8. Una historia del pasado

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Suena el despertador y lo apago rápidamente. Tengo todavía un sueño espantoso, pero hago un esfuerzo y me levanto sigilosamente para ir al salón. Blake está durmiendo plácidamente en el sofá. Vuelvo al dormitorio, me visto y salgo discretamente a la calle. Cojo un taxi y me dirijo al barrio del SoHo.


Llego a la calle donde está la cafetería a la que va Robert todas las mañanas antes de irse a trabajar. Me bajo del taxi y me acerco a la cafetería. Miro con disimulo por la ventana y me percato de que Robert está en su interior. Así que, sin pensármelo dos veces, entro. Se encuentra sentado en una de las mesas, leyendo tranquilamente el periódico mientras se toma un café. Ahora o nunca, Adrien... Me acerco a él.

—Hola... ¿Qué tal está, Robert? —digo algo nervioso.

Se me queda mirando. Al parecer, no me reconoce.

—No sé si se acordará de mí. Nos conocimos en el funeral de Adrien.

Continúa mirándome fijamente, con gesto de confusión.

—Ah, sí, ya me acuerdo. Disculpa. —Cierra el periódico y lo deja en un lado de la mesa—. Colin, ¿verdad?

Parece que ha habido suerte.

—Sí.

—Siéntate, por favor. ¿Quieres tomar algo? —me dice, muy amablemente.

—Sí, ahora mismo me vendría bien un buen café. —Le pido un café a la camarera y me siento frente a él. Ahora que me fijo bien, tiene un aspecto desmejorado. Se le notan bastante las ojeras, como si llevara días sin dormir, y se ha dejado la barba, cuando él siempre se afeitaba antes de ir a trabajar. Nunca lo había visto tan descuidado—. Menuda casualidad encontrarle aquí —le digo.

—Pues lo cierto es que vengo muy a menudo. A veces, incluso... solía venir con Adrien —dice Robert apenado.

Qué raro se me hace hablar con él de nuevo. Creía que ya no volvería a hacerlo.

—Por cierto, ¿ha averiguado algo acerca de su muerte? —le pregunto.

Él niega con la cabeza.

—Llevo semanas investigando día y noche, pero no he encontrado nada. Ni una sola pista de cómo acabó Adrien en ese almacén. Él estaba de fiesta con unos amigos esa noche, en un famoso club de West Chelsea. Lo último que se supo de él fue un mensaje que mandó al móvil de Joe, uno de sus amigos, en el que ponía que no se encontraba bien y volvía a casa. Pero... nunca llegó.

—Vaya, qué cosa más rara... —Me fijo en su rostro, tiene la mirada entristecida—. ¿Y cómo lleva su muerte?

Permanece en silencio y su gesto se entristece aún más.

—Aprendes a vivir con ello, pero es imposible superar una cosa así... Para mí... era como un hijo. —Sus ojos se empiezan a enrojecer, está conteniendo las lágrimas. No puedo ni imaginar cómo lo estará pasando. Me cuesta verbalizar nada. Se me hace duro verle así y no poder contarle qué fue lo que pasó esa noche y que, en cierto modo, sigo con vida. Pero estoy aquí para otra cosa, esta es mi oportunidad de averiguar la verdad...

—Ahora que lo menciona, él me contó que sus padres murieron en un accidente. Sin embargo, Adrien siempre tuvo la sospecha de que, en realidad... sus padres estaban vivos.

La expresión de su cara cambia de un momento a otro. Se queda anonadado por mi comentario.

—¿De veras te dijo eso? —me pregunta con gran asombro.

—Sí.

Se toma el café de un trago y mira hacia un lado, con la mirada perdida, como si quisiera evadirse de la realidad unos instantes. ¿Conseguiré que me cuente algo?

Adrien Fleming y la Puerta al Abismo (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora