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El día que había esperado largamente por 10 meses llegó. Se levantó unas horas antes de partir hacia su nueva academia.
Tenía listo su uniforme, el peinado que usaría y lo necesario para su primer día en la UA.
Ella era creyente que la primera impresión lo era todo, pero claro siempre habían excepciones.
Había decidido la noche anterior que iría sola y en la academia vería a su amigo. Él la cuestiono pensando que no era buena idea pero ella insistió y no le quedó más que aceptar.
Al bajar, esperaba ver a sus padres para despedirse, pero la casa se hallaba en silencio. Quien la recibió fue su Nana con una sonrisa orgullosa.
—Luces perfecta con ese uniforme, cariño —le dijo mientras la abrazaba con ternura, cuidando de no arrugar la ropa.
—Me siento bastante ansiosa.— Admitió frotándose las manos con una toalla de papel.
—¿Llevas todo? ¿Tu libreta de artes? ¿Todas las demás? ¿Tu botella de agua?— Su Nana estaba poniéndola aún más nerviosa.
Ella asintió a todas sus preguntas.
—Sí, llevo todo lo que necesito.— Respondió ella, aunque las constantes inquietudes de su Nana no ayudaban a calmarse.
Nagisa pareció notarlo y le ofreció amablemente algún bocadillo extra. Kioko declinó con cortesía, explicando que comería en la academia.
Sus zapatos, eran unos hermosos mocasines con algo de tacon adquirido por ella.
Al levantarse, un sonido gutural provino de la garganta de Nagisa. Sus ojos se llenaron de lágrimas de orgullo.
—Kioko.. Estoy realmente orgullosa de tí y sé que sus padres también lo están.— Dijo entre sollozos. —Se ha convertido en todo lo que deseo, este es un gran paso para su futuro como heroína.— Un abrazo la hizo callar.
—Gracias por todo, Nagisa.— Musitó con gratitud.
—Cuídate y esfuérzate mucho.— Asintió y salió de su casa despidiéndose de lejos con su mano alzada.
Kioko se dirigió con algo de nerviosismo hacia la estación. Al ver a otros estudiantes por doquier, se sintió más tranquila.
Durante el trayecto en tren, mantuvo la mirada hacia el paisaje, perdida en sus pensamientos. De pronto, reconoció a un chico del pasado que la miró con el ceño fruncido.
Eso la desconcertó. "¿También vendrá a esta academia?", se preguntó. Decidió no darle mayor importancia.
Al llegar a su destino, todos comenzaron a bajar. Algunos empujaban sin consideración.
