Capítulo 19

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—Minjeong, ¿tienes alguna idea para el vestido? — me preguntó Yizhuo.

—¿Ah? — musité, encerrando mis pensamientos en algún cajón de mi mente.

—Sí, algún color que tengas ya en mente — me miró.

—Oh, bueno... no, en realidad — me encogí de hombros.

—¡Yo sí! — anunció —, creo que escogeré uno azul — me dijo, pero luego miró a Jimin —. ¿Te gustaría? — le preguntó.

—Te verías hermosa con ese color — respondió.

Algo me picó cerca del pecho, como si una aguja se me enterrara en el corazón; me giré de nuevo a mirar hacia la ventana, repleta de tiendas de ropa de gala, como si fuera alguna calle de Nueva York, así me pareció. Yizhuo me tomó de la mano y me hizo apresurar el paso, emocionada; mientras que Jimin nos seguía detrás. Entramos a una tienda que en sus vitrinas exhibía tres preciosos vestidos en maniquíes blancos y sin cabeza. Al instante, la calefacción del lugar me abrigó el cuerpo, ya que afuera estaba frío.

—¡Mira ese, Minjeong! — Ning señaló hacia su derecha, mostrándome tres vestidos de gala en tono negro.

—¿Puedo ayudarle? — preguntó una señora amable, que tenía el cabello grisáceo acomodado en un peinado de estética, con un acento italiano apenas reconocible.

—Sí, estamos buscando vestidos para una fiesta elegante — dijo Yizhuo y luego le sonrió.

—¿Los vestidos serán de noche?

—Sí.

—Síganme —dijo ella y caminó más al fondo de la tienda.

—Ven, Minjeong, para que escojamos juntas — Yizhuo me hizo seña de que la siguiera y luego volvió a girarse para seguir a la señora.

Apenas iba a dar el primer paso cuando una mano me ató del antebrazo, con fuerza, pero sin causarme daño alguno, no hizo falta que me girara para comprobar que era Jimin, empezaba a reconocer sus manos muy bien.

El solo contacto de su mano con mi brazo hizo arder mi piel. Me giré para mirarle, esperando algo parecido al extraño comportamiento de ayer, pero su mirada era distinta, era como siempre había sido, tierna, inspiradora, brillante.

—¿Podemos hablar un minuto? — pidió y su voz de terciopelo acarició mis oídos.

Asentí y me soltó.

—Creo que... — comenzó el al instante bajó la mirada —, que te debo una disculpa — musitó, pero yo me quedé en silencio, porque en realidad no sabía qué decir. Entonces ella levantó su mirada y capturó mi rostro, como no dije nada, continuó hablando —. Por lo de ayer, la... primera extraña discusión que tuvimos, yo... eh... debí agradecerte, aunque no le veo nada de malo darle unos simples chocolates a una amiga; pero tienes razón.

—¿En qué tengo razón? — pregunté, hablándole por primera vez desde que inició el día.

—En que a quien debo de darle ese tipo de cosas es a Yizhuo, ella es mi novia — esbozó una tenue sonrisita —, ¿no?

Me quise morder la lengua. Retractarme de las palabras que había dicho ayer, pero ya no podía, además de que era verdad, yo tenía razón, y me dolía tenerla.

—Claro, sí — sonreí también, aunque fingidamente.

—Entonces... — vaciló —, ¿Estamos bien? Digo, somos amigas, ¿verdad?

Amigas. La palabra rebotó en mi mente como pelota de ping pong. Me dolió.

—Claro, amigas — esbocé una tenue, apenas visible sonrisa.

el manual de lo prohibido [winrina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora