𝟬𝟰 - ¿Por qué duele?

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El sonido del reloj y el del lápiz golpeando la mesa eran los únicos que sonaban en ese salón, un ambiente tan callado con varias mentes de estudiantes concentradas en aprobar aquel exámen final que a todos los tenía jodidos

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El sonido del reloj y el del lápiz golpeando la mesa eran los únicos que sonaban en ese salón, un ambiente tan callado con varias mentes de estudiantes concentradas en aprobar aquel exámen final que a todos los tenía jodidos.

Y para mayor incomodidad, su profesor, hombre de apariencia robusta que aparentaba unos cuarenta años aproximadamente los estaba viendo a todos y cada uno de los jóvenes presentes. No fue hasta que observó con detenimiento como uno de ellos le pasaba un papelito a otro, inmediatamente fue hasta sus puestos y les llamo la atención, tomando las hojas de ambos estudiantes y rompiendolas, para posteriormente mirarlos con una expresión intimidante y levantarles la voz.

Los ojos de todos los estudiantes de dirigieron a la situación, una bastante llamativa y que fácilmente los iba a desconcentrar. Ángel estaba aturdido con el ruido molesto de la voz áspera del hombre, así que intentando bloquear eso terminó de resolver el examen, se dirigió al escritorio del profesor y lo dejo allí. Luego suspiro aliviado y se le acercó para pedir permiso de salir al baño, este sólo asintió para continuar con sus regaños.

El caribeño no tenía intenciones de ir a hacer alguna necesidad, sólo iría a lavarse la cara y a calmarse un rato, bien porque estaba estresado o simplemente ideas tontas inundaron su mente.

"Ahora que lo pienso... ¿Dónde carajos se metió Mateo?" — pensó para sí mismo, no había visto al argentino desde que inició la clase, lo cual era raro ya que se supone que debería estar en el salón. No le dió mayor importancia a eso y se paseó por los desolados pasillos del Instituto, de vez en cuando se detenía a ver las carteleras o a asomarse a ver los demás salones.

 Subió las escaleras que daban a la segunda planta, donde se encontraba el baño, camino despacio, ya que no tenía prisa, ya había terminado el examen y si volvía al salón tan rápido debería esperar aburrido en su puesto sin hacer nada, probablemente mirando a la nada para encontrarse a las voces de su cabeza de nuevo. 

Abrió la puerta del baño con cautela, pues se dedicaba a revisar antes, luego entró, como había dicho, a lavarse el rostro con agua. Sin embargo algo llamo su atención, oyó una voz, o bueno, dos voces, ambas familiares. Se oían en un tono algo agitado y se reían de forma sospechosa, tal vez seductora entre ambas. 

Revisó desde donde estaba y notó que dentro de uno de los cubículos del baño habían cuatro pies, sí, ambos estaban dentro de uno, juntos. 

Ángel hizo silencio para oír mejor lo que sucedía, aunque, al verlos a ambos dentro pudo suponer lo que pasaba. Una parte de él quería irse y dejarlos solos, lo que pasará entre ellos no debía importarles, no quería quedar como un jodido chismoso... Pero su otra parte necesitaba saber que tanto hacían y hasta que punto llegaban. 

— Ah~ M-Mateo... ~ — Se oyó una voz hablando entre suspiros y gemidos, la voz de José. 

Al oír eso Ángel no pudo evitar sentir desagrado, asco, repudio hacia esa situación. Puros sonidos obscenos y que cualquiera pudiera escuchar, incluso el cubículo parecía moverse, ni quisiera les importaba si alguien los escuchaba, habían dejado la puerta del baño abierta incluso. 

Finalmente el venezolano no pudo seguir pendiente de lo que pasaba, puesto que una especie de rabia mezclada con tristeza parecía inundar su ser. A él tampoco le importó si notaban su presencia hasta ese punto, puesto que su alma dolía lo suficiente como para no importarle nada, aunque no debería quejarse, el mismo decidió quedarse allí. 

Salió del baño y cerró la puerta con fuerza, ante aquel ruido, los dos chicos que se encontraban dentro de exaltaron, el peruano incluso soltó una especie de grito ahogado. 

— Mierda... — maldijó el argentino en voz baja, abrió la puerta del cubículo y notó que no había nadie, quién sea que estuviera allí seguro ya se había ido. 

— ¿Será que alguien nos oyó? — preguntó el andino. 

— Acomodá tu camisa y vámonos. — Ordenó en un tono frío, incluso parecía ser hostil. 

... 

Ángel había salido lo más rápido posible del baño, no se molestó en bajar las escaleras, no iba a volver al salón, sólo quería despejar su mente de todo y quería olvidar ese momento. Al notar la soledad de un pasillo en especifico decidió sentarse en el suelo, apoyando su espalda en la fría pared mientras cerraba sus ojos y mordía sus labios, como un intento de canalizar el dolor interno. Además, su respiración estaba agitada, no le gustaba correr tanto. 

No pasaron más de dos minutos desde que se sentó allí, cuando notó la presencia de alguien a su lado. Al subir su vista notó a un chico alto al frente suyo, al cual pudo identificar rápidamente gracias al característico parece de estrella en su ojo derecho. Un chico que también era conocido, Juan Pablo. 

— Weon, ¿que hacei' acá tan solo? — preguntó el chileno con curiosidad, ocultando sus manos en los bolsillos de su pantalón mientras miraba al ojimiel con detenimiento. 

Ángel lo miró unos segundos como si estuviera mudo, rápidamente secó una lágrima de su rostro con la manga de su camisa.

— ¿Tú que haces aquí? ¿No deberías estar haciendo la prueba? — respondió de forma amigable, como si en realidad no hubiera estado lloriqueando como una niña.

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El Amante - Argvene (CH/+15)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora