Una vez que pudo dejar la puerta cerrada frente suyo, observó alrededor de la habitación. Sinceramente, parecía un cuarto de lujo equipado con todos los servicios. Incluso había una chimenea.
Una jodida chimenea.
La habitación era enorme, con el tamaño de la mansión, Louis no podía sorprenderse más. Pudo detallar el alrededor por la suave luz que provenía desde una lámpara encima de su cabeza, era cálida y tenue. Tenía decorados bonitos, como jarrones y cuadros de pinturas. También había una alfombra que de solo verla lucía suave cubriendo la mayoría del suelo de madera clara. En el medio estaba una cama, grandísima claro, pulcramente tendida con edredones cafés y cogines anaranjados. Al frente también había un sofá de terciopelo a juego con una mesita de café. En una de las paredes se veía una pantalla de plana, con más pulgadas de las que Louis podía contar.
Delante de la chimenea había algunos cogines y mantas en el suelo, y también había un pequeño y modesto librero, repleto de libros. Ese espacio era el que lucía algo desordenado, pero parecía bastante acogedor si imaginabas estar delante de la chimenea encendida mientras leías algo entretenido. También había una pequeña nevera en una esquina, con un par de copas encima de ella. La habitación contaba con una puerta más y una ventana que daba al balcón con preciosas cortinas de ceda cayendo en suaves olas.
Y claro que Louis quiso averiguar que tan alto estaba como para calcular si podía sobrevivir a una caída, pero descubrió que la ventana tenía un seguro especial de llave. Por lo que solo intentó abrirla en vano. Afuera podía observar todavía la enorme luna de color rojo en lo alto del cielo nocturno, rodeada de brillantes estrellas. En el balcón no había mucho, apenas una camilla acolchada con paraguas y una mesa de desayuno con cuatro sillas.
Finalmente terminó por sentarse en una esquina del sofá de terciopelo, con las manos entrelazadas y la vista adelante. Se sentía miserable e idiota, pero ¿qué más podía hacer? Si tenía algo de suerte, quizás se dormiría en cualquier momento. Estaba cansado de pensar y pensar en todo lo que sucedía. Exhausto más bien.
A veces, las cosas debían aceptarse a cómo viniesen sin más.
No pensó en la situación en la que él se encontraba, pero sí en la de su familia. ¿Cómo estaría su madre? ¿Buscándole? ¿Borracha echada en alguna parte del suelo de la casa donde vivían? Sus pequeños bebés, Doris y Ernest, a quienes trataba de cuidar y mantener a salvo siempre. Era el único que les cuidaba, él único que se preocupaba de verdad por ellos. Después de que Charlotte les abandonará, él era lo único que los niños tenían.
A manos de su padre y su madre, quién sabe cómo les iría a sus hermanitos. ¿Habrían comido ya? ¿Estarían durmiendo calientitos en su cama? Joder, no se había dado cuenta de lo preocupado que estaba por ellos hasta ese momento.
Tenía que encontrar alguna manera de volver. Debía escapar. Y pronto.
Se sobresaltó cuando una de las grandes puertas de la habitación se abrió, para su mala suerte, el alfa que estaba por entrar le había visto dar tremendo salto.
Harry le sonrió con calidez—. Solo soy yo, omega.
Louis parpadeó, decidiendo guardar silencio. Observó al purasangre cerrar la puerta detrás de sí, luego colocó el seguro y deslizó algunos cerrojos que Louis no estaba seguro de haber visto antes. También presionó algunos números en un pequeño panel adherido a la pared y escuchó un par de pitidos. Una habitación de seguridad. Una alarma de mierda.
Lo peor; todo indicaba a que Louis se encontraba en la habitación del alfa. Y él acababa de trabar la puerta con cerrojoss, y una jodida alarma.
—Pensé que estabas cansado —Harry dijo, dándole la espalda mientras caminaba a un enorme closet de pared. Que deslizó una de sus puertas en automático luego de que Harry se parase enfrente.
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Luna de Sangre | Larry Stylinson
FanfictionHarry es un purasangre mafioso, infame y despiadado y Louis el omega que el destino puso en su vida para cambiarlo todo, un salvaje león disfrazado de una indefensa oveja... ¿Amor o traición? ¿Naturaleza o justicia? ¿Piedad o venganza? • Larry Styli...