Chapter 9; And I can go anywhere I want Anywhere I want, just not home

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Chapter 9;
"And I can go anywhere I want, Anywhere I want, just not home"
(My Tears Ricochet - Taylor Swift)

TW; Armas de fuego.

Coriolanus se despertó con la dicha llenándole el cuerpo. Hoy era el día.
Tenía sensaciones extrañas por todas partes, pero la mayoría eran buenas.

Estaba extasiado de positivismo.
Lo conseguiría, todo saldría bien.

Se paró en seguida y, una vez que los chicos con los que hablaba abandonaron la habitación, reclutó a Sejanus para explicarle el tema de las armas. Él no dijo nada, simplemente lo mandó al comedor y dijo que podía encargarse solo.
Parecía muy decidido a llevar a cabo el plan de huida así que Coriolanus no tuvo quejas cuándo le pidió que se marchara al comedor. 
Le hizo caso y se zampo el desayuno como si no hubiera comido en un mes. 

Era tan inmensamente feliz que casi le asustaba.

Una vez estuvo satisfecho, tuvo la precaución de guardar los paquetes cerrados en uno de sus bolsillos para dárselos a Lucy como parte de sus provisiones. No era mucho, pero era algo.
Era casi como algo simbólico, como la primera vez que se vieron y él la alimentó con comida de la academia, ahora haría lo mismo, en su último encuentro. Cómo para cerrar una especie de ciclo.

Una vez Sejanus estuvo de vuelta no hizo preguntas, solamente le dio una mirada que su compañero le respondió con un movimiento de cabeza. El moretón de su mejilla estaba peor y tenía el ojo de un color negro que parecía cada vez más oscuro, aunque ya no estaba tan inflamado.
Se pondría bien si dejaban de golpearlo de una vez.

Cuando pensaba así le picaba la curiosidad.
Quería indagar en el tema sin razón alguna. Aunque era ridículo, era como meter un dedo en la yaga.
Una vez que el chico del dos ya no estuviera en su vida no tendría porque volver a pensar en eso. Lo olvidaría, para su suerte, lo olvidaría.

Hicieron sus tareas como de costumbre y procuraron no levantar ninguna sospecha sobre nada. Tenían que ser cuidadosos hasta que encontrarán el momento justo de huir.

Y casi como una casualidad graciosa. Como si por fin la suerte estuviera de su lado (después de un largo tiempo), esa tarde la actividad designada sería correr. Más bien, sería medir su resistencia. Lo que consistiría en que todos corrieran rodeando la base durante todo el tiempo que fueran capaces de soportar. 

Sería mucho más sencillo colarse tras el generador de aquel modo.
Coriolanus ya tenía claro que esto no sería una despedida larga y emocional. Eso ya estaba hecho. Ya le había dado a Lucy Gray su último buen beso.
Ahora solamente tendría que ayudar a Sejanus a cruzar la valla y procurar que nadie los descubriera allí. Nada más que eso, y todo estaría arreglado por fin.

Estaba al alcance de su mano. 
Recordó el sabor del pescado fresco (en el día de campo), el aire puro y la libertad para hacer lo que quisiera, como dictaba la naturaleza. Sin responder ante nadie. Y librarse para siempre de las agobiantes expectativas del mundo.

«Eso es lo más importante para mí ¿sabes? No el hecho de pertenecer a un distrito o a otro, de ser un estudiante o agente de la paz. Se trata de vivir en un sitio donde no poseo el menor control sobre mi propia vida» La voz de Sejanus invadió su pensamiento de repente. 
Bien, eso era lo que él quería ¿No? Ser libre, y Coriolanus se lo estaba dando. 
Claro que eso bastaría para limpiar la culpa de haberlo llevado a dónde estaba por enviar ese charlajo. Además, no había sido su intención.

Eso lo hizo sentirse un poco mejor.

Corrieron al menos dos vueltas antes de desviarse del recorrido hacía el sitió donde el alambrado debía estar flojo. 
Sejanus dio con el punto inmediatamente. Como si ya lo hubiera comprobado antes, cosa que tal vez había hecho.

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