Algo ha ido mal.
Lo sé porque Rin salió esta mañana sin decirme a dónde iba, también me dio un beso en la frente — cosa que no hace — y prometió regresar a tiempo para su clase de las nueve, la cosa es, que la clase comenzó hace media hora y no es él precisamente el que está rayando sobre la pizarra.
— ¿Algo?
Tampoco me responde los mensajes o llamadas.
— No. — Bachira se deja caer sobre su silla, suspirando.
— Bueno, en algún momento aparecerá, ¿no? No es como que se lo tragó la tierra. Aún trabaja aquí.
Y como si eso fuera una señal, Sae aparece en la puerta. Me sonríe y saluda al viejo profesor que se acerca a él y después de un rato, el profesor se gira y me mira.
— ¿Señor Isagi Yoichi? Puede retirarse.Frunzo el ceño, aunque no me tomo el tiempo para preguntar por qué debería irme, simplemente agarro mis cosas y me uno a Sae, ni siquiera me despido de Bachira cuando el profesor está cerrando la puerta.
— ¿Qué pasa? — digo, Sae me mira y mira al rededor —. ¿Pasa algo?
En este punto, temo lo peor.
— Solo que necesitamos salir de aquí, chico.
Me empuja a la salida, atrayendo las miradas de todo aquel a nuestro paso porque sí, Sae es atractivo y ese aire de superioridad en él no pasa desapercibido.
— ¿Y Rin? — pregunto —. ¿Por qué vienes a buscarme?
Sae pone los ojos en blanco.
— Haces muchas preguntas, ¿sabías?Bueno, si. Pero eso no quiere decir que no esté en el derecho de hacerlas.
Nos toma al rededor de media hora llegar a una lujosa casa de dos pisos con más extensión de terreno que una cancha de futbol. Bueno, tal vez exagero un poco pero se entiende.
Sae baja del coche y me apura para que lo siga, hago lo que me dice y noto el auto de Rin estacionado cuando llegamos a la entrada.
— Y... aquí llego yo — Sae se despide y antes de irse, me palmea el hombro y agrega: —. Fue bueno volver a verte.
Rin aparece detrás de él, tiene las manos en los bolsillos y mueve la cabeza en un asentimiento en dirección a Sae, luego me mira, cuando finalmente estamos solos, me besa.
— Dios — susurra. Tiene sus manos en mi rostro, me mira como si tuviera miedo de romperme.
— ¿Por qué no fuiste a dar clase? — es lo primero que pregunto —. Todos estuvimos preocupados, el nuevo profesor es un grano en el culo y...
Vuelve a besarme, esta vez lo hace para callarme porque sabe que estoy nervioso. De algún modo siento que esto es todo, es como un adiós o algo así, y su forma de actuar no me está diciendo lo contrario.
— Escucha atentamente porque solo voy a decirlo una vez — murmura. Sus pupilas están dilatadas, sus ojos me miran fijamente y sus manos no han dejado de tocarme en ningún momento, siento su olor a colonia de después del baño y me hace querer restregarme contra su cuello, es demasiado. Rin es... demasiado —. Si me dices que soy lo que quieres, no voy a soltarte jamás, Isagi. Ni siquiera aunque lo pidas a gritos, voy a tomarte como mío porque lo eres desde el primer momento en que te vi, eres mío, Isagi Yoichi. Y soy tuyo si me aceptas.
Y...
Santa mierda.
— Yo... — ¿qué se supone que debo decir a eso? No es como que no me sienta suyo, porque lo hago, realmente siento que estamos conectados, siento que le pertenezco en cuerpo y alma, mis risas son suyas, mi primer pensamiento por la mañana es Rin y lo último que hago al dormirme es besarlo —últimamente — porque dormir en su casa me resulta más cómodo que dormir solo, sin él. Pero... ¿pero? ¿Hay un pero? —. ¿Tú me amas?
Mi pregunta nos toma por sorpresa a ambos, ni siquiera sé por qué necesito escuchar esas palabras salir de su boca, pero lo hago, lo necesito porque entonces sabré que es seguro, que voy a aceptarlo y que es recíproco.
Rin vacila, su ceño fruncido me recuerda a cuando se le va el día explicando un tema entero y él se sumerge por completo, concentrado.
Está pensándolo.
— ¿Rin?
Nuestras manos están unidas, siento sus pulgares rozándome las muñecas, acariciando y luego, se detiene.
— Te amo, Rin — vuelvo a hablar —. Necesito saber si tú lo haces.
— ¿Por qué es importante? — dice en cambio y mi corazón se va con él cuando me suelta las manos.
Jadeo.
— ¿Qué?— Me echaron, Isagi — habla y lo que viene no es bueno —. Tu madre de alguna manera se enteró de lo nuestro, entonces vino a mí esta mañana y amenazó con decirle a todo mundo que había seducido a su hijo si no terminaba contigo. No lo hice, obviamente. Luego recibí una llamada cuando iba de camino a clase, me dijeron que no me presentara porque estaba despedido, la universidad no quiere un escándalo así — se ríe sin ánimos, la punta de su lengua delineando su labio superior —. ¿Y me preguntas si te amo? Mierda, Isagi. ¡Perdí todo lo que había logrado, por ti!
— Solo quiero que me respondas — digo, apunto de llorar porque tengo rabia contenida. Rabia hacia mi madre, hacia la puta escuela y sus malditas políticas, ya no somos niños, por Dios. Voy a irme de ahí en poco menos de un año. Rabia con Rin, porque puede decirme que soy suyo pero no que me ama. No es tan difícil, ¿cierto?
—. Maldición, Rin. Son dos malditas palabras, ¡dilas!Su mirada dura es lo último que veo antes de que me envuelva en un abrazo fuerte. Me besa la cima de la cabeza y me permito enterrar la cara en su pecho, respirando todo de él como puedo.
— Vas a casarte — dice entre dientes y me cuesta oírlo, pero lo hago.
— Lo haré — Lagrimas recorriendo mis mejillas —. Quiero ir a casa.
Me aprieta contra él y luego me aleja.
— Te llevo — murmura. Se acerca para besarme y me alejo. Rin ni siquiera parece que vaya a llorar en algún momento y yo estoy hecho un mar de lágrimas.
— Solo vamos. — sentencio.