Miré a través de la ventana el cielo completamente oscurecido y conté las escasas estrellas que había esa noche. Miré luego el reloj, iba a ser la una treinta de la mañana y yo aún no podía dormir. Me acurruqué entre la cobija y suspiré. No podía seguir ignorando a la fierecilla dentro de mí, porque sus pensamientos ya no iban en total desacuerdo con los míos. Pero aún conservaba un poco de cordura en alguna parte de mi cabeza que me decía que no podía enamorarme de Jimin. Era tan intocable como el fuego bajo la sartén, tan prohibida como romper alguna ley de la constitución; era la novia de mi mejor amiga, y yo debía de brincar hacia atrás los pasos que no debí de caminar. Apabullada y con la cabeza llena de pensamientos ilógicos logré dormir esa noche.
Su sonrisa llegaba hasta mí a través de la poca distancia entre ambas. Una sonrisa demasiado bonita como para desgastarla, pero ella quería dármela a mí y solo a mí; haciendo que miles de mariposas revolotearan en mi estómago. Luego tomó mi mano, y sentí que pude tocar el mismísimo cielo. El corazón se me aceleró cuando ella puso mi nombre en sus labios y la sonrisa se expandía ahora por mi rostro.
— ¿Quién más puede hacerte sentir esto? — me preguntó, con su voz de terciopelo.
****
Era la primera noche que soñaba con ella, con Jimin. Suspiré con la cabeza enterrada en la almohada y mi suspiro se convirtió en un vapor cálido que me pegó en todo el rostro. Alcé la cabeza y pude sentir algunos que otros cabellos despeinados a cada costado de mi cara. Hoy era sábado. Recordé angustiada el sueño y llegué a la conclusión de que tenía que contarle esto a alguien porque si no, explotaría tarde o temprano.
Me levanté y arreglé en media hora y tecleé sobre los botones de mi celular el número de Aeri, ¿Quién mejor que ella para entender toda esta locura?
— ¿Hola? — me contestó, del otro lado de la bocina.
—Aeri, ¿podemos vernos hoy? — pregunté.
—Claro, dime en donde y a qué hora — accedió.
—En la plaza, en una hora y media, ¿está bien?
—Perfecto, ¿puedo preguntar para qué? — curioseó.
—Te digo cuando te vea.
—Está bien.
Trunqué la llamada y me apresuré a salir del departamento, seguro tardaría más de una hora y media si no me daba prisa. Aunque llegar por mis propios medios me costaría trabajo.
Tomé un taxi que tardó casi los sesenta minutos en llegar y pagué con los euros que habían salido de mi bolso, que mejor dicho, Yizhuo había colocado allí para mi uso, debido a que mis billetes y monedas aún eran coreanos.
Bajé y me adentré en el motón de gente que circulaba bajo el cielo grisáceo como el día de ayer, y me senté en una banquita gris que estaba vacía por puro milagro, como si aguardara por mí.
Le regalé un suspiro al aire y luego miré hacia arriba, a lo mejor llovería hoy. Los nubarrones grises que surcaban el cielo se veían considerablemente amenazadores. Empecé a divagar entre mis pensamientos, mientras esperaba por Aeri; quien hasta el día de hoy se había vuelto casi mi mejor amiga, nos contábamos todo y esta vez, no sería la excepción. Estaba dispuesta a decirle con punto y coma todo, y eso incluía aceptar que Jimin me atraía y bastante.
A la media hora, Aeri apareció entre el tumulto de gente, su suéter color negro y su cabello liso fue lo que alcance a distinguir primero.
— ¡Aeri, acá! — manoteé para que me viera y no solo logre llamar la atención de ella sino de algunos otros que me miraron extrañados por hablar en otro idioma. Como si no hubieran oído jamás el coreano.
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el manual de lo prohibido [winrina]
Hayran Kurgu[¡ADAPTACIÓN!] "Ella, la perfección en persona. Mi mejor amiga, con la que deseaba toparme desde los 6 años, única e incondicional. Decían que era la chica perfecta para ella. Yo, situada justo en el medio; enamorada de la novia de mi mejor amiga."...