Capítulo 10

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Cuando llueve, diluvia.

Y no estoy hablando precisamente del clima.

— ¿Qué quieres de mí?

Se oye un carraspeo del otro lado de la línea y finalmente mi padre se digna a hablar.

— No quiero tu perdón — dice con un tono lastimero —. No lo merezco, simplemente quería decirte que no tienes que caer en los juegos de tu madre. No tienes nada que hacer por ella cuando ella ni siquiera te crió.

Me relamo los labios resecos como si no hubiera tomado agua en lo que va del día.

— No tienes que preocuparte por mi, padre. Lo que haga con mi vida será por mi, no por mi madre ni por ti.

Suspira y creo que voy a colgar aunque mis dedos no estén puestos a ello porque ni siquiera se mueven.

— Entonces, se feliz hijo.

Y eso es todo.

Arrojo el teléfono al sofá y lo veo rebotar, cayéndose al suelo, no hago esfuerzo por levantarlo, al contrario, me siento con la cabeza entre las rodillas, permitiéndome sentir lástima por mí mismo unos minutos.

— ¿Qué tanto le gustan los wafles? — pregunta una voz familiar del otro lado de la habitación, Itoshi está parado contra la pared lanzándome esa mirada gélida de siempre.

— ¿Incluso en las mañanas se levanta y ya tiene esa cara? — respondo en cambio.

Él pone los ojos en blanco.

— Lamento informarle que no tengo otra cara — suspira —. Wafles serán.

Y se abre paso a la cocina.

No sé qué tanto escuchó o cuánto tiempo estuvo parado ahí, pero agradezco que no quiera darme un sermón o me vea con lástima, suficiente tengo conmigo mismo.

— Pensé que alguien con su cuerpo no comería wafles — me permito agarrar una manzana de la encimera y la muerdo, sentándome en el taburete mientras Itoshi comienza con la mezcla.

— ¿Con mi cuerpo? — parece divertido —. ¿Qué pasa con el?

— Bueno, — me encojo de hombros —. Se ejercita, está en buena forma física y, vamos, esos músculos no se mantienen solos.

Enchufa una waflera con forma de... ¿corazón? Al toma corriente y lo interrumpo antes que piense en hablar.

— No tiene una waflera con forma de corazón — me burlo —. ¿Qué es esto, cocinando con tu pareja?

Me mira como si hubiera dicho la cosa más aberrante del mundo.
— ¿Cocinando con tu pareja? ¿No ese programa fue suspendido?

— Me está cambiando el tema — acuso con media manzana en la boca —. Nada en contra de wafles bonitos en el desayuno pero viniendo de usted es un poco raro.

— Oh, no sabía que tenía que cumplir con ciertos estándares.

Me río mientras lo dice y genuinamente es la primera vez que estoy riendo por algo tan estúpido como esto.

— No, no tiene que hacerlo. — coincido.

***

El desayuno con Itoshi se vuelve divertido contra todo pronóstico, resulta que después de descargar sobre una pila de wafles una cantidad obscena de sirope, también agrega un poco de mantequilla de maní y, por supuesto no puede faltar su café caliente. «Es sin azúcar» dijo cuando acusé del exceso de ingredientes.

En algún punto de la noche —después de tener sexo — terminé tan cansado que me quedé dormido en su casa, fue un alivio que no enloqueciera y me echara, de hecho no lo hizo después del desayuno y ciertamente me cumplió los miles de caprichos que se me pudieron ocurrir en todo el día, incluso creo que lo hizo como forma de reconfortarme después de mi desafortunada charla con mi padre, y eso de alguna manera me parece lindo.

— Quiero ver una película — digo después de un rato.

— ¿No quiere salir a correr?

Pongo los ojos en blanco.

— Un día sin ejercitarse no va a cobrarle factura — musito divertido —. Vamos, quiero ver tiburón.

— Podría verla — acepta.

— ¿Con palomitas?

Itoshi está de pie al lado del televisor y la mirada que me dirige está entre la diversión y la exasperación.

— ¿Cuándo accedí a convertirme en su sirviente? — protesta pero ya está de camino a la cocina —. Vaya poniendo la película.

— Si, si.

Pongo la película en la enorme pantalla de setenta pulgadas y comienza a reproducirse, Itoshi regresa cinco minutos después, se sienta en el sofá con las piernas cruzadas mientras yo estoy en el suelo y, aunque preferiría su compañía a un lado, me encuentro siguiendo su toque cuando comienza a acariciarme el cabello con sus dedos.

— No piense en subirse aquí con su culo sucio después de estar en el suelo — brama.

— Estoy cómodo aquí — me río —. No tendría tanta suerte.

Como un puñado de palomitas mientras reprimo la sonrisa tonta que amenaza con salir. Estoy consciente de que esto es totalmente sexual y nada podría ir más allá porque tengo que casarme y, bueno, Itoshi una reputación que mantener. Aunque estoy satisfecho con lo que tenemos ahora.

Más tarde, cuando la película ha terminado y yo estoy a reventar de palomitas, creo que es hora de irme.

— Podría quedarse — escucho cuando tengo mis cosas en mi hombro —. No sería gentil de mi parte dejarlo irse a esta hora.

Compruebo mi reloj. Las diez con treinta.

No es como si fuera súper tarde, pero no digo nada.

— ¿Y va a llevarme a la escuela mañana? — oye, no me culpes si soy fácil de persuadir. Con un tipo como Itoshi Rin diciendo que me quede, no puedo resistirme.

— Eso podría ser un problema — murmura, masajeándose la barbilla.

— Hmm... entonces debería irme.

— No dije que no lo haría — carraspea la garganta —. Deje de ser un necio y venga acá.

Lo sigo con una sonrisita en el rostro, este es probablemente el día que más he compartido con Itoshi y me ha encantado en todos los sentidos. Incluso más cuando entramos a su habitación y es todo manos ávidas desnudándome, me acaricia las nalgas y suelto un gemido cuando las aprieta. Me tira sobre la cama sin mucho cuidado y oh, joder, se desnuda tan rápido que al segundo ya está sobre mi, besándo mi pecho y abdomen hasta llegar a mi polla y es todo lo que basta para hacerme perder en un mar de lujuria y calor.

Las gotas de lluvia golpean contra las ventanas.

Al final sí que ha llovido.

Incorrecto [Rinsagi+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora