Permití que me tomara de la mano y pude compararla a la sensación que Froy me hizo sentir. Y tuve que aferrarme aún más a la mano de Dylan para no apartarla. No estaba dispuesta a que utilizara la muñeca vudú otra vez.
Ya la había encontrado, pero no podía desaparecerla por arte de magia. Sabría que fui yo. Y no quiero que sepa que sé algo de lo que me pasa.
Han pasado un par de semanas y la convivencia con Froy es amistosa y profesional. Me molestaba, él no me recordaba en lo absoluto.
Entonces, me preguntaba: Si el hechizo era para mí, ¿por qué le afectó más a él? Porque, tal vez, no tenga recuerdos concretos, pero sí sabía de su existencia antes de su llegada. No entendía lo que ocurría.
Y me molesta más que por las noches yo termine soñándole mientras él anda de coqueto con Sabrina.
Me he llegado a cuestionar si lo que estoy pasando; todo esto de la brujería, de Dylan, de Matza... Es real. Hay muchas casualidades, como el ir a esa ciudad y encontrarme con personas que me reconocían.
¿Y si Matza está jugando conmigo? ¿Y si me estoy volviendo loca? Dios, debí aprovechar mis días en la clínica para hablar con un psiquiatra.
Pero termino en el mismo lugar, quiero decir, ¿cómo sabía de la existencia de Froy sin haberlo visto antes? ¿Cómo podía imaginar esos escenarios con él y sentirlos de esa manera?
Necesitaba respuestas y Matza no se ha comunicado conmigo y Froy sigue riendo con Sabrina.
¿Qué debo hacer?
—Departamento de...
—¡Ya sé cómo acabar con lo que tienes! —Me interrumpió Matza, gritando. Separé un poco mi oreja de la bocina del teléfono de la oficina y volví a acercarlo.
Sentí un escalofrío recorrerme completa y, a mi corazón, acelerarse un poco.
—¿Cómo?
—¡Hay que asesinar a Dylan!
Me atraganté con mi propia saliva y comencé a toser. Sentí que me daban unas palmadas en mi espalda en un intento de estabilizarme. Con los ojos llorosos y la molestia en mi garganta, me giré para encontrarme con Froy mirándome con preocupación.
—¿Estás bien? —Asentí tratando de regular mi respiración.
Inconscientemente, le tomé de la mano en busca de mi estabilidad y, sin soltarlo, volví al teléfono.
—No voy a hacer eso.
—Es lo más rápido y fácil: el lazo que tu novio forjó con brujería puede cortarse si uno de los dos muere y, claramente, no te diré que te suicides... Además, me deja en una peor posición con mis amigos —comentó lo último en un susurro.
—No, debe haber otra forma.
—Eres una aburrida —espetó cual niña pequeña—. Hay otra forma.
Apreté la mano de Froy sintiendo los nervios de punta.
—Por cierto, alguien de tu trabajo te dará un brazalete de protección. Le dije que era un regalo de tu novio.
—Matza, dime cómo arreglarlo.
Soltó un bufido.
No iba a matar a Dylan. Estaba loco, sí, tal vez; pero eso no me da derecho de arrebatarle la vida. Además..., no podría hacerlo. Independientemente de todo el daño que me ha causado y de que lo que siento por él es sólo producto de un amarre, no podría asesinarlo.
Sólo lo quería lejos.
—Si la respuesta quiere saber, las películas animadas de princesas, tendrás que ver —Fruncí el ceño—. Chaíto.
Colgó.
—¡Matza! —exclamé mientras separaba el teléfono para verlo con el ceño acentuado— Hija de...
Quise gritar.
Si tan sólo supiera cómo contactar a Matza, la llamaría hasta que le explotara el teléfono. ¿Cómo iba a decirme eso? ¡No hay tiempo para acertijos! ¡Ya no quiero vivir en la dualidad de mis sentimientos y emociones! ¡Estoy cansada!
Solté la mano de Froy y me froté ambas manos por el rostro. Me sentía agobiada. Tenía ganas de llorar. Es decir, ¿qué mierda tenían las princesas en común? ¿Que las salva un príncipe? ¡Mi supuesto príncipe no me recordaba!
Por más que las detuve, algunas lágrimas lograron escapar para deslizarse por mis mejillas. De pronto, sentí que giraba un poco mi silla giratoria y que unos brazos me envolvían.
Y era increíble como me llenaba de calma su tacto.
Lo abracé de vuelta conteniendo los espasmos de los sollozos y respiré con libertad el perfume que tenía.
De alguna manera, hacerlo me recordó momentos específicos de los sueños que tenía. Como si ese olor fuera característico de él. Como si en esos momentos, también los hubiera percibido.
Me calmé, no quería que él se alejara y pareciera que él tampoco quería hacerlo. De igual manera, lamenté el hecho de que no me recordara ni sintiera lo mismo que yo.
Me alejé por mi bien mental y porque estábamos en la oficina. Él, quien estaba acuclillado frente a mí, limpió el camino que habían dejado las lágrimas. Se levantó sin mediar palabra, buscó algo en su bolsillo y me tendió una bolsa muy pequeña.
—Me lo dió una señora rara al entrar a la oficina.
Lo tomé verificando que habían tres brazaletes. Antes de que se fuera, le di uno, el cual recibió con una sonrisa encantadora.
Miré a mis costados y noté que Sabrina nos veía con el ceño fruncido. Volví mi visión a la laptop con una sonrisa victoriosa y regocijándome por la pequeña interacción que tuve con Froy.
No era mucho, pero me bastaba por ahora.
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El beso del recuerdo [Libro I]
Romance«¿Por qué me duele tanto no poder recordarte?» Desde el momento en que Priscila encontró una foto de un chico en una nube por buscar una foto que había agregado en su currículum y que no recordaba haber hecho, sintió un gran vacío que la dejó descon...