Capítulo 32

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—Tienes que sujetarla con más fuerza, Louis. Que tu mano no tiemble.

El castaño resopló—. Lo estoy intentando, ¿sí?

—No es suficiente con solo intentar.

Un estruendo inundó el aire. Louis rodó los ojos y negó mientras destensaba los hombros y bajaba sus brazos a los costados de su cadera. Había fallado el tiro una vez más.

—Ya deberías de haberle dado al blanco aunque sea por error —su rubio amigo le guiñó un ojo y Louis solo pudo dedicarle una mirada de fastidio.

—¿Por qué tengo que hacer esto de todas formas? —Louis se giró encontrando el rostro serio de su alfa, quién mantenía ambos brazos cruzados y le había estado viendo con expectativa mientras practicaba. La pregunta había sido dirigida a él.

—Porque si algún día no estoy, necesitas saber cómo cuidarte —Harry respondió, pasándole un arma más, de nuevo cargada. Louis le entregó la otra y chistó, mirándola después en sus manos. Era negra, y pesaba. Tenía que sostenerla con ambas manos.

Más estruendos inundaron el aire y Louis observó a su amigo, quién parecía enfocado y después volteó a verle con otra de sus presumidas sonrisas.

—Ni siquiera sé para qué estás aquí, literalmente has dado en el blanco desde el primer tiro —lo acusó, dándose la vuelta y empuñando el arma hasta la altura de sus hombros.

—Es importante no perder la práctica —Michael respondió.

El ojiazul suspiró y sujetó su propia arma con firmeza poniendo su dedo en el gatillo. Harry había mencionado algo sobre no poner el dedo sobre el gatillo hasta estar seguro de que lo apretaría, pero era algo que continuaba olvidando.

—Louis... —el alfa dijo desde atrás.

—El dedo, lo sé, lo sé —el menor bufó, poniendo su dedo al costado.

Louis se quedó mirando su objetivo unos metros más adelante y se concentró lo más que pudo. Entrecerró sus ojos y contuvo la respiración antes de presionar el gatillo y vaciar de nuevo el cargador del arma. Atinó justo en el blanco en dos ocasiones pero no se emocionó en absoluto porque sabía que quizás había sido solo suerte.

Volteó a ver a su alfa y este le mostró un pulgar arriba, sonriéndole de lado. Louis suspiró y cuando Harry estaba por pasarle un arma más, le detuvo.

—¿Puedo tomar un descanso?

El mayor asintió—. Por supuesto. ¿Quieres que traiga algo para beber? ¿Talvez un poco de té?

Louis tiritó, fingiendo tener demasiado frío. Solo estaba dramatizando un poco, necesitaba alejarse de ese improvisado campo de tiro y tener un segundo lejos de toda esa violencia. No le gustaba, ni siquiera un poco. Los disparos y las armas solo le traían recuerdos que lo habían atormentado día y noche en el pasado.

—Sí, por favor —asintió.

Harry no perdió más tiempo. Abandonó el arma que sostenía en su mano sobre la mesa montable a su costado y dio la vuelta, comenzando su camino hacia la entrada trasera de la enorme mansión.

El purasangre había estado últimamente muy obsesionado con el tema de la protección. Él insistía en que Louis debía saber cómo cuidarse, defenderse y ponerse a salvo en caso de estar en cualquier peligro. Louis había insistido en qué no necesitaba aprender nada de eso, que podía mantenerse al margen de los problemas y que estaría bien. Pero Harry se negaba a ello, sin más.

Así que ahí estaba Louis, aprendiendo lo básico sobre cómo disparar y sostener un arma sin lastimarse a sí mismo en el proceso. Había aprendido el ángulo ideal para sujetarla, a cómo sacar el seguro, a cambiar el cargador y finalmente a tener algo de puntería.

Luna de Sangre | Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora