Capítulo 27 : Orígenes

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—¿Perdón? —exclamó la joven.

—Tenemos que hacerte reina, ¿recuerdas? —comentó Olimpia.

—No entiendo—aseguró Stella.

—No puedes ser reina tú sola—confesó Ander.

Stella sintió en aquel instante como su corazón se rompía de una nueva forma; no podía creer lo que sus tíos le habían hecho.

—Me estás diciendo que he dejado toda mi vida atrás para nada—comenzó a decir Stella.

—No teníamos elección, te estaba cegando—dijo Olimpia.

—No estaba en mis planes nada de todo esto, pero cuando conociste al muchacho supe que, si él no te dejaba ir, nunca ibas a aceptar marcharte y ser reina. Sabía que él no dejaría que tiraras tu futuro por la borda. Era la única manera de que volvieras a ser mi sobrina, la futura reina—explicó Ander.

—Me prometiste que si dejaba ir a Izan, podía ser reina por mí misma. Y todo esto de traerme aquí antes solo ha sido una mentira, una mentira para alejarme de él y de mis amigas—contestó Stella muy enfadada.

—Lo siento—dijo Ander.

—No, no lo sientes, no sé cómo me has podido hacer esto—dijo Stella.

La joven princesa se dio cuenta de que habían parado; y eso solo significaba que habían llegado a su antigua casa.

—No creas que esto va a quedar así—amenazó Stella.

—No puedes cambiar nada—dijo Olimpia.

—Eso ya lo veremos—respondió Stella a la vez que bajaba de la limusina y se dirigía la puerta de entrada.

—No sabes a dónde vas—le recordó Olimpia.

—Viví mucho tiempo aquí, recuerdo mi propia casa—reprochó Stella antes de entrar.

La joven princesa estaba en su antiguo dormitorio, era muy extraño volver a encontrarse entre esas paredes, ya que parecía que el tiempo se hubiera parado entre esos muros. Todos sus antiguos peluches y muñecas estaban aún allí, como si aún tuviera ocho años y como si sus padres siguieran con vida. Pero nada era como antes, ni siquiera ella era como antaño. 

Pensaba que apenas quedaba rastro de esa niña dulce e inocente que creía que ser princesa era algo bueno; no estaba resentida con su título, pero sí con algunas condiciones asociadas a él. Ya no era ninguna cría; y sus prioridades habían cambiado. No podía dejar de pensar en lo que sus tíos le habían hecho. Se sintió tentada de llamar a Izan para decirle todo lo que había pasado. Sin pensarlo, cogió su móvil y le llamó. Cuando creía que su llamada se iría al buzón de voz, escuchó una voz que extrañaba.

—¿Stella? —preguntó Izan.

La princesa no contestó, no sabía que decir; tan solo echaba de menos oír aquella voz.

—Stella, sé que es estás ahí, no sé por qué no contestas, o si lo sé, espero que estés bien—dijo Izan antes de colgar.

Stella se sintió muy abrumada después de las palabras que había oído. Era obvio que Izan aún no sabía que se había ido de Escocia, porque seguramente sus palabras habrían sido otras. A continuación, quiso llamar a su amiga Vanessa, pero no quería llamarla entre clases, y tampoco quería que se preocupara por ella. Tenía que resolver su gran dilema por sí sola, en aquel momento, solo ella podría salvarse del destino que sus tíos habían tomado sin su consentimiento.

 Se levantó de la cama y fue hasta la biblioteca del castillo que estaba en la otra torre y allí comenzó a buscar información sobre su condición de reina .Después de varias horas, por fin encontró algo que le hizo albergar cierta esperanza. Una antepasada suya, la reina Carolina II, fue reina al cumplir la mayoría de edad sin tener que comprometerse con nadie. Después de ella, cualquier otra reina de Ilios había necesitado de marido para poder gobernar la isla. 

Confesiones de una princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora