VII

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Tenía tres días sin saber el paradero de Dylan y la ansiedad me estaba carcomiendo. La necesidad de estar a su lado, me volvía loca y hasta he llegado a pensar que incrementó. Desde que se fue, he sentido una punzada en el pecho. Un dolor agudo y que no me deja respirar. Quizá sea la culpa que siento por no acatar.

Era sábado y no tenía que ir a trabajar, así que decidí salir del departamento. Iba a visitar a Lauren..., con suerte, podría encontrarme a Frank o a Matza.

Y es que ese peculiar encuentro y los sueños de chico de lindos ojos en combinación con lo que siento por culpa de Dylan, me tienen agobiada. Así que solucionaré lo único que podría estar en mis manos, porque los sueños no los controlo y a Dylan mucho menos.

Al llegar al hospital, estuve un rato con ella. Hoy regresaba a su casa y debía mantener reposo, por lo que la final, tuvo que decirle la verdad a Finneas.

Luego de un rato, busqué a una enfermera para que me orientara y dijera dónde podría encontrar a Frank. Seguí las indicaciones sintiendo que la punzada en el pecho volvía y me hacía doblar del dolor.

Me sujeté de algo o de alguien, no lo sé, sólo sabía que tenía algo en la mano que apretaba con fuerza. Creo que antes de buscarlos, debo buscar a un doctor. Esto no es normal.

La persona, porque al final fue una, comenzó a hablarme pero estaba tan sumergida en el dolor que no pude escucharle. Fue como si el tiempo se hubiera parado.

Entonces, luego de percibir que la persona hablara sin que yo pudiera escucharla o entenderla, colocó una mano en mi espalda y en mi pecho, haciendo presión en ciertos puntos, y sólo así comenzó a disipar poco a poco el dolor.

—Definitivamente, debo salvarte para salvarme.

Como pude y llevándome una mano al cuello para poder calmar mi respiración, levanté la mirada.

—Estaba buscándote.

La señora sonrió y me ayudó a volver a mi postura.

—Lo sé, mis amigos me lo dijeron —Se colgó de mi brazos y comenzó a caminar, arrastrándome con ella—. Por eso te vine a buscar. Frank no está aquí y pude escaparme de Lily.

La seguí hasta que nos adentramos a una sala con vistas a un jardín. Supuse que este lugar era parte del psiquiátrico. Habían personas haciendo manualidades, otros hablaban entre sí o estaban mirando por la ventana posiblemente muy dopados.

—No es tan malo como parece —comentó—. Sólo son personas destruidas por la misma humanidad.

—¿Usted por qué está aquí? —interrogué mirando a una chica sentada cerca de la ventana, echa un ovillo. Su mirada perdida en el jardín y vendas en los brazos.

—Prefiero estar aquí que en prisión —Se encogió de hombros.

La solté al acto, alejándome unos pasos, causando que Matza sólo sonriera.

—No mate a nadie, no te preocupes —dijo sentándose en una mesa que estaba sola e invitándome a que la imitara—. Pero mis amigos me castigaron por hacer algo que no debí y mis clientes comenzaron a llamarme estafadora y, bueno, dije que estaba loca para no estar en prisión.

—Sólo vine para que me diga qué relación tiene con mi novio.

En realidad, tenía muchas preguntas pero, de momento, es lo único que me parece acorde preguntar. Tal vez, ella sepa dónde está o, quizá, pueda decirme cuándo volverá.

Su semblante se endureció y esa aura juguetona, se esfumó. La vi hacer una mueca de disgusto y volvió a señalarme la silla que estaba frente a ella. Esta vez, me senté.

—Mira, niña, tu novio es el causante de mi desgracia. Es la razón por la que terminé aquí. Y también, es el causante de que seas tan infeliz.

El beso del recuerdo [Libro I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora