12. La prueba del hielo

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Tras cruzar Adrien la gélida puerta, Blake y yo nos quedamos a solas...

—¿Qué es lo que sientes realmente por él? —me pregunta repentinamente Blake.

Lo miro por un segundo y vuelvo a mirar al frente.

—¿Por Adrien?... Yo no siento nada por él. No sé a qué viene esa pregunta...

—¡No me tomes por tonto, Celestine! —exclama exaltado—. Él me ha contado que tú intentaste besarle. Y también le diste el colgante para que pudiera ponerse en contacto contigo cuando él quisiera. Soy bastante viejo, pero no hace falta tener siglos de sabiduría para darse cuenta de ciertas cosas.

Guardo silencio.

—No sé qué es lo que sientes, o qué crees sentir, pero te puedo asegurar una cosa: el chico está profundamente enamorado de Shailene, y, aunque nunca he estado de acuerdo con ese amor, mucho me temo que nada ni nadie podrá cambiar eso. Aunque yo no le ayudara, sé que él se pasará la eternidad buscándola.

—De un modo u otro, tanto si la encuentra como si no, terminará olvidándola. La eternidad es demasiado tiempo y lo consume todo, incluso, el amor más puro. Y, cuando llegue el momento, yo estaré ahí —digo.

Blake niega con la cabeza.

—La verdad es que, por mucho que me esfuerce, jamás os entenderé a ti y a Shailene. ¿Qué le habéis visto al muchacho?

—Nada... y todo —musito.

Él suelta una pequeña risa.

—Bueno. Hay que admitir que es un buen chico, es muy difícil no encariñarse con él —confiesa Blake, con un tono que deja al descubierto el gran afecto que siente por Adrien—. Shailene tenía razón en una cosa: él es mucho más de lo que aparenta...


Abro los ojos y echo un vistazo a lo que me rodea. Estoy en medio de un inmenso desierto, el cual, se encuentra ligeramente cubierto de agua. Un agua que refleja el mágico cielo estelar como si fuera un espejo. De hecho, el cielo es de un hermoso color azul violáceo. Hay que reconocer que es un bello escenario. El lugar me recuerda en cierto modo con el Salar de Uyuni: un espectacular desierto de Sudamérica que refleja las nubes en el suelo en épocas de lluvias. Detrás de mí, está la puerta. Miro en todas direcciones y me percato de que a lo lejos hay un edificio, parece un templo. Imagino que ahí es donde debe de encontrarse el arma que busco. Camino a paso ligero hacia él, por este particular desierto acuoso. Lo que está claro es que este lugar da menos miedo que aquel al que fui a buscar el Escudo de Luz, ese sitio sí que daba mala espina con esa niebla tan espesa. Este lugar en cambio, me transmite serenidad y paz. Aunque a ver qué sorpresa me tiene guardada ese templo.

Cuando me hallo a unos pocos metros de él, me fijo en que hay una rampa de acceso que lleva a la entrada principal, dicha rampa, está iluminada por una hilera de antorchas que flotan, literalmente, sobre ella a ambos lados. El templo parece de un estilo griego. Es un recinto con una planta rectangular, rodeado de columnas, y cubierto por un tejado a dos aguas. Lo más peculiar de esa estructura es que, por lo que parece, está hecho de hielo. El techo, las columnas... Todo, absolutamente todo, parece estar hecho de hielo. Claro, dónde si no iba a estar un martillo al que llaman «El Martillo del Glaciar». De verdad, ¿quién pondrá los nombres?... Seguro que es el Guardián. Sí, tiene toda la pinta de que es cosa de ese enano. Camino por la rampa de acceso y llego hasta la entrada principal. Hay unas grandes puertas, las cuales, sin previo aviso, comienzan a vibrar y a abrirse muy poco a poco. Aunque no puedo evitar sentir temor por lo que me aguarda tras esas puertas, saco algo de valor y me apresuro a entrar. Una vez dentro, reviso con la vista el templo de arriba abajo. El interior, al igual que el exterior, está repleto de columnas. Lo primero que hago es buscar algún tipo de estatua o figura. Los leones que me atacaron en el templo donde estaba el Escudo de Luz eran estatuas al principio. Pero, por más que inspecciono la zona, lo único que hay son estas columnas que llevan al fondo del templo, en donde hay una especie de bloque de hielo que, si no veo mal, está flotando a un metro del suelo. En el interior del bloque, se puede apreciar un objeto. Sin duda alguna, hay algo ahí dentro. Tras subir unos peldaños, llego hasta lo más profundo del santuario y, efectivamente, en el interior del bloque de hielo hay un martillo. Es un martillo de guerra medieval, cuya cabeza de armas metalizada está fijada a un mango, dicha cabeza, se compone de una parte más roma para golpear y otra más afilada.

Adrien Fleming y la Puerta al Abismo (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora