— Hola cariño, ¿dónde has estado? Te he buscado por todas partes.
Mi madre abre la puerta con una sonrisa de oreja a oreja, digna de comercial si me lo preguntan. Me toma del brazo y me hace entrar, sus tacones resonando contra las baldosas me marean, tengo asco de ella, no quiero estar en su casa, ni siquiera quiero verla ahora mismo, pero se supone que es lo que tengo que hacer, ¿no?
Como buen hijo.
— ¿Cómo te enteraste? — voy directo al punto, no es necesario fingir que nada pasó cuando no tengo corazón ya. Me lo ha quitado.
Ella se sienta con las piernas cruzadas, alisando su vestido.
— No sé de qué hablas, cariño.
— Maldita sea, madre. No finjamos demencia aquí.
— ¡Vocabulario, Isagi Yoichi! No me faltes al respeto.
— ¡No me lo faltes tú! — alzo la voz —. Devuélvele el maldito empleo a Rin, ¿tenías que caer tan bajo, madre? ¿No podías hablar conmigo antes?
— ¿Y de qué hubiera servido? — responde ella, tan calmada como siempre, me desespera —. Últimamente me desobedeces, Yoichi, no sé quién eres.
— Tu hijo seguramente no — bramo —. O haces que le devuelvan el empleo a Rin o no me caso.
Doy la vuelta, enfurecido. Mi madre se ha encargado de controlarme toda la vida, ni siquiera estoy echándole la culpa a ella porque soy el que lo ha permitido todo este tiempo.
— ¡Yoichi! — ella me sigue, me toma del brazo y yo la aparto de un manotazo, chilla como si le hubiera hecho daño pero no me detengo a verla, se que es una farsa para hacerme sentir mal.
Es el momento menos indicado para venir a plantarle cara a mi madre porque no he traído coche, lo dejé cuando Sae llegó por mí a la universidad y me siento un poco patético cuando salgo de la propiedad a paso firme con los puños a cada lado. Y no es hasta que paso por la casa de Rin que recuerdo que vive a pocos pasos de mi madre.
Siento mi corazón volver a la vida cuando veo su auto y me debato entre seguir mi camino y entrar a su casa.
Y bueno, tú y la gente pensante pasarían de largo, ¿yo?
Recorro el camino hasta su puerta trasera, — en mi estancia aqui, aprendí que la mantiene abierta— así que me escabullo por la cocina y lo encuentro
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