— ¿Cómo fue todo? — Preguntó Bachira antes de colgarse de mi hombro.
Lo miro sin prestarle realmente atención y sigo caminando porque voy demasiado tarde a la siguiente clase y lo que menos quiero es llegar tarde a la clase del profesor que me tiene en la mira.
— ¿Estás jodiendome? — insiste —. Suéltalo de una vez, hombre. Que tú madre haya venido a buscarte no es nada bueno.
Me encojo de hombros, tratando de restarle importancia a las cosas que se dijeron ayer.
— Una reunión, familias ricas aparentando, padres hablando de casar a sus hijos. Lo normal.
Bachira me frena, se pone frente a mi, con sus manos en mis hombros y se acerca lo suficiente como si fuera a darme un beso, y se lo daría si no fuera mi mejor amigo y si no estuviéramos a media escuela.
— Voy tarde a la maldita clase. — refunfuño.
— Vamos tarde a la maldita clase — recalca —. Pero, ¿en serio? ¿Lo normal? ¿Se te hace normal que tus padres hablen de casarte con una tipa que ni conoces?
Vuelvo a encogerme de hombros.
— No es como que sea una extraña, fuimos juntos a la escuela.Me pega en la frente con un dedo.
— ¿Eso fue hace, qué, diez años?— No fue tanto — intento zafarme.
— Así haya sido hace dos semanas.
— Si llego tarde a...
Alguien se aclara la garganta detrás de nosotros y tardo un segundo en reconocer a Itoshi Rin, carraspea por segunda vez y siento tanto su presencia que me incomoda.
— Señores, si ya terminaron de abrazarse, les recuerdo que si entro yo primero a la clase, ustedes se quedan fuera.
Bachira le sonríe y me suelta mientras Itoshi Rin pasa por nuestro lado y yo me descongelo de inmediato para correr y adelantarlo, definitivamente no voy a quedarme fuera de la clase esta vez.
Bachira entra casi empujando al profesor, que cierra la puerta detrás de él. Itoshi tiene la mandíbula tensa, deja sus cosas en su escritorio y nos fulmina con la mirada antes de comenzar la lección.
— No te has salvado —me susurra Bachira.
— No voy a contarte nada — respondo tajante.
— Si mi clase no les interesa, pueden salir. —dice una tercera voz.
No hay que ser un genio para saber a quienes se refiere, me siento recto en mi lugar y abro el libro en cualquier pagina mientras siento la mirada del profesor Itoshi lacerándome la cabeza.
Él suspira, se ajusta las gafas y comienza la lección en donde se quedó ayer, es suficiente para que el resto de la clase transcurra sin problemas y estoy más que contento con eso.
Hay un trabajo, algo sobre estrategias de marketing y esas cosas, no estoy prestando toda la atención como quisiera porque realmente no puedo, mi mente se encarga de disociar en los momentos menos indicados, como ahora, que estoy pensando en las arrugas del vestido de mi futura suegra, ¿de verdad nadie pudo plancharle la ropa? Ni siquiera porque tienen millones de salvan de eso.
El lápiz que estoy mordiendo termina por romperse en dos y mis dientes chocan de forma brusca, me quejo, y en otras circunstancias no habría mayor problema, pero ahora, en el salón más callado del mundo, mi quejido se escucha como si tuviera altavoces por todas partes, un par de compañeros se giran a verme, el profesor también lo hace aunque no presta demasiada atención y regresa a lo que sea que esté haciendo en su laptop.
Suspiro aliviado y continuo con los deberes antes de divagar de nuevo.
***
El día escolar termina a las nueve de la noche hoy, así que cuando dan las ocho cincuenta y cinco, yo estoy corriendo entre los pasillos —caminando en zancadas largas— para salir y perderme totalmente de lo que sea que mi madre tenga que hablar con el profesor Itoshi.
Ya es demasiado malo que mi madre se aparezca dos días seguidos en la universidad, no quiero ni imaginar qué es lo que hace con Itoshi en su oficina, y tampoco es como que él haya mandado un citatorio o algo por el estilo, solo ha estado dando la clase durante una semana, no tiene el material suficiente contra mí como para llamar a mi tutor, sea como sea el caso, ella está aquí y yo estoy huyendo de cualquier cosa que me ligue con mi madre y el profesor Itoshi.
Es un miedo infundado, lo sé, podría verme incluso un poco cobarde al desaparecer así, pero oye, la supervivencia del más fuerte, ¿o cómo era? Ni siquiera me considero alguien fuerte, más bien inteligente que sabe retirarse cuando las cosas van mal.
Bachira aparca a un lado de mí y me abre la puerta de su coche desde dentro.
— Sube — dice, y lo hago —. Me da la impresión de que huyes.
Miro por la ventana, mi madre viene con el profesor hacia la salida, ella parece estar buscándome pero el que me encuentra es el profesor, me mira directamente, una arruga entre sus cejas, aquí es donde le dice a mi madre que estoy justo frente a ella, o debería, porque no lo hace, decide ignorarme y, contra todo pronóstico, creo que la está distrayendo.
— Arranca — atino a decir y mi mejor amigo sale pitando de ahí.
— ¿Qué hacía tu madre con Itoshi? — pregunta Bachira cuando nos hemos alejado lo suficiente.
Me encojo de hombros.
— Ni siquiera lo sé.
— ¿Y no quieres saber?
— No.
— Isagi...
— Bachira, sea lo que sea, no quiero...
— Yo solo digo — murmura mi amigo, sigue conduciendo mientras me está mirando a los ojos —. Si quieres saber, podrías preguntarle a alguien...
La deja botando en el aire, lo miro con el ceño fruncido aunque él ya ha regresado la mirada al frente.
— Pues a mi madre — respondo —. Pero no voy a hacerlo.
— No hablo de tu madre — se ríe y señala la guantera —. Abre eso y saca el papel rojo.
Abro la guantera y saco el papel rojo, también hay frituras y bolsas vacías que guardo para tirar después.
— ¿Esto qué es? — pregunto.
Me mira como si fuera lo mejor que ha hecho en años, aunque no me gusta su sonrisa burlona.
— El número del profesor Itoshi — canturrea —. Puedes quedártelo y preguntarle, no me preguntes cómo obtuve el número porque no hay respuesta, solo... si quieres, puedes guardarlo, sino, le mandaré mensaje yo.
— ¿Qué? ¿Por qué en el mundo crees que voy a mandarle mensaje? ¿Y piensas que él va a responderme?
Bachira se encoge de hombros, dobla en el complejo de apartamentos y aparca en la cochera del mío.
— Escucha Isagi, vas a casarte con una mujer que no amas porque tu madre te lo impone, eres gay y no has echado ni un polvo, demonios si no quieres pasar una noche inolvidable con el profesor más caliente de la universidad, dame ese papel que lo haré yo.
Me relamo los labios, intentando decir algo acertado y bajarme del coche, aunque no puedo, Bachira tiene razón en todo lo que ha dicho y por alguna razón, lo único que me molestó es imaginármelo a él hablando con Itoshi.
— Eres un idiota — es lo único que digo antes de bajarme y entrar a mi departamento.
— ¡Soy tu idiota! — escucho desde fuera y sonrío.
Un papel rojo en mis manos con el número de mi profesor, ¿qué podría salir mal? Únicamente voy a preguntarle por mi madre, soy un alumno preocupado, eso es todo.