— Estoy diciendo que no puedes ir simplemente por la vida robándome besos.
Pongo los ojos en blanco con fingida molestia y hago lo que mejor sé, pestañeo desde donde estoy, pareciendo un puto coqueto de primera.
— No voy por la vida, solo por la universidad.
Rin bufa, sus gafas están sobre su cabeza.
— Peor aún.Chasqueo la lengua, indignado porque me prohíba darle besos cuando se me antoje, aunque ambos sabemos que no voy a respetar mucho esa regla.
— Ven aquí — cede y palmea sus muslos —. Dame un maldito beso.
Me río y hago lo que me dice, enrollando mis manos detrás de su cuello.
— Pensaba que no podía dar besos y menos sentarme en tu regazo, profesor.
— Calla —ordena. Me besa en la boca, tan fuerte que me tengo que sostener con fuerza para no irme de espaldas. Rin se encarga de acariciarme las piernas, tiene una manía de quedarse en un punto entre mis pantorrillas y mi tobillo, rozando con las yemas de sus dedos con suavidad —. ¿Qué harás después de clase?
— Ir a casa, si es que mi madre no aparece y me arrastra con ella.
Puedo ver el cambio sutil en su rostro, ese destello de ira encendido en sus ojos que luego desaparece después de un par de caricias detrás de su oreja, sé que le molesta la manera en la que vivo, separado de mis padres fingiendo ser el hijo obediente que espera casarse con la chica que han elegido para él y ya, pero lo único que puedo ofrecerle es esto hasta que el día llegue.
Hace días que mamá ha intentado meterse en mi cabeza, enviándome mensajes y llamando cada hora para saber que estoy bien y que no he escapado aún. Rin hace todo lo posible por ignorar sus llamadas y sale de la habitación para darme privacidad y regresa hasta media hora después, cuando sabe que la llamada terminó, me abraza y me acaricia el pelo hasta que me quedo dormido. Podría acostumbrarme a esto.
Aunque no se lo digo. Nadie puede acostumbrarse a esto, lo tenemos claro.
— Entonces, tengo esta cena con mi familia que mamá se empeña en organizar cada año — dice, jugando con sus dedos en mi piel. Parece... ¿nervioso? —. ¿Quieres venir?
Una punzada me atraviesa el estómago y amenaza con causarme una muerte repentina porque Rin está, jodidamente nervioso preguntando eso. Entonces, como el algodón de azúcar en el que aparentemente me he convertido, me derrito en sus brazos y lo beso.
Mis labios encuentran los suyos con facilidad, mi lengua se mueve al rededor de la suya y él de inmediato toma el control, envolviéndome con sus enormes manos, transmitiéndome su calor a través de ellas. Me separo lo suficiente para ver el hilo de saliva entre nosotros y sonrio.
— ¿Quieres llevarme con tu familia? ¿Como una pareja?
La comisura de sus labios se levanta en una risa bonita, significante.
— ¿Quiero? — pregunta y me río tan cerca de su rostro que nuestros labios chocan, su agarre se aprieta al rededor de mi cintura y sus ojos esmeralda me embriagan por completo —. Joder, si, sí quiero.
— Está hecho — acepto, aunque no tenía planeado negarme —. Pero no voy a ir con esta ropa, debería ir formal, ¿no? ¿Hay alguna clase de etiqueta que deba seguir?
Rin se ríe. Últimamente me ha regalado muchas de esas sonrisas que amenazan con destruir mi mundo y no soy quien para impedírselo. Aunque sé que debería parar.
— Tenemos tiempo de pasar a tu departamento por ropa, nada formal, Isagi.
Respiro, aliviado por no tener que llevar trajes o corbatas que no quiero, eso se lo dejo a él.
— Bueno.
Lo beso en la sien y los dos estamos tan en shock que nos toma como, un minuto en separarnos y regresar a nuestra vieja fachada de alumno - profesor que deberíamos tener en la escuela, luego, carraspeo la garganta y me acomodo la ropa.
No me mal entiendan, no es que un simple beso nos ponga los pelos de punta después de haber, literalmente, follado por toda su casa, más bien es él beso, porque un beso en la frente o en cualquier lado cerca de ahí es más íntimo, ¿no? Es como más tierno y esas cosas. Y ni siquiera compartimos palabras lindas.
No estoy enloqueciendo por un pequeño beso.
Definitivamente no lo hago.
— Isagi — su voz gruesa detiene mi camino a mi lugar, volteo a verlo y abre la boca para decir algo más pero todo mundo entra en la sala de conferencias y cualquier cosa que fuese a decir, queda totalmente sellada como gojo en gokumonkyo.
Y eso está bien, ¿no? No que gojo haya sido sellado, aunque ya está libre, más bien que Rin no diga más porque creo que eso podría haberme desestabilizado de algún modo. Más bien estoy seguro que lo haría, entonces que no diga nada me parece bien.
Bachira se sienta a mi lado, me muestra su teléfono sin decir nada, la foto en su pantalla tampoco dice más allá de lo que se puede ver.
— ¿Por qué supones que debo ver ese pene en tu teléfono? — pregunto un poco asqueado un poco curioso.
Bachira suelta una pequeña risita y pasa a la siguiente foto.
— Ustedes chicos, como sigan viendo eso, me voy a poner duro aquí — susurra Shidou detrás de nosotros.
Bachira, como el raro que es, le enseña más fotos.
— ¿Eso no es contra la ley o algo así? — intervengo —. Mostrar las partes íntimas que la otra persona te confió, quiero decir.
Shidou mira a Bachira y Bachira se encoge de hombros.
— No si son mis partes, duh.
— iugh — hago una cara de asco —. ¿Por qué me enseñas eso?
— Esta se ve mejor — señala Shidou, aparentemente olvidándose de la clase de Rin por completo.
— ¿Quieren prestar atención? — reprendo en su lugar y lo hago lo suficientemente alto como para tener la atención de todo el mundo en la sala. Todo el mundo.
Rin sonríe de lado, mirándome con diversión mientras se recompone las gafas y, wow. Me tiene.
Me gusta. Rin me gusta mucho más de lo que me gustaría admitir.