La atmósfera en el local era eléctrica, cada persona presente, cada respiración y cada murmullo, parecían cargar el aire con una expectación palpable. Mientras subía al escenario, sentía cómo mi corazón latía al unísono con el pulso de la sala. Esta noche, "Si todos dijéramos la verdad" se convertiría en más que una canción; sería una confesión, un grito, un puente tendido hacia el alma de cada oyente.
Las luces se atenuaron, centrándose en mí, en mi guitarra, en el micrófono que esperaba pacientemente mi voz. Me permití un momento, un instante de quietud, para mirar a través de la oscuridad, preguntándome si, entre las sombras, se ocultaba la figura de Daniel. ¿Habría sentido, como yo, la fuerza invisible que parecía empujarnos el uno hacia el otro?
No hubo tiempo para más dudas. La música exigía ser liberada, y yo estaba lista para obedecer su llamado. Mis dedos acariciaron las cuerdas, y las primeras notas de "Si todos dijéramos la verdad" llenaron el espacio, claras y potentes.
Con cada palabra que cantaba, sentía cómo me despojaba de capas, cómo me exponía ante el mundo con una honestidad que, hasta ahora, solo había conocido en la soledad de mi habitación.
La canción fluía, cada verso una revelación, cada estrofa una invitación a mirar dentro de sí mismos, a romper las cadenas de la pretensión y el miedo. Y mientras cantaba, mientras mi voz se elevaba y caía con la melodía, sentía una conexión indescriptible, no solo con la música, sino con cada persona en esa sala. Estábamos unidos, aunque solo fuera por unos minutos, en un acuerdo tácito de sinceridad, en un mundo donde, por fin, todos decíamos la verdad.
Y entonces, en medio de la canción, mis ojos encontraron los suyos. Daniel estaba allí, su figura destacándose en la penumbra, su mirada fija en mí.
En su rostro, leí una multitud de emociones: sorpresa, admiración, quizás un reflejo de la misma obsesión que me había consumido desde nuestra primera reunión. Algo en su presencia, en la intensidad de su mirada, me dio fuerzas para cantar con aún más pasión, para entregar cada fibra de mi ser a la música.
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Amor en un Acorde Roto
RomanceEn una ciudad en la que las luces de neón destellaban como promesas incumplidas, Emily se encontraba atrapada en un torbellino de emociones. Con su cabello oscuro cayendo en cascada sobre sus hombros y una mirada intensa en sus ojos, había cautivado...