendido ante mis palabras. Estoy jodido, ¿acabo de decirle a mi profesor que me gusta?
— No es lo que quise decir — me apresuro —. Es solo que... como sea va bien. Es todo.
Asiente.
— No tiene que excusarse — dice —. Es como si yo dijera que el cabello revuelto le queda mejor que acomodado.
Boqueo.
— ¿Acaba de hacerme un cumplido?
Estoy desde mi lugar, que es tres filas arriba para poder apreciar la pantalla completa sin lastimar mi vista, así que creo que he gritado de más. Itoshi mira hacia la entrada, donde afortunadamente aún no hay nadie y suspira.
— No hice tal cosa.
— Pareció.
— Isagi...
— Itoshi...
— ¿Cuándo le dejé tomarse tanta confianza?
— Cuando me dejó entrar a su casa — pincho —. Tiene buen gusto, por cierto.
— Lo sé — es todo lo que dice porque el cúmulo de estudiantes se apresuran a entrar cuando ven que el profesor ya está en el escritorio aunque no los deja afuera porque están a tiempo.
Trago saliva, obligándome a desviar la mirada de Itoshi, ya no estamos solos, cualquiera puede ver perfectamente que no le quito la mirada de encima.
— ¿Estás bien? — me pregunta Bachira cuando llega a mi, no nos hemos visto en todo el día y tampoco he respondido a sus llamadas, así que mi pobre amigo tiene mucho que preguntar —. Maldita sea, casi le llamo a tu madre para preguntar por ti.
— Estoy bien, solo quería alejarme de la realidad un segundo.
— ¿Un segundo? — jadea —. Fue todo un maldito fin de semana, incluso fui a tu departamento pero no estabas, dejé una nota, ¿la viste?
Niego.
— Lo siento.
— Da igual — pone los ojos en blanco —. ¿Qué pasó?
Itoshi comienza la clase así que no puedo darme el lujo de contarle todo a Bachira, lo hago prestar atención con la promesa de que más tarde le cuento.
— Esta tarde estuve subiendo sus calificaciones, ahora mismo pueden revisar desde sus dispositivos inteligentes — dice. Su voz tan firme —. Si tienen alguna duda, es momento de hacérmelo saber.
Reviso mis calificaciones y no puedo creer lo que veo. Un cinco. El maldito me reprobó.
— Eh —levanto la mano —. ¿Estoy reprobado?
Itoshi asiente.
— No veo por qué la sorpresa — responde —. Siguió llegando tarde a mi clase, el último proyecto dejó mucho que desear y, sin duda, sin duda, merecía un cuatro, fui bueno con usted. Ahora, si no hay más que decir, no me haga perder mi tiempo y terminemos con la clase de hoy.
Todos se levantan y van saliendo poco a poco de forma automática.
— ¿Vamos?
Bachira está en el pasillo esperando por mi.
— Te alcanzo en un rato, tengo que pasar esta maldita materia.
— No es el fin del mundo —dice —. Queda tiempo.
Lo sé, pero quería irme limpio este último año.
— Te alcanzo luego — digo y regreso a la sala. El profesor deja su laptop en el escritorio cuando me ve entrar.
— ¿Necesita algo, Isagi?
— Me reprobó porque me odia — consigo, es lo mejor que se me ocurre porque no tengo otra cosa que decirle, —. No considero que tenga suficientes motivos reales para reprobarme.
Itoshi alza la ceja, parece divertido.
— ¿Motivos reales? — se lleva una mano a la barbilla y finge pensar, se ve tan odioso haciéndolo —. Tengo motivos reales, Isagi, usted ni siquiera presta atención a mis clases, y, por si ya lo olvidó, llegué poco después de que su profesor anterior se jubilara, así que viene arrastrando esa mala calificación desde antes.
— Pensé que...
— ¿Que todo se borraba cuando un profesor se iba? Por supuesto que no, ahora aproveche lo que queda del curso para salvar mi materia, ya no es lo que viene arrastrando de Ego, es mi clase y quiero que se la tome en serio.
Aprieto la mandíbula, Itoshi está tan cerca de mí que puedo oler su perfume, es embriagador de alguna forma, me encuentro respirando profundo para tener más de esa fragancia.
— ¿Es todo? — interrumpe.
Trago saliva, doy un paso al frente y, pensando en que probablemente esté firmando mi sentencia de muerte, lo beso.
Yo sé que es la cosa más estúpida que he hecho nunca, sé que probablemente después de esto termine expulsado y mi sueño de graduarme y ser el mejor mercadologo se vaya a la mierda, pero es que es ahora o nunca, aunque quiera, no puedo huir lo suficiente de mi madre, no tiene intenciones de echarse para atrás y yo no tengo la suficiente fuerza para negarme a ayudarla, así que aquí estoy, besando al profesor más caliente de toda la universidad y, contra todo pronóstico, está devolviéndome el beso.
Sus labios son suaves, carnosos y ávidos, saben cómo guiarme en el beso, su mano se enreda en mi cabello y me atrae con firmeza hacia él, inmovilizándome, es tan dominante que me derrito, dejo que se aferre a mi cintura, que me atraiga como un imán y su lengua se introduzca en mi boca con fiereza, enredándose con la mía, escucho un gemido, probablemente soy yo deshaciéndome en el beso, jadeo cuando siento como mi pene se revuelve ansioso, me froto con el miembro duro de Itoshi y abro los ojos, él lo hace también y de inmediato me aleja, carraspea la garganta y se limpia la boca.
— Debe irse — sisea.
— Profesor...
— Maldita sea, salga de aquí si no quiere que lo reporte ahora mismo.
Está apoyándose en el escritorio, no me mira, está con la mirada fija en la mesa de madera, saboreo la sensación de sus labios sobre los míos antes de agregar:
— Quería tener mi primero beso antes de casarme.
Y es todo lo que digo porque la vergüenza me hace salir a prisa del lugar.
Estoy loco.
Estoy loco y demasiado cachondo. Tengo una maldita erección que no se baja, y tampoco es como que yo pueda dejar de pensar en la entrepierna de Itoshi creciendo gracias a mi, se excitó, por mi.