03. silly joke.

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— No... me... jodas... — murmuró Jackie viéndose en el espejo.

— ¡AY NO! ¡Aaaaghhhhhhhh! ¡Son unos estupidos, idiotas, cobardes, hijos de put...! — exclame casi gritando mientras veía mi reflejo en el espejo.

— ¡HEY! — me interrumpió Jackie señalándome con su dedo índice en señal de advertencia.

Mi horroroso cabello tenia mechones pintados de color... ¿naranja? No lo sé, lo único que sé es que es un horroroso color.

— "Apostamos a que preferirían faltar a la escuela que ir con el cabello decolorado" — dije imitando la voz de el tarado de Isaac.

— Solo... hay que tranquilizarnos. — suspiró Jackie intentando relajarse.

Okey... Olivia... piensa. ¿Que puedes usar para que no se note tu cabello?

Piensa... piensa...

¡Gorra! ¡Una gorra! Jodeeeerrrrrrrr te amo.

— ¡Dios! Se me ha ocurrido una idea
para no faltar. — dije saliendo corriendo del baño. Ya era tardísimo, y encima los chicos ya se habían ido.

Fui hacía la habitación de cada uno de los chicos en busca de gorras, encontré en la habitación de Danny. Tome dos y fui de nuevo hacia Jackie.

— Toma. — le extendí una gorra marrón a lo que ella suspiró aliviada.

— Te amo, Olivia. Te amo con toda mi... — comenzó a decir en un tono tranquilo, pero la interrumpí.

— Ya se que me amas, de eso no hay duda. Pero ya hay que irnos, no podemos dejar que los idiotas tarados hijos de... — me interrumpí a mi misma sonriendo inocente. — ganen su apuesta.

— Cierto, si. Vámonos, ya. — dijo para después comenzar a correr.

Jackie le llamo a unos amigos suyos para que pasaran por nosotros, esos amigos llamados Grace y Skylar.

— Chicos, no los conocía, pero ya los amo. — exclame asomando mi cabeza entre los dos asientos.

El chico moreno volteó ver a la chica de su lado con una sonrisa.

— ¡Eres tan bonitaa! — exclamó la chica chillando.

— Oh, gracias. Que alago. — me encogí sonriendo como toda una niña buena.

No tardamos mucho en llegar. Rápidamente yo me fui corriendo a mi salón alejándome de los amigos de Jackie. Al estar enfrente de la puerta de mi salón me dieron ganas de vomitar por los nervios.

Ay no.

— Y... joder. — abrí la puerta asomando mi cabeza, viendo como la mirada de todos se posaba en mi.

Ay.

— Buenas noches, señorita Edward. — dijo sarcásticamente el profesor colocando sus brazos en su cintura.

Abrí la boca, la volví a cerrar y después sonreí — Buenos... días, profesor. Lamento mucho llegar... — mire el reloj de mi muñeca. — 30 minutos tarde, pero...

— Perfecto, chicos. Pónganse a anotar por mientras eso, ahorita seguimos. — hablo para después acercarse a mi, salió del salón, cerró la puerta y ahora si me miro con cara seria. — ¿Que fue lo qué pasó? ¿te levantaste tarde?

Negué muchas veces con mi cabeza. — Se lo juro que no, le juro que no me levante tarde. Pero, mire, vivo en la casa de los Walter donde parece kínder y me metí a duchar y unos idiotas, o sea, los chicos Walter colocaron aclarador de pelo en el shampoo y...

𝐈𝐍𝐄𝐅𝐀𝐁𝐋𝐄 | 𝖨𝗌𝖺𝖺𝖼 𝖦𝖺𝗋𝖼𝗂𝖺. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora