18. Más allá del fin del universo

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Celestine hace aparecer la puerta. Antes de que ella nos la abra voy rápidamente al dormitorio. Acabo de recordar algo. Abro el armario y cojo la chaqueta de cuero negra. Me la pongo encima y vuelvo nuevamente al salón.

—Casi se me olvida mi chaqueta de la suerte.

—¿Desde cuándo esa es tu chaqueta de la suerte? —me gruñe Blake.

—Desde ahora —contesto risueño, y luego Blake niega con la cabeza como si hubiese dicho algo absurdo.

Sin más dilación, Celestine se saca la llave que cuelga de su cuello y nos abre la mágica puerta blanquecina. Blake cruza el umbral el primero. Yo le sigo. Al cruzar la puerta, ambos nos encontramos en un trozo de roca circular que flota sobre el mar de nubes. Al cabo de unos segundos, aparece Lucian cruzando la puerta y, por último, la atraviesa Celestine. La puerta termina desapareciendo por completo entre unas llamas que se desvanecen en cuestión de segundos.

—Ahora os transportaré al pasillo que lleva al Almacén —dice Celestine—. Ya sabéis lo que tenéis que hacer.

Nos acercamos a ella. Dejo un segundo la Lanza en el suelo. Me cuelgo la sabana alrededor del cuello como si fuera la capa de un superhéroe, para así poder coger a Blake con una mano y la Lanza con la otra. No tardo en recogerla del suelo y luego hago lo mismo con Blake. Me pongo al lado de Celestine. Ella coloca su mano sobre mi hombro. Lucian por su parte, pone la mano en su espalda, pero la empieza a bajar hasta la parte más baja de la cintura de ella.

—Por tu propio bien, te recomiendo que subas esa mano —le dice ella a Lucian, con un tono bastante intimidante.

—Mil disculpas. ¿Dónde están mis modales? —dice Lucian con mirada pilla, e, inmediatamente, sube la mano hasta la parte alta de la espalda de ella. Definitivamente este tipo es más simple que el mecanismo de un chupete.

De un momento a otro, desaparecemos. Volvemos a aparecer al instante en un lúgubre pasillo, el cual reconozco de la última vez que vine con Blake para rescatar a Shailene de las garras de Malik.

—Poneos las sabanas, ¡rápido! —nos apresura Celestine, en voz muy baja.

Comparto mi sábana con Blake y nos cubro a ambos con ella. Me tapo totalmente, de manera que no quede ninguna parte mía o de Blake al descubierto. Lucian hace lo mismo y se cubre de pies a cabeza con la suya. Las sabanas son muy finas y se puede ver bastante bien a través de ellas aunque nos cubran los ojos. Miro a Lucian, puedo verlo perfectamente, no es invisible, ni mucho menos. La estampa se me antoja cuanto menos ridícula. Debemos de parecer un par de idiotas.

—¿Puedes vernos? —le pregunto a Celestine, con tono escéptico.

—No, pero sí oíros. Así que, a partir de ahora, permaneced en silencio absoluto —nos ordena ella en voz baja.

Entonces es verdad que con esto no puede vernos ningún espíritu...

Avanzamos por el pasillo, siguiendo a Celestine y sin decir palabra alguna. Se me hace difícil andar con esta sábana encima y la Lanza en la mano. Además, tengo que tener cuidado todo el rato para no pisar la sábana al caminar. Es bastante incómodo. Mientras recorremos el pasadizo, yo rezo para no toparnos con el Guardián. Dudo mucho de que a él podamos engañarlo con un truco tan tonto. De repente, y de forma inesperada, Celestine se detiene... Inmediatamente me percato de que, a unos pasos de ella, hay alguien. Es un hombre de rasgos asiáticos que parece haber salido de la nada. Lleva puestas las mismas ropas que visten los Guías.

—Hola, Celestine...

—Akira —dice ella, a modo de saludo.

—¿Vas a buscar algún objeto? —le pregunta ese tal Akira. Aunque la verdad que vaya pregunta más absurda también. ¿Para qué puñetas iba a ir al Almacén si no?

Adrien Fleming y la Puerta al Abismo (Libro #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora