Prólogo

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Abro los ojos... No sé dónde estoy, me encuentro totalmente desorientado. Lo primero que veo es el cielo: es de noche. Hay una infinidad de estrellas brillando con gran fulgor en el firmamento, las cuales se reflejan claramente en todo el mar que tengo frente a mí. Un piélago que se halla en calma, completamente llano, se asemeja a un plato. También es cierto que no se mueve ni una partícula de viento, ni una minúscula brisa. Estoy tumbado sobre la arena, pero me levanto poco a poco para observar mejor alrededor mío... Me encuentro en una pequeña playa de arena negra como el carbón, que está aislada por grandes rocas. En este lugar reina una gran serenidad. De hecho, hay un silencio armonioso que me llena de paz, pero... ¿qué sitio es este? Me pregunto si estaré soñando.

Empiezo a caminar y me acerco a la orilla del mar, pero, me detengo inmediatamente, ya que, de pronto, me siento observado y noto una presencia. Me giro apresuradamente y, en la oscuridad de la noche, distingo una figura femenina que está a unos metros de mí. Yo la miro detenidamente y, al reconocerla, no puedo evitar poner una gran sonrisa de oreja a oreja. Sin embargo, ella no me la devuelve, permanece inmóvil y con gesto inexpresivo. Incluso, puedo apreciar un atisbo de seriedad en su rostro. Pronuncio su nombre con voz débil, como si se lo susurrara al viento... Shailene... Ella continúa inexpresiva, posando sus ojos violáceos en mí, con una mirada que cada vez se vuelve más fría. Me llama poderosamente la atención que, en vez de llevar puesto su habitual traje, viste el mismo vestido tan elegante que llevó a aquel club en el que nos besamos por primera vez. Está igual de impresionante que en aquella ocasión. Me extraño mucho por su reacción, por lo que decido gritar su nombre. ¡Shailene! Al hacerlo, ella desaparece al instante. Miro en todas direcciones, con la esperanza de que vuelva a aparecer. Pero para mi desgracia, pasa un rato y no da señales. Cierro los ojos y me quedo quieto, apesadumbrado porque no entiendo lo que sucede. De repente, la noto detrás de mí y abro los ojos bruscamente. Por alguna razón, yo permanezco paralizado, mi cuerpo no me responde. Ella se me acerca muy lentamente al oído, como si quisiera decirme algo, y me susurra: «no vengas a buscarme». Acto seguido, me despierto de sopetón, sobresaltado y empapado en sudor... Miro el reloj que está en la mesilla de noche, pone que son las dos de la madrugada. Está lloviendo con mucha intensidad, oigo cómo las gotas golpean la ventana, y los relámpagos iluminan la habitación. Me levanto de la cama y me dirijo al salón. No sé cómo es posible que estuviera sudando si hace un frío espantoso... Blake está durmiendo como un tronco en el sofá. Me acerco a él y lo tapo completamente hasta el cuello con una pequeña manta que solo le cubría las patas traseras. Entro en el baño y me lavo la cara con agua bien fría, me seco con una toalla y me miro al espejo. He vuelto a soñar con ella, pero... ¿realmente sería un sueño? 

Adrien Fleming y la Puerta al Abismo (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora